Sarelly Martínez Mendoza
A fines de 1992, la doctora Lilia González Velázquez, entonces directora de la Facultad de
Humanidades de la Universidad Autónoma de Chiapas, me propuso coordinar los trabajos para la
creación de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación.
Por esas fechas, era yo profesor de una asignatura optativa en la Licenciatura en Letras
Latinoamericanas y estudiante de la Maestría en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
La propuesta, surgida de la generosidad de la directora de la Facultad, me tomó por sorpresa
porque no se me había cruzado por la cabeza dedicarme de lleno a la docencia y mucho menos
diseñar un plan de estudios. Ante mi titubeo, me dijo que ella y la doctora Elsa Velasco Espinosa,
su secretaria académica, me asesorarían en el plano pedagógico. Lo mío sería presentar un plan de
estudios enfocado formar profesionales en la comunicación.
De fines de 1992 a principios de 1993 trabajé en la propuesta. Me tocó consultar a especialistas,
hablar con comunicadores que ejercían su profesión en Chiapas y con otros interesados en el
tema. Recuerdo el apoyo y la orientación que recibí de Lourdes Orduña Calcáneo, directora del
Sistema Chiapaneco de Radio y Televisión, egresada de la Universidad Iberoamericana; de Higinio
García Mendoza, coordinador de Comunicación Social, egresado de la Universidad Veracruzana, y
de Enrique García Cuéllar, conductor de varios programas de radio, columnista estupendo,
egresado de la Universidad del Valle de Atemajac.
Ante el reto que significaba escribir un plan de estudios, acudí a mis profesoras de la Maestría en
Ciencias de la Comunicación. Conservo en la memoria, la gentil colaboración de Carmen Millé
Moyano, y en especial de Florence Toussaint Alcaraz, mi amiga desde entonces, especialista y
acuciosa investigadora en medios. También visité a mis profesores de la Escuela de Periodismo
Carlos Septién García, en donde estudié la licenciatura. Hablé varias veces con José Alfredo
Páramo de la Cerna, un profesor con el corazón pleno de marimba, por haber vivido en sus años
juveniles en Tuxtla Gutiérrez, y con quien ahora mantengo una comunicación permanente, el allá
en La Soledad, California, en Estados Unidos, y yo aquí en la siempre tórrida capital del estado.
También me orientó y revisó el proyecto, Manuel Pérez Miranda, director de la Septién y maestro
de varias generaciones de periodistas. Una vez, en su visita a Tuxtla, caminábamos por los
andadores del zoológico Miguel Álvarez del Toro, y entre mirada y búsqueda de los animales,
hablamos de lo necesario que era contar con periodistas profesionales en Chiapas. Sugirió que la
columna vertebral del plan de estudios debía ser redacción, porque sin esa destreza, dijo, la
información quedaba guardada en las libretas y extraviadas en las máquinas de escribir.
Eran todavía los tiempos de las redacciones ruidosas, de máquinas Olivetti y de periódicos de
prensa plana en Chiapas. El periódico Cuarto Poder se aventuraría, casi a la par con el surgimiento
de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, en cambiar sus viejos armatostes por modernas
rotativas.
El periodismo, en su mayoría, era de una pobreza lamentable, con falta de manejo de géneros de
redacción y sobreabundancia de noticias editorializadas, una creación muy nuestra, porque
permitía informar y comentar con un sesgo desmedido. Había esfuerzos, por supuesto, de
periodistas hechos en proyectos como los de El Observador de la Frontera Sur o de Ámbar, ambos
editados en Tuxtla Gutiérrez, y los de algunas publicaciones marginales de San Cristóbal de Las
Casas y de Tapachula.
El propósito para crear la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación era muy claro: incidir en la
formación de los profesionales dedicados al periodismo. Lo demás, la comunicación y el campo
abierto a la investigación, llegó después. Llegó a medida que nos adentramos en el campo, que
descubríamos —casi a la par con los alumnos—, que había otros caminos en donde se podía
transitar, que no todo era periodismo y que no todo eran medios de difusión.
Los profesores aprendimos de forma intensiva con aquella primera generación de entusiastas
estudiantes de comunicación que llegaron en septiembre de 1993, que era el mes lluvioso y de
inicios de clases.
La semana pasada festejamos los 30 años de fundación de la carrera en Comunicación, y los
directivos de la Facultad de Humanidades, encabezados por la doctora María Eugenia Díaz de la
Cruz, invitaron a la Tercera Generación de Egresados a abrir la semana de celebración.
Anteriormente participaron los egresados de la primera y segunda generación, y para el próximo
año se espera convivir con los de la cuarto generación.