FRAY MATÍAS DE CÓRDOVA Y EL NACIMIENTO DEL PERIODISMO EN CHIAPAS (Una de dos partes)
In memoriam de Fredy López Arévalo
Ricardo Cuéllar Valencia
En 1813 los chiapanecos, prestos a resolver los problemas de estancamiento en los órdenes de la vida económica, política, social y cultural, aprovecharon la reunión de las Cortes de Cádiz en la Isla de León, gracias a la delegación por parte de la Capitanía General de Guatemala, del coetáneo y canónigo, Mariano Robles, quien en mayo de 1813 presentó una serie de peticiones ante las cortes. Expuso primeramente la situación de miseria y extrema injusticia social que vivió la provincia. Refirió asimismo las posibilidades de bienestar y progreso que ofrecía la geografía chiapaneca (Gutiérrez Cruz, Sergio Nicolás. Análisis crítico de la literatura sobre la independencia de Chiapas y su agregaci6n a México. Jalapa, 1989, p. 11).
El delegado argumentó la distancia con la capital del Reino de Guatemala para solicitar la creación de una diputación provincial en Chiapas “que atendiera debidamente los asuntos de ésta; la creación de una universidad, con sede en la Ciudad Real, que subsanara la ignorancia de los habitantes de la provincia; doce becas para estudiantes indios en el Seminario Conciliar de Chiapas; la apertura al comercio entre Nueva España y Guatemala de los puestos de Tonalá y Tapachula, exentos de impuestos por una década, concesión de libertar en alcabalas y derechos, también por diez años, a quien abriera a la navegación los ríos de Chiapa y Ocosingo; la cuestión de un canal interoceánico en el Istmo de Tehuantepec, la concesión de título de ciudad para Comitán y del de villas para Tuxtla, Tonalá, Tapachula y Palenque; el permiso de evangelización de los lacandones por los mercenarios de Guatemala. En el segundo periodo constitucional de las Cortes en su mayor parte las peticiones fueron otorgadas. (Ídem., p. II). Este fue el pensamiento crítico de los hombres que se movieron, poco después, en torno de la Sociedad Económica de Amigos del País, encabezada por fray Matías de Córdoba. Sucedió el forcejeo político y militar entre las provincias centroamericanas, entre éstas y México y entre Chiapas y la Capitanía General de Guatemala.
La literatura -en sentido amplio- escrita en la colonia fue sobre todo de carácter oficial y religioso bajo diversos tipos de expresión: respuesta, relación para unos y para otros, oración, novena, rosario, plegaria, canto, villancico, poema, etcétera.
Las meras ideas y formas de expresión surgieron poco antes de la independencia, durante la misma, y a partir de ella. Fue el periodo en el que se esgrimieron ideas liberales (entre algunos chiapanecos bajo las lecturas de la filosofía, la historia y las nuevas ideas, éticas y literarias, políticas y jurídicas producidas en España, Francia e Inglaterra). El más sabio y brillante fue, sin duda alguna, fray Matías de Córdoba, teórico de la retórica, escritor de ensayos, estudios, propuestas para el cambio de la economía y la organización del Estado, escritor de poesía, profesor, reformador de la educación, polemista.
La oratoria, la palabra escrita en el decreto, la carta, el panfleto, el epigrama, la fábula, la oda son las formas de expresión del pensamiento y la acción de los hombres de Chiapas -políticos y poetas- en las décadas de los 20 a la de los 50 del siglo XIX.
El pensamiento de cada época busca sus formas de expresión de acuerdo a las necesidades de la vida y la imaginación. La vida, no obstante, las “claridades” de la razón, ha sido gobernada -más allá de los puros intereses económicos y políticos- por las pasiones que conducen a ciertos hombres a fraguar su existencia en las lidias de la guerra o la conducción del Estado. Estas pasiones encuentran en la palabra escrita varias formas de expresarse. Las formas del lenguaje, o de los lenguajes, refinados o no, hablados y escritos por políticos, intelectuales, funcionarios y periodistas (casi siempre todos esos oficios se encontraban en un solo sujeto) de los años 30 a los 50, en Chiapas, los conocemos gracias al periodismo. La oratoria fue cultivada, especialmente por hombres de iglesia durante el siglo XVII y XVIII. Tres factores dieron pie, en el último tercio del siglo XVIII, a la formación del pensamiento de la generación de la independencia y en especial de fray Matías de Córdoba: la presencia teórica de la Universidad de San Carlos, la edición de la Gaceta de Guatemala y el trabajo de investigación, crítica y propuestas de la Sociedad Económica de Amigos del País. El nuevo espíritu que se distancia del pasado con la fuerza de la razón pensante y observa el presente anquilosado, bien lo sintetiza el escritor guatemalteco, David Vela, cuando anota:
“…desde la última década del siglo XVIII, (se ha) formado un curioso espíritu cosmopolita, una conciencia particular abierta a los problemas regionales, un gusto por la tertulia intelectual y la controversia política, una actitud de crítica hacia las ideas y costumbres tradicionales, un sentimiento cívico que se interesa por los asuntos públicos, una voluntad de libre examen y un afán de opinar, en fin, que aun siendo privativos de una élite tenían fuerza para cambiar rumbo e imprimir más vivo ritmo al pasmado pensamiento colonial, con vigor que fatalmente iba a transformarlo en acción” (Ídem., p. II).
