Jaime Calderón hizo un llamado a la población para evitar normalizar o acostumbrarse a ver el
dolor en poblaciones migrantes
MIROSLAVA HERNÁNDEZ/PORTAVOZ
FOTO: JACOB GARCÍA
Como urgente y preocupante, fue como Jaime Calderón Calderón, obispo de Tapachula, calificó el
fenómeno de la migración forzada que afecta en la región, por tal motivo hizo un llamado a fin de
evitar normalizar esta situación, debido a que su lamentable proliferación obliga a cientos de
personas a abandonar sus hogares en busca de seguridad y de una vida mejor.
Explicó que la migración forzada es un fenómeno complejo y multifacético, el cual ha sido
impulsado por una serie de factores, dentro de los cuales destaca la pobreza, la violencia, la falta
de oportunidades económicas y la inestabilidad política.
Señaló que estos problemas, los cuales de manera histórica han estado arraigados en el territorio,
obliga a que cada persona que se ve forzada a abandonar su hogar lleve consigo una historia única,
sueños rotos, familias separadas y una vida marcada por el sufrimiento de las circunstancias, por
ello lamentó que a pesar del duro y difícil impacto que esto genera, continúe siendo una
problemática que no se ha visibilizado ni por las autoridades ni por la población.
Por lo anterior, consideró que es urgente trabajar por la defensa de la dignidad y de los derechos
de todos los seres humanos, independientemente de su origen o de su estatus migratorio, debido
a que el tema de la migración es un asunto de mucha complejidad.
Asimismo, comentó con base en su experiencia, que es doloroso ver a las personas que están
envueltas en estas circunstancias, terminar siendo víctimas una vez más de otra de las más graves
violaciones de los derechos humanos, como lo es la trata, abusos y discriminación en su travesía
hacia un mejor futuro, ello propiciado por las severas complicaciones que atraviesan en sus
recorridos, principalmente en las fronteras, en donde, consideró, deberían de ser lugares de
encuentro y fraternidad, sin embargo, lejos de representar esto se han convertido en sitios de
muerte y exclusión.
Aunado a lo anterior, condenó que aún cuando existe la conciencia de los peligros y riesgos que
enfrentan estas poblaciones en su camino, tales como la violencia, explotación y la muerte, resulta
indignante constatar que diversos actores, entre ellos autoridades, cuerpos de seguridad, crimen
organizado e incluso algunos pequeños comerciantes, así como empresarios, lucren
indebidamente con el sufrimiento de los migrantes y se aprovechen de su condición.
Por último, indicó que debido a este difícil panorama, le corresponde a la familia diocesana actuar
como comunidades fraternas, acogedores y solidarias con los migrantes que llegan hasta las
puertas de las casas en busca de ayuda; asimismo, invitó a la población en general a evitar
normalizar o acostumbrarse a ver el dolor de los hermanos, si no por lo contrario, que se
sensibilicen con sus situaciones.