PARTE 3 DE 3
Ricardo Rafael Paredes Santillán
Una sabiduría del amor
En el mito de la caverna, uno mismo es quien sale a la luz del Sol. Uno mismo es quien, digamos, llega a ese estado de sabiduría en el que puede liberarse de sus limitaciones, de esa burbuja que lo mantiene atrapado. Pero, en The Truman Show, no es así. Es El Otro, concretamente el amor, la enamorada, en este caso, quien guía a la persona atrapada en las tinieblas hacia la luz del Sol. Hacia la verdad.
Platón entiende que el amor verdadero, es aquél que es hacia la verdad y el conocimiento. Por eso, concibe la Filosofía como “Amor a la sabiduría”. Pero, con el planteamiento de Truman, podríamos invertir este axioma; es una sabiduría del amor. Pues es el amor mismo, el amor que le despierta a Truman Sylvia, el que le permite sentir el impulso, esa arritmia, por salir de la cueva. De sus límites.
Al final de la película, la realidad simulada se resquebraja y Truman descubre la burbuja conformista en la que vive. E intenta escapar. La única vía por la que puede hacerlo, y esto es fundamental, es el mar. Recordemos que el mar es el elemento que Kristoff usó para que Truman sufriera un trauma y no intentara escapar de la isla. Es decir, Truman enfrenta su miedo absoluto hacia el mar para salir de la burbuja de mentira, de la cueva, pero sólo porque ha sido motivado por esa arritmia que Sylvia le ha causado irremediablemente.
Es el amor, en este sentido, el que consigue que Truman traspase los límites de esa prisión y se lance hacia el mar. El mar simboliza lo contingente, lo irregular, el misterio e, incluso, la muerte misma. Porque, además de ser el espacio menos conocido por el Ser humano (actualmente) y por tanto semejante a la muerte misma (psicológicamente hablando, así es), es el escenario donde su padre (ficticio) muere. Es donde se generó el trauma.
El miedo a salir de la burbuja de realidad en la que, unos y otros, muchos, vivimos persiste bordeando nuestros límites. Dejándonos varados en un pequeño espacio de seguridad desde el cual, diría Platón, no es posible salir hacia la verdad. No es posible ninguna filosofía del amor… quizá un amor a la filosofía… (un amor a la sabiduría), pero una sabiduría del amor llevará a quien esté presa de esa arritmia, a enfrentarse incluso a los límites. Al miedo. Y, en última instancia, a la muerte.
La escena final de The Truman Show, es, puedo decirlo con seguridad, la más poética escena que jamás se haya filmado. Truman escapa en un bote. Cuando lo descubren, Kristoff, ordena que manden una tormenta para tumbar el barco y evitar que Truman escape. La misma burbuja de realidad crea sus mecanismos para no permitirnos salir de nosotros mismos, salir de la limitante que a veces construimos nosotros mismos a través del miedo. Durante una escena dramática, en la que vemos la determinación de Truman por salir hacia la verdad, guiado por la sabiduría del amor, por aquél “sal de aquí, búscame” de Sylvia, Truman se enfrenta al miedo y a la muerte.
Al final, ninguna ola, ninguna tormenta, ningún contratiempo, logran vencerlo. Truman llega victorioso al borde del mundo. Al borde de su burbuja… ante él, el cielo se abre como un campo infinito… y entonces se rompe. La proa del barco atraviesa, literalmente (y metafóricamente, es exquisito) el cielo. Que se abre a Truman como la última falsedad. Que el cielo mismo sea falso, es la hecatombe de la simulación. El borde es que el cielo sea mentira, el límite, la muerte.
El simbolismo que tiene que el cielo sea falso, es horrible. Pues el cielo, como abierto y vasto, como gloria al mundo de Dios (la máxima verdad, no sólo en la escolástica medieval sino también, metafóricamente, expresado en la luz solar de los griegos y heredado por el cristianismo), representa las posibilidades abiertas. Una vez Truman descubre que el cielo es falso, comprende que ha llegado al final. Al borde. Se baja del barco, avanza por sobre el agua (cuya profundidad ha disminuido, porque su miedo lo ha hecho), y alcanza a palpar, son su mano desnuda, el cielo pintado. Sigue ese último muro que se vuelve el cielo, hasta encontrar unas escaleras que llevan a una puerta.
Asciende, lentamente, Truman sale de la caverna… y, entonces, Kristoff le habla. Le dice que ahí tiene todo lo mejor, protección, que el mundo que creó para él es mejor que el mundo de afuera. La inseguridad, persiste en las palabras de Kristoff que trata de convencer a Truman de quedarse en ese confort, en ese mundo conocido pero falso. Afuera, sin duda, como espectadores, sabemos que el mundo real, fuera del show de Truman, es hostil. Y ahí, habrá dolor, habrá muerte, habrá retos. Pero, Truman, guiado por una sabiduría del amor, sabe que, a pesar de eso, es mejor que la simulación.
¿Por qué? Porque es real.
Cuando Truman le pregunta a Kristoff si no fue real, éste le dice que él (Truman) fue real. Y, en efecto, el único que no simuló jamás fue Truman. Pero, sus acciones jamás recibieron veracidad recíproca, los demás eran actores, hasta que Sylvia llegó y entonces fue real. Para ser real, Truman debe salir de sí mismo, de ese mundo donde vive solo, porque los demás son falsos, debe salir de sus limitaciones y alcanzar la verdad donde se encontrará a sí mismo gracias al amor. Kristoff le dice “Tienes miedo. Por eso no puedes irte” Pero, como sabemos, el miedo fue vencido.
Truman abandona la burbuja, venciendo sus miedos, y saliendo de la cueva.
Todos podemos vivir en una burbuja como Truman. Es un amor por la sabiduría lo que hace que Truman persista en su necedad de salir de esa burbuja… pero lo que realmente lo hace salir, accionar, no es sino una sabiduría del amor, el amor mismo se abre como un puente, como una guía, el amor del amado. Platón, diría, que el verdadero amor es aquél que puede, al sacudirte, sacarte de la ignorancia, de la cueva, de la burbuja de falsedad, hacerte perder el miedo a salir de tu confort, atravesar lo inhóspito del trauma, del mar, de la muerte incluso, un amor por el que arriesgas la vida, incluso.
Sólo el amor, puede sacarte de la falsedad. Y algún día llegan unos ojos que, al verte, te muestran el camino a seguir, te despojan del miedo e inundan el mundo de valentía. Quizá el mundo allá afuera sea más peligroso, pero la sabiduría del amor no se equivoca. Pues un amor a cualquier sabiduría, puede estar erróneo… pero lo que el corazón dicta, jamás; en esa arritmia, ese palpitar del corazón que nos lleva a querer salir de nosotros mismos, ahí no hay error. Citando al profeta Pablo, “El amor […] se regocija con la verdad” (1 Corintios: 13: 6).Así, en algún momento, llega alguien que se goza con la verdad, y te lleva fuera de la burbuja, como en el mito de la caverna de Platón, donde tus miedos nada importan porque el amor es sabio y
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. (1 Corintios: 13: 7)
El amor nunca deja de ser; pero las profecías [Las sabidurías] se acabarán, y cesarán las lenguas, ya la ciencia acabará. (1 Corintios: 13: 8)
Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor. (1 Corintios: 13: 13)
Porque, quien te ama, te saca de tus muros… del cielo falso, hacia la luz de la verdad donde no hay límites.