La razón salía de la especulación de los claustros para enfrentar, en un nuevo orden de pensamiento lógico, los problemas de la vida económica, social, política y cultural. Fray Matías y su generación transformaron el sentido del análisis, los objetos de la reflexión analítica y crítica y pusieron el lenguaje renovador al servicio de los inaplazables cambios de la época. Mejor dicho: para cambiar la sociedad debió, él como máximo hombre de letras y de lúcido entendimiento, cambiar la forma categorial del pensar y del lenguaje para expresar la voluntad y el deseo de quienes salían del esquema colonial y realizaban en la práctica el futuro de su tierra americana. Las demandas de la realidad colonial exigieron cambios para interpretarla, del propio pensamiento y el lenguaje empleado. No fue casual que la principal acción estuviera en manos de un poeta, pues éste contó con las luces de la razón y el oficio solitario y expansivo del creador poético.
Los hombres en la Capitanía General de Guatemala de 1821, los Valles, los Barrundias, los Molinas, Córdobas y demás -observa David Vela- eran discípulos de los enciclopedistas y filósofos franceses del siglo XVIII (Rousseau, Montesquieu, Voltaire, Diderot). Publicaron periódicos. En Guatemala (1820) apareció El Editor Constitucional en defensa de los derechos del americanismo y en abierta crítica a los vicios de la antigua administración. El periodismo doctrinario abarcaba la política, filosofía, enseñanza, traducciones de Horacio y la polémica. García Goyena publicó fábulas políticas y morales que contribuían con suave decencia y picante intención a formar conciencia cívica. José Francisco Barrundia tradujo “El paraíso perdido” de John Milton, en 1811; según David Vela, es la primera traducción en lengua española. Además de los pensadores franceses influyó la literatura inglesa en los ideó1ogos de fines del siglo XVIII y principios del XIX en la antigua Capitanía General de Guatemala.
En El Para-rrayo, No.5, aparecido el 31 de octubre de 1827, encontramos un importante ensayo intitulado “Ilustración popular”, que, por el estilo mesurado, la precisión de ideas y las propuestas para hacer periodismo, no dudamos que fue escrito por fray Matías de Córdoba. En la primera parte hace una concisa historia de los periódicos, desde su aparición en el siglo XVII hasta la fecha que escribe (1827). Allí afirma:
“Al principio -los periodistas- fueron uno de los poderosos auxiliares para el reconocimiento y progreso de las luces entre los hombres doctos y entendidos.
Pero como los sabios discrepan en sus opiniones, y suelen por desprecio tener rencillas y odios entre sí, los periódicos se convirtieron en instrumentos de esgrima, tanto peores, cuanto envenenados para aniquilar mutuamente la opinión o bienestar de que disfrutaban cada uno” (Ídem., p. II).
Reconoce el papel comunicador del periódico entre ciudades, provincias y naciones, la divulgación por el buen gusto de la lectura, de los clásicos. Y agrega:
“Luego el poder arbitrario que, si gusta valerse de la fuerza, no desdeña los medios morales para consolidarse se enseñoreó de los periódicos, a lo menos en la parte política. Critica la nobleza francesa que opuesta al triunfo de la razón se valió del periodismo para introducir la desconfianza y la discordia, y advierte: Los demócratas locos los empleaban para llenar el papel, o para llamar la atención, o para cooperar en el establecimiento de un gobierno absurdo, o bien para sublevar a las gentes incultas contra sus enemigos particulares”. Critica a Marat. (Continuará).