Dr. Gilberto de los Santos Cruz
¿Qué es el Humanismo Mexicano?
Durante una marcha el Presidente López Obrador dio a conocer que es el humanismo mexicano,
modelo en el que ha señalado se basa su Gobierno. Por el bien de todos Primero los pobres, esta
frase debiera ser la esencia de la actividad política porque es sinónimo de humanismo y una forma
distinta de entender la importancia del poder, cuyo ejercicio, como ha dicho muchas veces, solo es
puro y virtuoso cuando se pone al servicio de los demás, señalo en esa ocasión.
Este humanismo, que se origina en la Escuela de Salamanca con Francisco de Vitoria y Domingo de
Soto hacia 1530, se radicaliza en la controversia en torno a la legitimidad del Imperio con
Bartolomé de las Casas y Alonso de la Veracruz. La dignidad, la autonomía y la libertad del
individuo son los principios centrales del humanismo ético.
El mundo de hoy sumergido en profundas crisis económicas, políticas, financieras y sociales
retoma nuevas dimensiones de los valores humanos, pero es necesario, primeramente,
identificarlos y determinar cuál es el contenido de ellos en esta generación, en correspondencia
con las condiciones en que se vive. Es necesario aclarar que el valor humano depende en lo
fundamental del medio social en que se desenvuelve el hombre, porque se relaciona con la forma
en que se asimilan esas condiciones sociales. De ahí que hay que preparar al hombre para que
responda al medio social en que vive y esto está estrechamente relacionado con los valores
humanos.
Aun cuando el tema de los valores es considerado relativamente reciente en filosofía, los valores
están presentes desde los inicios de la humanidad. Para el ser humano siempre han existido cosas
valiosas: el bien, la verdad, la belleza, la felicidad, la virtud, etc. Sin embargo, el criterio para darles
valor ha variado a través de los tiempos. Se puede valorar de acuerdo con criterios estéticos,
esquemas sociales, costumbres, principios éticos o, en otros términos, por el costo, la utilidad, el
bienestar, el placer, el prestigio. Todo valor supone la existencia de una cosa o persona que lo
posee y de un sujeto que lo aprecia o descubre, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los valores son
producto de cambios y transformaciones a lo largo de la historia. Surgen con un especial
significado y cambian o desaparecen en las distintas épocas. Por ejemplo, la virtud y la felicidad
son valores; pero no podríamos enseñar a las personas del mundo actual a ser virtuosas según la
concepción que tuvieron los griegos de la antigüedad.
Vamos por la vida ignorando situaciones realmente denigrantes, el simple hecho de no respetar a
un anciano, no cederle el asiento a una embarazada, pasar desapercibido a alguien que necesita
de nuestra ayuda, desvalorizar a las personas con capacidades diferentes etiquetándolas, es
indignante cómo los valores se van enterrando y en esta sociedad destructiva no empezamos por
hacer una mejora en nuestra conciencia humana. Esto también ha sido influenciado por los
medios a los que tenemos acceso, dígase televisión, Internet, publicidad impresa, en fin, todos los
medios de comunicación en general. Los valores son el soporte de una convivencia sana entre
seres humanos. Pero ese soporte se construye con nuestros valores individuales, con nuestros
valores familiares, incluso con nuestros valores regionales y nacionales, pero todo comienza con la
persona. En la actual sociedad tal pareciera ser lo mismo bueno que malo, siendo esto una total
equivocación, la gente es egoísta al extremo, ya que solamente piensa más en cosas materiales,
sus pertenencias, su espacio, su libertad, olvidando a todo, haciendo lo posible para obtener por
cualquier forma su beneficio.
Al descubrir o saber lo que somos, por consecuencia descubriremos qué valores nos convienen.
Cuanto mejor percibamos nuestra naturaleza, tanto más fácilmente percibiremos los valores que
le pertenecen.
Los valores morales o éticos son superiores a los ya mencionados. Esto se debe a que tienen que
ver con el uso de nuestra libertad, ese don inapreciable y sublime que nos permite ser
constructores de nuestro propio destino. Estos son los valores humanos por excelencia, pues
determinan nuestro valor como personas. Incluyen, entre otros, la honestidad, la bondad, la
justicia, la autenticidad, la solidaridad, la sinceridad y la misericordia. El mundo de hoy pasa por
alto un hecho muy sencillo: la persona humana es religiosa. Aunque seguramente será difícil
encontrar esta afirmación en un texto de sociología, no ha habido en la historia una sola sociedad
que no haya sido religiosa. Preguntar por la existencia de Dios es algo que está íntimamente unido
al por qué de la existencia humana. Buscamos de forma natural la trascendencia, porque es lo que
da sentido y significado a nuestra vida sobre la tierra. Si el hombre cultiva los valores religiosos con
tanta tenacidad, es porque ellos corresponden a la verdad más profunda de su ser.
Los valores necesitan dos etapas: la de su revisión seria y la de su aplicación. Valores sin acción son
iguales a incongruencia. Si quisiéramos ver un mundo diferente, una sociedad más equilibrada y
un futuro más alentador, entonces es el momento de detenernos a reflexionar ¿Qué son los
valores para mí? ¿Cuáles forman mi vida? ¿Qué significan los demás para mí? Y entonces, nuestro
análisis debe trasladarse del «Yo» al «Tú», es decir, dejar de pensar un poco en nosotros mismo y
volcarnos hacia los demás, ser generosos y ver qué necesitan los demás de nosotros.
Mientras no resolvamos nuestra crisis de valores individual y nuestras acciones sean congruentes,
seguiremos viviendo en un mundo donde «es lo mismo ser Honrado que traidor, ignorante, sabio,
ratero, generoso, estafador; todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran
profesor». ¿O podemos cambiar? ciertas cosas son buenas para nosotros porque nos ayudan a
alcanzar nuestro fin u objetivo. Si acertamos a descubrir a dónde vamos como hombres, cuál es
nuestro objetivo, podremos entonces saber qué es bueno para nosotros en ese sentido.
Comprendimos que los valores son un conjunto de creencias que nos dictan la forma de conducta
más aceptada socialmente.
Es importante utilizar la brújula de la «conciencia emocional», para evaluar si la actividad que
vamos a emprender vale la pena. Como conciencia emocional se entiende como la capacidad de
reconocer el modo en que nuestras emociones afectan a nuestras acciones y la capacidad de
utilizar nuestros valores como guía en el proceso de toma de decisiones.
El éxito de las personas en cualquier actividad depende más de las competencias emocionales que
de las capacidades cognitivas.
En un mundo tan cambiante encontramos que la flexibilidad, la posibilidad de adaptarse al cambio
es más importante que la experiencia.
Entendemos que el ser humano no solamente actúa por razonamiento, también influyen las
emociones y los sentimientos.
Las dos grandes instituciones de mayor relevancia en nuestra sociedad: Familia y escuela, tiene
una enorme tarea, para poder humanizar a esta sociedad que se encuentra tan deshumanizada.
En la escuela se debe hacer un trabajo arduo, para mejorar o cambiar prácticas que dañen u
ofendan a los demás, se debe ser muy constante en hacer reflexionar a los niños que, al actuar de
una manera incorrecta contra una persona, la herimos, le bajamos la autoestima, la hacemos
sentir mal, la práctica de buenos valores debe estar presente en todo momento.