PARTE 1 DE 2
Dr. Gilberto de los Santos Cruz
Lamentablemente algunos padres piensan que la formación cultural es una obligación que incumbe solamente a la escuela y a la sociedad, y que la familia nada puede hacer en este sentido. Todos conocemos familias que dedican mucha atención a la alimentación del niño, su vestimenta y juegos, y están convencidas de que en la edad preescolar no debe hacer otra cosa que jugar, acopiar fuerza y salud, y que sólo en la escuela se pondrá en contacto con la naturaleza.
En realidad, la familia no está sólo obligada a comenzar la formación cultural lo antes posible, sino que dispone de muchas posibilidades que deben utilizar en la mejor forma.
No se trata de un problema difícil, siempre que los padres no crean que su labor pedagógica se reduce a formar hábitos culturales en el niño y que podrán cumplirlas sin cultivarse ellos mismos. Cuando los padres no leen diarios ni libros, nunca concurren al teatro o al cine, no se interesan por las exposiciones y museos, les resultará difícil dirigir la formación cultural de sus hijos. En este caso, por más que se empeñen, mucho de sincero y poco de artificioso, que el niño notará, lo que le hará pensar que no es una cuestión importante.
En la inversa, en la familia en que los padres hacen una vida cultural activa, en que el diario y el libro constituyen una necesidad, en que los problemas del teatro y del cine interesan a todos, la formación cultural tendrá lugar incluso cuando pareciera que los padres ni piensan en ella. No se debe inferir de ahí que la formación de hábitos culturales puede producirse espontáneamente, que es ésta la mejor forma de lograrlos. El automatismo en esta materia -como en otra cualquiera- puede reportar mucho daño, por cuanto desestima los efectos de la educación y ocasiona muchos errores. El automatismo suele ser, precisamente, la causa de situaciones en que los padres empiezan a preguntarse consternados: ¿De dónde proviene eso? ¿Dónde adquirió el niño esas ideas, esos hábitos? La formación cultural es eficaz cuando se la organiza conscientemente, con un plan, con un método acertado y un control. Debe iniciar cuanto antes, cuando el niño todavía está lejos de la etapa de la lectura, en el período de su desarrollo sensorial, cuando comenzó a ver y oir con claridad y balbucear algunas palabras.
Un cuento bien relatado es un comienzo de formación cultural. Sería muy útil que en la biblioteca de cada familia hubiera una colección de cuentos. En los últimos tiempos se han editado muchas colecciones interesantes. Desde luego que no todos pueden ser narrados tal cual, es necesario abreviarlos y adaptar su lenguaje a la comprensión infantil. Lo mismo cabe decir de los cuentos que los padres recuerden de su niñez.
Ante todo debemos prescindir de aquellos en cuya trama interviene el diablo, brujas, ondinas, o cosas por el estilo, aptos solamente para niños de una edad en que están ya bien a cubierto de esas viejas y tenebrosas invenciones y en contradicciones de percibir en el cuento solamente la ficción artística, de entender que detrás de las imágenes de los monstruos hay generalmente algo hostíl y malévolo para el hombre. Durante la primera infancia las imágenes malignas pueden ser percibidas por el niño como reales y orientar su imaginación hacia una música tenebrosa, intimidatoria.
Los mejores cuentos para pequeños son siempre los relativos a los animales. En el acervo literario de este género existen muchos y muy buenos. Existen muchos relatos interesantes sobre “Juan el tonto“, pero hay que evitar los que destacan la necesidad humana y califican irónicamente a Juan de tonto. Como ejemplo recomendable podemos citar el hermoso cuento de Erschov “El caballito jorobado“. El género es más serio cuando la trama del cuento refleja la lucha entre pobres y ricos, la lucha de clases. En este sentido recomendamos a los padres cierto cuidado: evitar los cuentos sombríos que relatan y describen la muerte de seres humanos.
En general, se dará preferencia al cuento que despierta la energía y la confianza en las propias fuerzas, con un enfoque optimista de la vida, que inspire la esperanza en la victoria. La simpatía hacia los oprimidos no debe asociarse a una idea de una predestinación sin posible cambio. Los cuadros afligentes que se refieren a formas sombrías de violencia y explotación pueden ser exhibidos solamente a los niños mayores.
La observación de ilustraciones es muy útil para el desarrollo de la imaginación y de nociones amplias sobre la vida. Además de las revistas infantiles se pueden utilizar con ese objeto cualquier reproducción de cuadros, grabados o fotografías cuyo contenido sea adecuado. Son elementos que despiertan y encauzan la atención hacia los distintos detalles, hacia las relaciones entre las cosas observadas y sus causas, y sugieren a los niños muchas preguntas. Estas preguntas siempre deben ser respondidas en forma comprensible para la mentalidad infantil. Si por cualquier circunstancia resulta difícil responder en forma adecuada, conviene decir: -No lo comprenderás, cuando seas mayor lo sabrás. Semejantes respuestas no son perjudiciales, habitúan al niño a aquilatar sus posibilidades cuando formula preguntas y le prometen un futuro serio e interesante.
El teatro y el cine son aptos para el niño exclusivamente cuando se trata de temas especiales, destinados a la edad correspondiente. En general, tratándose de la primera infancia es mejor abstenerse del teatro y del cine, por cuanto el número de espectáculos es insignificante.