Trayectorias como la de Erika Vera reflejan la importancia en profesionales
comprometidos en la formación de las infancias
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
La educación de nuestros hijos es crucial para su desarrollo. Desde temprana edad, es
fundamental que encuentren en sus maestros no solo conocimiento, sino también
confianza y seguridad, elementos esenciales para cultivar un ambiente propicio para el
aprendizaje y el crecimiento personal.
De acuerdo con la Ley General de Educación, en México hay tres tipos educativos: el
básico, el medio superior y el superior. Asimismo, los resultados de la Encuesta Nacional
de Ocupación y Empleo, muestran que hay 1.2 millones de personas que son maestras y
maestros de educación básica: 69.9 por ciento de mujeres y 30.1 por ciento de hombres.
En conmemoración al Día Internacional de la Mujer, destacamos el valioso trabajo,
dedicación y oficio de las mujeres que representan el 69.9 por ciento de las maestras a
nivel nacional en México. Su contribución en la educación es fundamental, evidenciando
el papel crucial que desempeñan en la formación de las futuras generaciones.
La labor de las maestras “cada vez se valora menos” aun cuando en las aulas se convierten
en madres, amigas, psicólogas, enfermeras, cantantes y hasta actrices, dicen; aun cuando
deben luchar, como en otros sectores contra el machismo y el acoso “todas sabemos que
sí pasa”.
Pero también hay casos como el Erika Rocío Vera Tovar, con 17 años de experiencia como
maestra y nueve años como directora técnica en el jardín de niños Efraín Antonio
Gutiérrez en Berriozábal, Chiapas, es un ejemplo de dedicación y compromiso educativo.
Su trayectoria refleja la importancia de profesionales comprometidos en la formación de
los niños y niñas en el municipio.
LAS MAESTRAS SOMOS LA SEGUNDA MAMÁ
“Trabajar con niños de tres años en adelante es una experiencia gratificante para mí. Ser
considerada como la segunda mamá en esta etapa crucial de su educación inicial es un
privilegio que valoro enormemente. Cada día, me sumerjo en la responsabilidad de cuidar,
guiar y fomentar el desarrollo de estos pequeños seres llenos de curiosidad e inocencia.
La conexión que se establece va más allá de la simple enseñanza; se convierte en un lazo
afectivo que contribuye al bienestar emocional y cognitivo de cada niño. Ser testigo de sus
primeros logros y ver cómo exploran el mundo que les rodea es simplemente asombroso.
Nos convertimos en confidentes de sus emociones, brindándoles un entorno seguro
donde pueden expresarse y aprender a relacionarse con sus compañeros.
En este rol de segunda mamá, no solo enseñamos habilidades académicas, sino también
valores fundamentales como el respeto, la empatía y la colaboración. Fomentamos el
juego como una herramienta de aprendizaje, donde descubren nuevas habilidades
mientras se divierten. Además, es emocionante observar cómo desarrollan su creatividad
e imaginación en un ambiente que estimula su curiosidad natural.
Aunque hay días desafiantes, la satisfacción de ver el progreso de cada niño compensa
cualquier dificultad. Nos convertimos en un pilar fundamental en su vida, contribuyendo
al desarrollo de su autoestima y confianza. Es un recordatorio constante de la importancia
de nuestro papel en la formación de los futuros ciudadanos”, indicó.
En resumen, “ser parte de la educación inicial de estos pequeños es más que un trabajo;
es una vocación llena de amor, dedicación y un compromiso constante con el crecimiento
y bienestar de cada niño. Estoy agradecida por la oportunidad de ser esa segunda mamá
que los acompaña en sus primeros pasos hacia un mundo lleno de aprendizaje y
descubrimientos”, expresó Erika Vera con lágrimas en los ojos.
La maestra, al igual que otras docentes en diversos niveles educativos, desempeña su
labor en condiciones desafiantes. Su experiencia refleja la realidad de maestras bilingües o
en interinato en áreas indígenas, enfrentándose a largos viajes de más de seis horas para
llegar a su centro educativo y enseñar a sus pequeños estudiantes.
En su relato, destaca la valentía de muchas maestras madres solteras que, siendo el
sostén de sus familias, también emprenden extensos desplazamientos para trabajar,
enfrentando las mismas dificultades que ella. Es un testimonio conmovedor de dedicación
y sacrificio en pos de la educación.
Erika señala que algunos colegas maestros varones han compartido ese compromiso,
acompañando a diferentes maestras en tramos de carreteras y terrenos difíciles,
alcanzando comunidades indígenas y cabeceras municipales. Este es un ejemplo de
solidaridad y cooperación dentro del ámbito educativo, donde la colaboración es esencial
para superar los desafíos geográficos y lograr un impacto positivo en la enseñanza.
“La enseñanza para mí va más allá de una labor, es mi todo. Cada vez que entro a mi salón
de clases, mis alumnos transforman mi vida y la llenan de felicidad. Creo firmemente que
enseñar con amor es el mejor regalo que puedo ofrecerles, proporcionándoles
conocimientos significativos que serán útiles a lo largo de toda su vida”, expresó la
profesora.
Durante la temporada de confinamiento por la pandemia de la COVID-19, Erika potenció
su habilidad para desarrollar estrategias y adaptarse a la educación a distancia. Estos
momentos fueron oportunidades de aprendizaje que enriquecieron significativamente su
dominio en el ámbito digital.
“Aprecio enormemente mi labor, la cual es reconocida en mi centro de trabajo,
especialmente por mi directora y los padres de familia. En este aspecto, no tengo quejas;
siento que mi dedicación es valorada y esto me impulsa a seguir brindando lo mejor de mí
en la educación de mis alumnos”, comentó la docentede educación inicial.
UN SEGUNDO HOGAR
“El rol de un buen maestro es guiar y fomentar la consolidación, fundación, cambio o
promoción. A diferencia de una línea recta, una buena maestra traza un camino único. Su
enfoque radica en escuchar antes de regañar, mostrando así una pedagogía empática y
comprensiva.
En el proceso de llevar a los infantes a un jardín de niños, más allá de cumplir con la
formalidad educativa, se gesta una etapa fundamental en su desarrollo. La creencia
común es que se busca una mera adaptación al entorno escolar, pero la labor de las
maestras va mucho más allá.
Estos espacios no solo procuran cuidado y entretenimiento, sino que se erigen como
terreno fértil para el cultivo de habilidades y destrezas esenciales en los más pequeños. La
maestra desempeña un papel crucial, delineando ambientes de aprendizaje que nutren la
mente del niño con experiencias significativas.
La construcción de conocimientos útiles a lo largo de los primeros años de vida se
convierte así en una tarea esencial. Los cimientos que se establecen en el jardín de niños
trascienden la simple preparación para la educación básica; se trata de forjar las bases de
un aprendizaje sólido que será pilares para toda su vida”, comentó la maestra Erika en una
entrevista exclusiva para el diario Portavoz.