Víctor CORCOBA HERRERO
“Deberíamos saber ya, que todo está en relación, por lo que no tiene sentido encerrarnos en
nosotros mismos, sin cultivar el espíritu solidario, que implica respeto mutuo y conjunción de
fuerzas”.
El momento no es fácil en ninguna parte del mundo. A poco que activemos la
conciencia del tiempo y naveguemos por el espacio viviente, advertiremos tensión física y
emocional; y, lo que es peor, agotamiento para enfrentarnos al aluvión de incertidumbres y
desafíos que se nos pueden presentar en cualquier fecha. No importa el instante ni el lugar. La
globalización es un proyecto natural que abarca todo tipo de dimensiones, lo que nos exige
caminar como familia, siguiendo los inherentes principios vinculantes, de comunión
responsable. Bajo dicha perspectiva, nadie es ajeno a nada. Nos afectan todo tipo de
atmósferas. Sean aires causados por el estrés laboral, con apretados turnos y un sinfín de
inseguridades, u otros vientos estresantes múltiples o cotidianos, que nos dejan sin corazón,
deshumanizándonos por completo. Por si fuera poco, el desconsuelo, hasta la propia
naturaleza que nos acompaña está sufriendo un elevado estrés hídrico, provocando que
alguna ciudadanía, en ciertos territorios del orbe, no pueda mantener algo tan esencial como
las buenas prácticas de higiene.
Hace unos días, nos recordaba Naciones Unidas, que a nivel mundial se prevé que cada 1 ºC de
aumento de la temperatura provocado por el calentamiento global supondrá una reducción
del 20 por ciento de los recursos hídricos renovables y afectará a un 7 por ciento adicional de
la población. Estos impactos, desde luego, ahora están presentes. Multitud de países, incluida
España, les cuesta una buena dosis estresante para mantener un suministro mínimo de agua
potable en periodos de sequía. Está visto que tenemos que gestionar mejor los recursos
naturales, siendo más respetuoso con todo lo que nos rodea. Además, es público y notorio,
que un consumo excesivo, induce al estrés en el uso de las tierras, aparte de provocar una
mayor contaminación y la pérdida de hábitats naturales. No olvidemos que todo está en
creación, ya no solo para recreación nuestra, que también, pero sobre todo tenemos que
hacerla fructificar, mejorando la eficiencia del uso del agua, por ejemplo. Tampoco estamos
aquí para adueñarnos de nada, sino para colaborar y cooperar en que esta creación no se
agote y muera, debido a nuestras malas andanzas.
Repensemos entonces la situación. Necesitamos momentos de reposo, tanto para enmendar
entornos como para descansar y poder salir de este vacío estresante. Lo importante es
reencontrarse, tener tiempo para reflexionar, antes de que la desesperación nos ahogue y no
podamos detenernos para respirar hondo en la vida. Hay que volver a ese estado natural, que
es lo que nos dona una paz interior, y nos hace ver a la existencia con otros ojos más poéticos
que poderosos. El poder por el poder todo lo corrompe, hasta nuestra misma casa terrenal.
Hemos de frenar cualquier superioridad antes de que, el reino de los pedestales, nos dejen sin
camino de búsquedas y hallazgos. La demostración suprema de virtud radica, precisamente, en
poseer una hoja de rutas de servicio impecable, fruto de un poder natural sin abusar de él;
puesto que el método vivencial, consiste en hacer camino, no en deshacerlo por el ordeno y
mando. Esta movilización debe dar continuidad al estado armónico, que es lo que
verdaderamente aminora las tensiones, las explosiones de rabia y el aumento de hechos
violentos.
Ante este cúmulo de realidades crueles, asociadas a los traumas y al estrés emocional por las
trágicas experiencias vividas, a veces se suman otros riesgos de contiendas inútiles, de
explotaciones inhumanas, que nos dejan sin aliento. En ocasiones, el agotamiento es tan
fuerte que más que alimentos se requiere de alguien con quien hablar, que entienda de
necesidades íntegras e integradoras, para poder sentirse acompañado. Hoy más que nunca,
hace falta animar a todo aquel que está destruido internamente, para que pueda recuperar la
confianza en sí mismo y tomar una actitud abierta y positiva para poder hacer tronco y reconstruirnos como linaje, en un planeta que es de todos y de nadie en particular. Sabemos
que la pandemia de Covid-19 ha disparado la depresión y la ansiedad, con el consabido estrés
de debilidad y con un alto riesgo de conductas suicidas. Deberíamos saber ya, que todo está en
relación, por lo que no tiene sentido encerrarnos en nosotros mismos, sin cultivar el espíritu
solidario, que implica respeto mutuo y conjunción de fuerzas. Con estos sentimientos,
dejaremos de estar adormecidos y la resignación no cabrá en nuestra lucha diaria, al observar
que unidos y no revueltos, es como se superan los peligros y se endulzan los sufrimientos.