FRANCISCO GÓMEZ MAZA
Da pena leer las lamentaciones de los emisarios del pasado y los mal farios de los profetas del
desastre, que asfaltan el camino de los zapadores y destructores de la incipiente democracia
mexicana.
En este momento, sin embargo, se esté de acuerdo, o no con el actual gobierno, o el
presidente “caiga mal o bien”, es lo que nos dejaron las urnas electorales en 2018, que fueron
rellenadas por un novedosísimo ejercicio democrático.
A las mayorías les devolvió la esperanza, después del olvido posrevolucionario priista y el
capitalismo salvaje del pripanismo.
Sin embargo, no todo es festejo, ni miel sobre hojuelas.
Ver, por ejemplo, a políticos, empresarios, intelectuales -la crème de la crème de las clases
dominantes-, decididos a parar de tajo la participación de las mayorías, trabajadores de la
ciudad y del campo, en la construcción de una sociedad que ofrezca a todos y todas las mismas
oportunidades de progreso en todos los sentidos.
Pero no lo pueden digerir los opositores, ni lo digerirán en los tres años que le faltan al sexenio
lopezobradorista. Y si gana las elecciones de 2024 un clon del presidente AMLO, menos.
Tendrán que pedir apoyo de Washington, como lo hicieron en Chile de Pinochet.
En los medios tradicionales, generalmente conservadores del estado de cosas, establecido por
el partido que interrumpió la Revolución, es donde se arremolinan tales emisarios y profetas,
que eran “millonariamente apapachados” por el Viejo Régimen.
Para ellos, todo está mal con el gobierno de YSQ, y sólo es conveniente para México lo ideado
y puesto en práctica por los ideólogos del consenso de Washington, cuyo recetario fue
fielmente puesto en práctica por los gobiernos del neo porfirismo, con la privatización de la
economía y la oficialización de la delincuencia organizada, de la trata de personas, de la
corrupción, la impunidad, el cinismo.
Añoran los 36 años de gobiernos, en los cuales se intentó establecer (sí, así la llamo) la
dictadura del dinero, mayormente la del dinero mal habido.
Lo nuevo, emanado por inmensa mayoría de las urnas, lo que nunca antes había ocurrido en la
democracia representativa, son ocurrencias de un loco equivocado – López Obrador-,
ocurrente que pone en peligro la salud de los pequeños con cáncer, y de las multitudes que se
contagian de coronavirus en una impresionante manifestación en la Plaza de la Constitución. O
que pone grandes obstáculos para que el empresariado de postín tenga manos libres para
acumular riquezas con creces, con el apoyo de los políticos corrompidos por la angustia por
formar parte de la gran clase dominante.
Para los poderosos no hay crecimiento de la economía, en los primeros tres años del gobierno
actual, si sus capitales no se multiplican como ellos quisieran. Pero contradictoriamente, sus
dineros se han multiplicado y han crecido como la espuma en estos tres años. Lo que
pretenden es “bajar” al Presidente… Quieren con todo su corazón a otro ladrón como los
judíos a los que el gobernador Pilatos les consultó que a quien querían que liberara, si a Jesús
de Nazareth, o al ladrón de Barrabás. (A buen entendedor pocas palabras).
Sólo les importa el crecimiento del PIB y les importa un pito si los trabajadores tienen acceso a
menos angustiantes niveles de bienestar, a la salud, a la educación, a la prosperidad.
Les tienen sin cuidado los niveles de pobreza, y pobreza extrema, en la sociedad. Es más, no
salen de sus fastuosas mansiones para ver qué acontece a su alrededor.
Los políticos del viejo cuño, apoyados por sedicentes periodistas, seudo intelectuales (filósofos
del embute), poderes eclesiásticos y el dinero, se amafian para luchar porque el “orden” no
vuelva a ser alterado por ningún loco como López Obrador. Su orden es el de las clases
dominantes. Todos ponen. Todo para acá.
Pero en realidad ni les importa el crecimiento de la economía nacional menos el
comportamiento de los niveles de ocupación y empleo, ni el reparto de utilidades del capital.
Lo único que les interesa es que los dejen tranquilos en la tranquilidad que les garantizaba el
Viejo Régimen de los Salinas de Gortari, de los Zedillo, de los Fox, de los Calderón, de los Peña.
Que roben y que los aplaudan por saber robar.
Para su desgracia, el actual presidente tiene la mayoría de las preferencias político electorales
y su popularidad se extiende al partido que lo llevó al poder hace tres años. Difícilmente, tales
emisarios del pasado y profetas del desastre pasarán. Si no, que lo digan las encuestas.
Nomás para su ardor: La moneda mexicana ligó siete semanas de ganancias.