PARTE 2 DE 2
Dr. Gilberto de los Santos Cruz
La enseñanza de la lectura constituye un momento de transición importante en la tarea de formación de hábitos culturales. Por lo común esa transición se produce en la escuela y ejerce gran influencia en la vida del niño, que ingresa en el campo de la palabra impresa y del libro -a veces con desgana- superando con esfuerzo las dificultades técnicas que le plantean la letra y el proceso de la lectura. La iniciación debe realizarse con habilidad, evitando toda violencia a los niños, sin que ello signifique estimular cierta pereza que surge de la lucha con las dificultades.
Conviene que los libros sean accesibles por su contenido, impresos en tipos grandes y con ilustraciones. Aunque el niño no esté aún en condiciones de leerlos son útiles, despiertan su interés por la lectura y la aspiración a superar sus dificultades.
Una vez aprendida la lectura comienza la etapa del estudio y de la adquisición de conocimientos. La escuela adquiere entonces una importancia primordial en la vida del niño, sin que ello signifique, claro está, que los padres olviden sus obligaciones y dejen todo a cargo de aquella. No olvidemos que la eficacia de todos los aspectos de la educación durante la escolaridad depende mucho de la colaboración entre el hogar y la escuela, entre los que debe haber siempre entendimiento y acción solidaria. Precisamente el clima cultural de la familia influye mucho en el trabajo escolar del niño, en la calidad y la intensidad de su estudio, en la formación de relaciones correctas con los maestros, los compañeros y toda la organización escolar. Es entonces cuando adquieren gran importancia el diario, el libro, el teatro, el cine, el museo, las exposiciones y los demás elementos de la formación cultural.
El diario
Aun cuando el niño no sepa leer ni escribir y solamente escuche una lectura, el diario ya debe ocupar un lugar destacado entre sus impresiones. En todo hogar debe haber un diario, que no deben leer los padres cada uno para sí, lejos del niño. Todos contienen material apropiado para ser leído en voz alta y comentando, y aunque no lo sea especialmente para el niño, conviene hacerlo en su presencia y en forma tal que parezca que se prescinde de él. De toda forma el niño escuchará, y lo hará con tanta más atención cuanto más natural sea la actitud de los adultos. Cualquier diario contiene material relativo a sucesos internacionales, a demostraciones, episodios, logros, distintos actos heróicos y valerosos.
Cuando el niño ya sabe leer, el diario adquiere una importancia cada vez mayor. Desde luego que es muy útil cuando el niño es suscriptor del periódico de alguna organización juvenil, pero si existiera alguna dificultad para ello, no será un mal irreparable: los diarios soviéticos están escritos en un idioma asequible a cualquier persona alfabetizada y siempre contienen algún material interesante también para el niño. Naturalmente, hay que procurar que él mismo lo lea, que se convierta para él en un elemento indispensable. Pero es también necesario el comentario familiar de lo leído. o por lo menos una conversación al respecto. Ese comentario no debe hacerse de una manera formal, consagrándole una determinada hora y, desde luego, no debe ser extenso. Es conveniente que parezca una charla libre, mejor aún si parece ocasional, surgida por casualidad con motivo de alguna cuestión doméstica o de una opinión emitida por alguien. Si no se presentan oportunidades de esa índole, se puede preguntar simplemente qué hay de interesante en el diario.
Durante la adolescencia, la lectura de diario debe ser un hábito generalizado de la cultura, una manifestación de interés activo y cálido de los niños por la vida de su patria.
El libro
El contacto con el libro debe comenzar también con la lectura en voz alta, actividad que debe convertirse luego en habitual en el ambiente familiar, cualquier que sea el grado de instrucción que haya alcanzado el niño. Al principio actuarán como lectores los padres, pero más adelante lo harán los niños. Siempre es útil que esa lectura no se haga especialmente para el niño, sino para el círculo familiar, con el propósito de provocar intercambios de opiniones y juicios colectivos. Estas formas de lectura orientan los gustos del niño y lo habitúan a encarar lo leído con sentido crítico. Independientemente de la lectura en voz alta, es necesario inculcar en forma gradual en el niño la afición a la lectura silenciosa. Aunque esto lo hace y dirige con preferencia la escuela, sobre todo con los niños mayores, ello no obsta para que los padres puedan hacer mucho en ese sentido, cumpliendo los siguientes requisitos:
a) Controlar la selección de lecturas, pues aun ahora vemos muchas veces a los niños con libros cuya procedencia ignoramos.
b) Saber cómo lee el niño; hay que enseñarle que no devore en forma mecánica página tras página y sin quererlo siga solamente el interés externo del libro, el episodio anecdótico,
c)Habituar al niño a cuidar el libro.
Muchos padres creen que la solución del problema exige un estudio especial, la preparación de un bibliógrafo. La experiencia cuenta que los escritos saben orientarse perfectamente en la literatura y muchas veces lo hacen tan bien como los críticos literarios.