Enriqueta Burelo
El concepto de muerte digna, adquiere diversos significados, para el escritor japones Mishima,
un suicidio ritual llamado seppuku o harakiri en el código samurái , para una persona religiosa,
el martirio en nombre de su religión, para un guerrero vikingo, morir en la pelea para ascender
al Valhalla , junto a Odín y los dioses, para muchas personas, morir durmiendo o víctima de un
infarto fulminante y de esa manera pasar a mejor vida, hoy para Alain Delón, el animal más
bello del mundo, el suicidio asistido.
Alain Delon se ha convertido en la segunda gran personalidad del arte francés en pedir suicidio
asistido en menos de un año. Su nombre se suma al de la cantante Françoise Hardy, que en
junio de 2021 manifestaba su deseo a morir dignamente tras luchar durante tres años contra
un cáncer de faringe. “Ya no tengo nada que funcione con normalidad desde que me aplican
estas terapias y las noches son aún peores que los días. No tengo miedo a morir, pero sí tengo
mucho miedo a sufrir”, declaró en junio del año pasado a la revista Femme Actuelle.
En el caso del actor, según ha confirmado su hijo en una entrevista para el medio francés RTL,
se debe a los dos derrames cerebrales que sufrió en el pasado y al recuerdo de los últimos días
de lucha de su ex mujer, Nathalie Delon, que falleció en 2021 de cáncer de páncreas. La
diferencia entre ambos casos es que Delon sí podrá hacerlo, ya que en el país donde reside,
Suiza, es legal el suicidio asistido.
Imaginemos una persona que después de años de lucha contra el cáncer, se encuentra en fase
terminal. En el ámbito clínico, esto significa que el paciente ya no responde a ningún tipo de
tratamiento, por lo que la enfermedad ya no puede curarse y el destino de la persona es la
muerte.
El sufrimiento es constante tanto para el paciente como para su familia, conocedores de que
las posibilidades de que se recupere son muy bajas, prácticamente inexistentes. En esta
situación, cuando la muerte es inevitable y el dolor, la angustia y el malestar solo hacen que
crecer, surgen algunas preguntas.
¿No podemos hacer algo para que la persona deje de sufrir? ¿Es moral mantener a la persona
viva en contra de su voluntad? Si sabemos que la muerte es el único resultado, ¿no merece
descansar lo antes posible? ¿Podemos acelerar el proceso de morir para no alargar el temido
momento tanto para el paciente como para sus seres queridos?
En este contexto aparecieron la eutanasia, el suicidio asistido y la muerte digna, tres conceptos
que siguen siendo controvertidos y difíciles de legislar pero que, en definitiva, buscan dar
descanso de la manera más tranquila posible a aquellas personas que sufren a diario.
La muerte digna, también conocida como “ortotanasia”, defiende la idea de que la muerte
debe llegar a su momento justo y que no hay necesidad de ir en contra de la naturaleza ni de
hacer que el paciente se mantenga vivo cuando “su momento ha llegado”. Es la menos
controvertida de las tres ya que es la única en la que no se fuerza directamente la muerte de la
persona, sino que consiste en no obligar al paciente a someterse a tratamientos ni terapias
que tienen la finalidad de mantenerlo en vida forzadamente.
Entramos en terreno controvertido, pues con la eutanasia sí que se fuerza la muerte del
paciente. Etimológicamente significa “buena muerte”, aunque es un concepto que sigue
generando confusión y dudas. La eutanasia engloba todas aquellas técnicas médicas que se
aplican de forma voluntaria y consensuada para acelerar la muerte de una persona con una
enfermedad incurable o terminal. El equipo médico es el encargado de dar al paciente,
siempre y cuando este lo haya solicitado de forma legal, medicamentos que provocan su
muerte. Si con la muerte digna dejábamos que la muerte siguiera su curso natural, con la
eutanasia aceleramos su llegada para no prolongar el sufrimiento del paciente.
La más controvertida de las tres. el suicidio asistido deriva de la propia eutanasia, aunque va
un paso más allá, pues es el propio paciente quien termina con su vida. Como su propio
nombre indica, consiste en permitir que la persona se suicide. En el suicidio asistido el papel del médico es diferente. Si bien en la eutanasia era este médico el que administraba el
medicamento para provocar el fin de la vida del paciente, en el suicidio asistido es un mero
informador.
Actualmente solo está permitido en Suiza, donde se practica desde los años 40. Esto ha
provocado que este país reciba lo que se conoce como “turismo de la muerte”, pues personas
que dispongan de un certificado médico que afirme que padecen una enfermedad terminal
pueden recibir este suicidio asistido en Suiza
El doctor Arnoldo Kraus, especialista en el tema, ha publicado un libro ¿Tenemos razón al
querer decidir sobre nuestra muerte? Conforme creció mi experiencia clínica, señala, descubrí
que la mayoría de la gente muere en malas condiciones. No confronta su final cuando puede y
no me refiero a un accidente o un infarto, pero sí cuando enfermas o envejeces para quizá
tratar de elegir cómo morir de la forma menos mala, hablando por ejemplo de los pacientes
con padecimientos terminales. Ahí sería interesante abrir un diálogo más amplio y eso es lo
que intento con el libro.
El mundo nos quita muchas libertades y acota muchos de nuestros deseos, pero nadie te quita
el derecho al suicidio, lo cual no significa eutanasia, pero sí poner fin a tu vida. Tampoco se te
debe arrebatar la posibilidad de acercarte a un médico para que te acompañe a morir junto
con tus familiares o seres queridos. Es un derecho.
Creo que la mayoría de las personas estamos a favor de una muerte digna, sin sufrimiento, sin
embargo, existen todavía, principios morales, éticos o religiosos que impiden que, en buena
parte del mundo, no tengamos leyes a favor de esta concepción de muerte digna, sin embargo,
sucede en el ámbito privado, y no hay autoridad que pueda impedirlo.