Enriqueta Burelo
Las creencias políticas son un escándalo para quienes confían en la razón, porque parecen
inmunes a los argumentos, y son los argumentos el arma de la política, Popper: “Es menester que
combatan nuestros argumentos para que no tengan que combatir las personas”. Las afiliaciones
políticas no se fundan en razones, sino en propensiones emocionales que después intentan
racionalizarse.
El argumento siempre busca persuadir a la otra persona sobre la veracidad de lo que decimos. Por
esta razón, para que sea convincente, debemos procurar que nuestro argumento sea coherente,
sólido y sin contradicciones que puedan afectar su credibilidad. De allí que se diga que un buen
argumento debe estar siempre blindado, es decir, sin puntos débiles, para enfrentar réplicas y
refutaciones.
Un argumento sirve para probar un punto de vista en un texto, un debate, investigación, como
parte de un intercambio de ideas en una conversación o para crear hipótesis que expliquen
fenómenos o eventos. La argumentación también forma parte de nuestra vida diaria. Cada vez que
defendemos nuestra visión del mundo y nuestras decisiones usamos diferentes tipos de
argumentos para sustentar nuestras ideas.
Sin embargo, si repasamos las redes sociales, ustedes dirán, porque las redes sociales, porque es
un campo de estudio a la mano, donde podemos observar ampliamente, las reacciones de tirios y
troyanos, que se insultan sin ton ni son, sin ofrecer tesis, solo insultos.
Cada partido o partidos regularmente se inclinan hacia un estilo de abordar los problemas
sociales, se argumenta que los conservadores tienden a reconocer una responsabilidad individual
(por ejemplo, la falta de voluntad, de disciplina, de normas morales), mientras que los progresistas
tienden a afirmar una responsabilidad social. Es evidente que esa diferencia influye
profundamente en el tipo de políticas que proponen, ambas corrientes tienen parte de la razón.
Por otro lado, tenemos los prejuicios, que motivan a las personas a percibir solo la información
que los corrobora. Quién crea que los migrantes son delincuentes registrará solo las noticias sobre
delitos cometidos por ellos, sin tener en cuenta los perpetrados por los nacionales. Quien
considere que la ley de defensa de género es injusta, se fijara sólo en los asesinatos de hombres a
manos de mujeres. El prejuicio está blindado, porque además selecciona los canales de
comunicación que le dan la razón.
Puede resultar inevitable emocionarse al escuchar el himno nacional, enfurecerse ante un posible
desprecio, considerar lo nuestro mejor que lo ajeno, pero esas emociones deberían mantenerse
en su reducto afectivo, sin que lanzasen a la acción. Precisamente el conocimiento de que las leyes
de la percepción o de la emoción son implacables nos indica la solución. El sabio Spinoza,
perseguido por los intolerantes, señaló que “la libertad es la necesidad conocida”, porque al serlo
nos permite contrarrestar su imposición. No la anula, por lo que hay que convivir con ella. La
limitación de nuestro conocimiento hace que no podamos librarnos de esas coacciones de las que
no somos dueños. No podemos pretender eliminar las evidencias emocionales, ni las ilusiones
perceptivas, tan solo aislarlas si es necesario. Intentar que tengan la menor influencia posible en
nuestras decisiones.
Hoy y siempre han existido acalorados debates, que en ocasiones acaban en diálogos de sordos,
debemos estar conscientes que construir argumentos irrefutables en sociología, ética, política o la
vida diaria resulta una utopía, ya que todos estos temas están sometidos a la coyuntura, a cosas
que creemos ser de cierta manera, pero siempre existe la posibilidad de estar equivocados”
En el Congreso, pero también en la sociedad misma, por ejemplo, implica dejar de ver las cosas en
términos de ‘mi partido contra el del frente’ y más como ‘trabajemos juntos para llegar a la mejor
solución posible’. El diálogo verdadero sólo puede nacer desde esta segunda actitud. Pero para
ello se requiere bajar las armas y creencias: si yo estoy total y absolutamente seguro de que mi
posición es cierta, no hay nada que pueda dialogar ni colaborar. Sin embargo, es importante
pensar que nuestras creencias están sometidas a revisión, aceptar la colaboración y dejar de mirar
a los otros u otras como el enemigo.