Sarelly Martínez
Lupe Marín (1895, Zapotlán el Grande, Jalisco-1982, Ciudad de México) fue escritora, feminista
y parte vital de la cultura mexicana en la primera mitad del siglo XX.
Su libro La única, que acaba de reeditar Anaclara Muro en la UNAM, más que una
novela de logros literarios es una apuesta por plasmar sus pensamientos feministas y
subversivos en el México posrevolucionario de los treinta.
María Guadalupe Marín Preciado, su nombre completo, tomó como pretexto el
formato de la novela para contar su desquiciada relación matrimonial con el poeta Jorge
Cuesta, pero sobre todo para plasmar sus convicciones del ser mujer y las dificultades para
serlo en un México anclado en el pasado.
No era una mujer sumisa. Elena Poniatowska, quien escribió su biografía titulada Dos
veces única, dice que Lupe Marín era muy ocurrente, divertida, buena conversadora, rebelde y
mandona. Diego Rivera, quien fue su esposo, la describió como fuerte, con “largas piernas
musculosas” de “potra salvaje” y de ojos verdes “transparentes”.
La única, libro publicado en 1938, pasó inadvertido en su momento. Si acaso alimentó
el chisme de la intelectualidad y causó enojo entre los parientes de Jorge Cuesta, pero no fue
comentado con la seriedad merecida. José Juan Tablada escribió que el libro era “repugnante,
indiscreto y deletéreo” y su autora “virago o marimacha”. La novela quedó olvidada en la
Biblioteca Nacional, hasta que la investigadora Anaclara Muro la rescató y preparó su
reedición.
La portada de la primera edición del libro es cruel: Lupe Marín sostiene un plato con la
cabeza de Jorge Cuesta. El motivo estaba claramente enunciado: ajustar cuentas con su
exesposo, el poeta de los Contemporáneos.
Diego Rivera, el autor de la portada, se prestó a la venganza porque Lupe Marín lo
había abandonado por Jorge Cuesta. Sin embargo, Marín también criticó al muralista: “Ella
estaba casada con un hombre famoso, al que su fama no le dejaba tiempo ni para hablarle”,
escribió.
Marín valoró el trabajo de la mujer tanto como la del hombre, por más famoso que
fuera y por más proveedor que apareciera ante los ojos del mundo:
“Cuando el hombre se siente diferente y resulta ser superior, y la mujer, debilitada,
cree que no vale nada, el dinero que él aporta, nuca es igual a lo que ella hace; no se puede
comparar. Parir, coser, cocinar o simplemente gobernar y cuidar la casa y la familia significa lo
mismo; la comida, que es la vida, vale menos que el efectivo. Pero el hombre está tan seguro
de su superioridad y se siente solo con el peso del hogar; por eso busca después la
recompensa y el desquite”.
Lupe Marín criticó a escritores, a poetas, a secretarios de Estado, a todos los
personajes que conspiraban en contra de la equidad de las mujeres. A los sacerdotes por
demostrar en cada sermón, la inferioridad de la mujer, y por argumentar a favor de “la
superioridad intelectual de los hombres”.
Fue una voz fresca que levantó las primeras barricadas en defensa de la mujer:
“Tengo una idea fatal de la vida, conozco cientos de hombres con hijos y nunca he
podido exclamar de uno de ellos ¡qué hombre es! Y no porque no los hayan tenido conmigo,
porque con dos he tenido hijos, y siempre me sentí más hombre que ellos”.
Y Lupe Marín hablaba de dos personajes fundamentales de nuestra cultura: Diego
Rivera y Jorge Cuesta, con quienes estuvo casada.
Leer a Lupe Marín es encontrarse con una voz crítica capaz de decir su verdad en el
México de machismo pleno, y que ahora es reconocida como una de las primeras feministas de
nuestro país.