Enriqueta Burelo
La pandemia y el largo tiempo de confinamiento han ocasionado daños emocionales muy fuertes en las personas. Por ello ahora estas se enfrentan duramente a sentimientos de soledad, desconexión e incertidumbre que nunca antes habían experimentado porque pasan muchos tiempos encerrados y los periodos de esparcimiento son limitados o más escasos tanto por la contingencia como por la situación económica.
Abrumadas ante la posibilidad de socializar, algunas personas están usando una mentira que poca gente debatiría: la exposición al COVID-19.
A unos pasos de adentrarnos en el torbellino de las fiestas decembrinas, en las que las invitaciones están a la orden del día, en un buen número de personas esto ha causado ansiedad social, sobre todo en aquellas que son introvertidas por naturaleza o que padecen de un sentimiento de temor de entablar nuevamente relaciones sociales después de casi un año de interacciones restringidas.
Es tal el terror de renovar la vida social y laboral que llevábamos antes de la pandemia, que inventamos diversas excusas, entre ellas una muy verosímil: la exposición al COVID, para cancelar de última hora en citas románticas, a fiestas, a reuniones presenciales de trabajo, viajes, en fin a una serie de eventos que implique reunirnos con más personas,
Para la gente que no quiere hacer algo, ya sea por ansiedad, temor existencial o la idea de que será más fácil quedarse en casa y ver El juego del calamar que arreglarse y salir al mundo, la excusa del Covid parece hecha a la medida: es oportuna, prominente y parece que la motiva una preocupación altruista por la salud de los amigos, colaboradores o extraños. Es difícil que la parte receptora reaccione de forma negativa y esto no la haga parecer como que no le importa la salud de los demás o la propagación de la pandemia mundial. Además: la excusa puede ser reciclada sin necesidad de despertar sospechas, pues puedes estar expuesto en repetidas ocasiones y en cualquier momento al COVID-19.A los terapeutas no les sorprende que la exposición al COVID-19 se haya vuelto una excusa tan conveniente —y tan horrible— de nuestros tiempos.
Debido a que durante tanto tiempo salimos de nuestra casa con moderación, si acaso, nos hemos condicionado a una socialización limitada. Como resultado, es más difícil hacer lo que antes parecía común, como reunirse con amigos para cenar o incluso ir a trabajar a una oficina.
En mi entorno cercano, he observado otro fenómeno, personas que se niegan a ir a la oficina o a llevar a sus hijos a la escuela en forma presencial, aprovechan el aislamiento para irse de vacaciones o llevar a sus hijos a espectáculos públicos, por otra parte, existen razones de peso, el caso de trabajadores que han solicitado que por lo menos unos días a la semana se continúe con el trabajo desde casa. aduciendo razones del tiempo de traslado, gasto de la gasolina, etcétera, lo que me parece valido.
La excusa del Covid que en algunos casos les ha valido sanciones sociales a quienes la han utilizado para evadir la asistencia a una fiesta, puede costar la cárcel o sanciones económicas a quien la use para no asistir a trabajar, eso ya ha pasado en el vecino país
El ser humano es social por naturaleza en mayor o menor grado, por ello cuando estamos desconectados de los demás, nuestros cerebros lo interpretan como una amenaza mortal. Sentirse solo o aislado es una señal biológica como el hambre y la sed. Además, al igual que no comer cuando tienes hambre o no beber algo cuando estás deshidratado, no interactuar con más personas cuando te sientes solo produce efectos negativos cognitivos, emocionales y psicológicos, los cuales probablemente muchos de nosotros estemos sintiendo ahora.
Aunque te sientas muy cómodo en una burbuja pandémica con una pareja romántica o familiares, de todas maneras, te puedes sentir solo —una sensación que a menudo se disfraza de tristeza, irritabilidad, enojo y letargo— porque no estás obteniendo la gama completa de interacciones humanas que necesitas, casi como no comer una dieta balanceada. Subestimamos el beneficio de la camaradería casual en la oficina, el gimnasio, las prácticas del coro o las clases de arte, sin mencionar los intercambios espontáneos con extraños.
Afortunadamente, el regreso al trabajo y a la escuela de manera presencial, harán que la vida vaya poco a poco recobrando su ajetreo cotidiano, y creo que es importante reencontrarnos con lo que significa mirar a la gente a los ojos y entablar una conversación.