The House That Jack Built es la culminación de la carrera de Von Trier, pero ¿de verdad importa lo que nos confiesa?
PORTAVOZ / AGENCIAS
Tres mujeres y un par de niños asesinados bastaron para que decenas de personas decidieran salir de la sala de cine, indignados y enojados, afirmando que Lars Von Trier es un hombre perturbado, misógino que sólo quiere mostrar la violencia de su mente en pantalla. Esas personas, entre las que se encuentran críticos de cine y periodistas, fracasaron en entender la cinta que se les dio. Su responsabilidad moral o la cultura del shock los invitaron a irritarse, sin observar por completo la obra en la que Von Trier lucha contra si mismo y acepta que sí, es un hombre complejo y una especie de narcisista con ansiedad, pero también se juzga y se desnuda frente a la audiencia y sus críticos, aceptando sus errores… Lo único que vale la pena cuestionarse después de verla es ¿Vale la pena? ¿Importa lo que nos está diciendo Von Trier?
The House That Jack Built, es el magnum opus del director, la culminación de décadas de carrera y de una serie de cintas en las que retrató su desprecio hacia la humanidad. Su visión apocalíptica de la destrucción de la moral y la exploración de la devastación personal se convirtió en su marca, mientras él se catalogaba más como un director peculiar, y extraño, alienando incluso a algunos de sus colegas, y esta obra es donde él mismo se presenta como el sujeto de estudio, reflejándose en Jack, un asesino serial con trastorno obsesivo compulsivo y un desorden psicopático que le impide relacionarse con otras personas.
La cinta sigue a Jack (Matt Dillon demostrando ser el mejor actor de su generación –siendo también uno de los más ignorados) durante una conversación con una figura a quien se dirige como Verge. El diálogo sugiere que Verge es el poeta Virgilio, quien acompaña a Dante en el Infierno, así que seguimos a Jack y unos cuántos de sus recuerdos antes de llegar a donde pertenece. El hombre, un posible norteamericano, cuenta 5 incidentes en los que asesinó a mujeres o niños, contando a detalle lo que pensaba y sentía, y cómo no muestra un arrepentimiento ante sus crímenes, sino que está orgulloso de ellos porque los ve como obras de arte. Asimismo, habla sobre sus intentos de construir una casa, la cual se convierte en su tarea más difícil.
En un diálogo de básica filosofía, Von Trier retrata las dos voces que viven en su cabeza, primero expresando por qué hace lo que hace, cómo se originan sus creencias, revela su lado narcisista y se excusa detrás del escudo del arte. Verge, por su parte, se encarga de desacreditar la voz de Jack y Lars. Habla sobre amor, se burla de él, lo juzga e incluso al final está shockeado de que él sea la peor persona que conozca. Verge es una voz que usa Von Trier para convertirse en la audiencia y aceptar que no es un genio porque carece de la básica habilidad de tener empatía por otras personas. De hecho, una de las escenas más importantes podría ser cuando Jack aprende a imitar los gestos de las personas, en ese momento el director acepta que sólo está imitando lo que cree que es emoción pero que él no lo entiende por completo.
Fuera de toda conexión directa entre autor y obra, la película es lenta y a pesar de que Von Trier se expone, también alimenta su ego (llegando al punto límite cuando muestra escenas de sus propias películas para expresar su visión sobre el mundo). Visualmente tiene momentos atractivos pero todo se sostiene sólo por el interés de ver hacia dónde se dirige el cineasta, y una vez que vemos cuáles son todas son sus intenciones, nada resulta sorprendente. De manera inteligente, no glorifica nada de lo que presenta en pantalla, sino que lo hace un ensayo personal, lo cual hace que resulte menos interesante para alguien que busca una historia diferente dentro del formato fílmico.
The House That Jack Built es el resultado de la recepción de la crítica de su trilogía de la depresión (Melancholia, Antichrist y Nymphomaniac), de cómo el mundo se volvió en su contra después de alabar las construcciones nazis (lo cual replica en la película) y de la separación que sintió del resto de sus colegas, incluso comparándose con Glenn Gould, el excéntrico pianista que detestaba a algunos de los pianistas más reconocidos de todo el mundo, pero que aún así interpretó de manera majestuosa. En algún momento, el director afirmó que sería su última cinta, y eso es lo que parece, un epílogo para todas sus obras en las que trata de explicarse. El problema es que el mundo no necesita una explicación. Von Trier decidió hacer una confesión innecesaria y en su intento, provocó más caos.
En un diálogo de básica filosofía, Von Trier retrata las dos voces que viven en su cabeza, primero expresando por qué hace lo que hace, cómo se originan sus creencias, revela su lado narcisista y se excusa detrás del escudo del arte