Manuel Velázquez
“Me parece que es un presidente irresponsable, porque tiene una inhibición provinciana,
no es porque le importe más México (sic.), es porque le tiene miedo al mundo”. Expresó
Héctor Aguilar Camín en relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador, por sus
negativas frecuentes a viajar al extranjero. “Tiene una inhibición provinciana” ¿qué
significa esto? Más allá de lo político, lo que me llama la atención de estas ideas es la
noción peyorativa del término. La idea de que la provincia es una sola y vive en una
modernidad tardía, en oposición al centro que vive un desarrollo pleno, que es secuela de
una modernidad temprana. El centro viendo a occidente, por tanto “universal”; la
provincia viendo hacia adentro por tanto local y atrasada; porque no ha arribado a la
modernidad, con todos sus beneficios en lo cultural, social, económico y político.
En países como el nuestro la diferencia entre el centro y la periferia suele ser extrema, las
diferentes luchas sociales y la democracia no han terminado con la idea de subordinación,
de dependencia, de subdesarrollo de los estados y provincias (las intenciones de
modernización han estado presentes en México, como promesas desde los tiempos de
Porfirio Díaz, pero supongo que han fracasado).
En México, en el arte si quieres obtener prestigio lo fundamental es moverse, pero ¿hacia
dónde?, obvio al centro. Y yo diría a los centros o al menos a capitales económicamente
fuertes como Guadalajara o Monterrey, o con una importante oferta turística como
Oaxaca o San Miguel Allende o Mérida, o quizá Los Cabos, y ¿algún lugar más? Quedarse
en provincia donde no hay mercado, difusión u oportunidades para el arte y pretender
vivir de él allí (nos dicen), equivale prácticamente a decidir quedar atrapado, a cometer un
error y repetirlo por gusto, si bien queda la opción que propuso el citado escritor que sea
“por miedo al mundo”.
Para mí lo importante es desmontar “el mito de lo provinciano opuesto a la universalidad
en el arte contemporáneo. Muchos artistas desde las provincias han generado obras que
incursionan o se valoran en el arte mundial. Al crítico y curador cubano Gerardo
Mosquera, se deben algunas de las tesis más importantes que han definido el sentido del
arte fuera de los grandes centros de producción, la idea de que el artista latinoamericano
ya no necesita pasaporte, o la idea de un arte “desde aquí”, desde los propios contextos,
valores y devenires culturales.
Para el arte contemporáneo occidental y hegemónico ¿ha llegado también la hora de la
universalidad? En otros términos, la hora de que el valor de un artista sea totalmente
independiente de su nacionalidad o localidad. Se puede hablar de algunas “oleadas” de
cambios. Baste como prueba, la dispersión de exposiciones y bienales por todo el planeta
(se organizan incluso en La Habana, Taipeh o Dakar), o el éxito de los artistas asiáticos que
siguió a la ola procedente de Europa del Este a comienzos de los años noventa. Sin
embargo, en materia de un verdadero cambio, la mundialización y su corolario en la
producción artística, aun es un ideal difícil de conseguir. Pero ayuda la discusión y la crítica
para hacerse de información, estrategias y relaciones que contribuyan a crear las
condiciones de producción, difusión y venta de la obra, entendiendo los contextos y sus
respectivas circunstancias económicas, sociales y culturales, todo ello desde la
formulación de nuevas perspectivas para las artes en las distintas provincias.
En cada época, se mira el éxito de unos y otros como algo natural. La verdad es que el arte
es una zona totalmente reglamentada, y la concentración geográfica del arte
contemporáneo es un obstáculo al reconocimiento del potencial artístico que existe en
otras latitudes que no sean los grandes centros culturales de occidente, y los centros
locales que asumen un arte hegemónico y dominante como “universal”.