Parte 2 de 2
Manuel Velázquez
El problema de generar una política cultural desde el Estado, es que habitualmente se trabaja a partir de una idea restringida de la cultura. La cultura no es un objeto, no es algo que se pueda entregar empaquetado y se pueda “poseer”. La cultura no es unidireccional, estática; posesión de pocos carencia de muchos. La cultura es un concepto dinámico, móvil, cambiante, flexible, múltiple, transdiciplinar, multidireccional. El Estado no posee la cultura y se la entrega o “distribuye” a las masas ignorantes. El Estado no crea la cultura. Bajo esta perspectiva, ¿qué ejes debería considerar una política pública cultural para “democratizar la cultura” y minimizar la brecha de atención a públicos menos favorecidos? ¿cómo buscar una noción de cultura que permita al Estado atender la diversidad de autores y necesidades? ¿cómo generar acciones cuyo fin sea introducir conceptos que favorezcan la idea de que “la cultura es motor del desarrollo” y el derecho de crear es condición de una calidad de vida mejor? El acceso al arte y la cultura es un derecho de todos, pero ¿cómo hacer valer ese derecho?
Una política cultural generada desde el Estado debe profesar y exaltar la igualdad, desde la diversidad. Con la idea restringida de lo cultural, que intenta únicamente la difusión y democratización de la llamada “alta cultura”, desde donde operan la mayoría de las instituciones culturales del Estado, estamos reduciendo la atención a nuestra diversidad de culturas. “No hay por qué ofrecer un paquete cultural para que todos accedan de manera igualitaria a los mismos bienes, de la misma manera”, nos dice Néstor García Canclini. De ahí que sea importante generar políticas culturales desde el Estado conscientes de la diversidad, lejanas del modelo del Estado proveedor más cercanas a una “democracia participativa”, con la concesión de que la cultura se manifiesta y se construye desde diversos agentes.
Exaltar lo plural es lo que hace falta y es en lo que se tiene que dedicar más esfuerzo. Basar las políticas culturales en la igualdad y no en la imposición de un concepto hegemónico de lo cultural, entender las diferencias no como desigualdades, buscar el desarrollo plural de las culturas de todos los grupos, en relación con sus propias necesidades. Una limitante para esto es la noción hegemónica de lo cultural que no permite girar a una noción de lo cultural intersubjetiva, en el sentido de que todos somos sujetos y de que no hay objetos ni en el contexto de lo político ni en el de la cultura. Si la política cultural del Estado viera a todos como sujetos no se pensaría en “llevar cultura” a los grupos más desfavorecidos, sino en conocer y construir con ellos desde lo cultural y desde la diversidad. La intersubjetividad cultural enfatiza que el conocimiento compartido y el consenso es esencial en la formación de nuestras ideas y relaciones. La cultura se ve desde lo plural y diverso. De esta manera, se deja de pensar a la cultura como definida de una vez y para siempre y se permite la formación de relaciones, actitudes y valores que generan cohesión social.
En las políticas culturales, es necesario reivindicar las representaciones sociales plurales para considerar formas de consensuar, negociar e interpretar las herramientas culturales (prácticas sociales, lenguaje, conocimientos, valores, creencias). Esta negociación conduciría progresivamente a un comportamiento cada vez más autónomo, crítico e independiente de las personas y de los grupos sociales, asumiendo también el intercambio de acervos construidos socialmente que conformarían la posibilidad de compartir y comprender al “otro”.
El flujo interminable de señales de conflictos sociales con la forma de racismo, ultranacionalismo, sexismo, rivalidades étnicas y religiosas, xenofobia, homofobia invitan a construir colectivamente una noción más amplia y plural de las políticas culturales del Estado. El Estado debe plantear la política cultural como un lugar donde hay que mediar continuamente, hacer una mediación constante que permita la participación ciudadana, para que contribuya con ello a resolver las diferencias en el consumo cultural.