Dr. Gilberto de los Santos Cruz
La tarea de educar, en su sentido social, ético y moral, es una responsabilidad de los
padres; sin duda, educar constituye una ciencia y un arte. Como arte, no existen reglas
fijas ya que cada caso es diferente; pero, a la vez, es una ciencia y como tal es necesario
conocerla, hay que estudiarla y dedicarle horas de trabajo. Nos ha tocado vivir en una
sociedad en crisis. Mientras cada año nuestros conocimientos científicos crecen a una
velocidad de vértigo, nosotros, las personas, nos entendemos peor. Al menos, siendo
optimistas, no progresamos al mismo ritmo. Dicen que estamos viviendo el cambio de era
más espectacular de la historia; hoy, más que nunca, se necesitan personas con valores,
responsables y libres; debemos esforzarnos para que nuestros hijos lo sean y se trata,
evidentemente, de una tarea que vale la pena. Porque debemos cambiar con la ayuda,
ánimo y paciencia de todos los actores educativo. «Solo aprende aquel que se apropia de
lo aprendido». Paulo Freire Es un hecho que la humanidad y especialmente Chiapas en los
próximos años estará viviendo una nueva era; algunos nos atrevemos a decir que será
histórico el transcurrir de los próximos seis años por la esperanza que mantenemos en
quien sin duda se convertirá en el próximo mandatario estatal. En las últimas décadas, la
velocidad de cambio es impresionante. Los descubrimientos y los adelantos científicos en
biología, genética, informática o telecomunicaciones superan todas las perspectivas. En el
área educativa, nos han cambiado las coordenadas: familia, escuela y ambiente se han
transformado. El ambiente exterior penetra en la intimidad familiar hasta dominar la
situación; las nuevas tecnologías atraen más horas de atención que los padres, y las
escuelas, en vez de estar al servicio de la familia, podrían pasar a convertirse en un ente
de trasmisión ideológica donde se adoctrina a hijos y estudiantes.
Es diferente hoy como hace 40 años y será diferente hoy que dentro de 40 años. Esto ni es
malo ni bueno, es una realidad con la que tenemos que aprender a vivir y desenvolvernos
para ayudar a nuestros hijos y estudiantes. No solamente han cambiado las circunstancias
exteriores, sino también las ciencias de la educación han ido adaptándose a la vertiginosa
carrera de los descubrimientos, y en los últimos años se han rejuvenecido
sustancialmente. Es una reacción natural; se detecta una nueva enfermedad, se generaliza
y, como un mecanismo de acción y reacción, se empiezan a preparar los antídotos
apropiados para combatirla. Por este motivo nacieron los centros de investigación de
metodologías innovadoras en las áreas de pedagogía en diversas partes del país. Se
desempolvan conocimientos ancestrales de la vieja Grecia y se investigan y desarrollan
sistemas orientales aplicados atávicamente desde hace miles de años. En este momento,
las ciencias más antiguas y más modernas se aúnan en un ansia de reacción frente al
ambiente actual y se desarrollan nuevos instrumentos y metodologías innovadoras. Se
trata de nuevos recursos, en manos de unos padres sin tiempo para educar y que con
frecuencia tienen el viento ideológico en contra. Estos recursos abren nuevas perspectivas
y esperanzas. Pero sobre todo permiten ser mucho más efectivos y abren posibilidades
positivas nunca antes imaginadas. Por otra parte, se aplican modernos métodos de tratar
la problemática de las relaciones humanas y los problemas de comunicación en la
empresa, métodos para el trabajo en equipo, la responsabilidad, el aprovechamiento del
tiempo, la calidad en el trabajo, la ética profesional y el compañerismo; nuevos sistemas
de motivación y de organización interna de las empresas. Todos ellos han contribuido a
mejorar los sistemas de funcionamiento y la mayor parte de sus principios son de
aplicación directa en la educación de los hijos. En las escuelas de familias los padres
aprenden a educar a sus hijos con eficacia a través de herramientas y sistemas de trabajo,
como los círculos de calidad, los métodos de mejora continua, los planes de acción, la
búsqueda de la excelencia a través de la creatividad, la calidad total, las asesorías
personalizadas, etc. Educar es una ciencia y un arte; un arte porque no hay reglas fijas, y
cada caso es diferente, cada circunstancia, única ya que las personas somos irrepetibles.
Pero, a su vez, es una ciencia y como tal es necesario conocerla, estudiarla y dedicarle
horas de trabajo. Nadie nace sabiendo, y hoy día la experiencia heredada de nuestros
padres en el área de la educación no es suficiente; me atrevería a decir que a veces puede
ser contraproducente. Nuestros padres educaban por intuición, por instinto guía dirían
hoy, y esta fórmula resultaba válida en su momento, aunque hoy podríamos calificarla de
peligrosa. No podemos resignarnos ante la evidencia de ver que, de cuatro hijos, uno no
responde a los patrones de persona libre y responsable en todo su significado
trascendente. Precisamente de estos cuatro hijos lo lógico es que salgan los cuatro
adelante y lo contrario solo debe ser la excepción que nos confirma como seres libres. Si
para ser un buen empresario es necesario tener «mentalidad de empresario», para saber
educar hay que tener «mentalidad de educador». La educación de la voluntad, es decir,
ser ético y moral en el actuar, y saber comportarse como un ser libre y responsable, son
términos que, a veces, quedan enmascarados en el ambiente actual. Somos los padres los
que tenemos la obligación de mantener vivos una serie de valores, en su sentido genuino
y en su verdadera dimensión. Estamos viviendo una crisis de valores que nos conduce a
salirnos de los caminos naturales y el resultado es la autodestrucción. Estamos admitiendo
como «lícitas» acciones que no son naturalmente buenas. Los pilares fundamentales de la
moral se están relativizando; lo que está bien para ti como padre, puede no serlo para tu
vecino, compañero o responsable de la educación en la escuela de tu hijo. Este relativismo
moral puede afectar a todo el ámbito de la vida humana y traer consecuencias como la
crisis económica de comienzos del siglo XXI, enraizada principalmente en una falta de
valores escandalosa en las que todo vale.
Tenemos que ser capaces de encauzar a la sociedad por caminos correctos. Los cambios
de estructuras que ayuden a desarrollar la familia deben ser apoyados, ya que no
debemos olvidar que la familia es una institución de derecho natural. La familia, la escuela
y el ambiente han podido cambiar, pero hay valores intangibles que es preciso mantener
para que la educación sea real y completa. La responsabilidad de los padres es
intransferible a terceros. Las escuelas, parroquias y asociaciones pueden ayudar, pero
nunca podrán sustituir la labor fundamental de los padres de cara a la educación de los
hijos. El vacío existencial, que tantas batallas está ganando entre las nuevas generaciones,
hemos de sustituirlo por una razón de existir que merezca la pena. Y los padres tenemos
en nuestras manos una baza decisiva. Debemos ser optimistas. Es verdad que educar hoy
es diferente, que el ambiente a veces juega en contra; pero también es cierto que
tenemos al alcance de la mano unos conocimientos capaces de convertir lo difícil en
posible, lo deseable en alcanzable. Es una cuestión de tomar conciencia de que tenemos
que educar en serio y de tener esperanza. Existen instrumentos exteriores suficientes para
poder afirmar que el éxito está a nuestro alcance. Nuestros hijos son personas, seres libres
con una vida eterna y como tales tenemos que educarles.