Víctor Corcoba Herrero
TRASTORNOS MENTALES DIAGNOSTICADOS; QUE REQUIEREN DE UNA
PROSPERIDAD HUMANÍSTICA
“Reafirmar y promover la plena realización de todos los derechos humanos y
libertades fundamentales de las personas con hiperactividad, ansiedad, autismo,
trastorno bipolar o de conducta, en igualdad de condiciones con los demás, aparte de
ser algo justo para hacer realidad el sueño de una sociedad inclusiva, nos insta a
comprendernos en la diversidad y a extender el abrazo, que es lo que en realidad nos
lleva a una vida plena y gratificante”.
A poco que nos adentremos en nosotros mismos y en aquello que nos rodea,
constataremos que, en todos los espacios y culturas, cuando falta la salud mental, se
produce una gran fragilidad, que suele germinar en parte de una disolución de la
propia identidad, dejando a las personas sin sitio alguno para poder reinventarse en
sus dificultades, sumado al rechazo de los que se asustan del trastorno y no saben, o
no quieren, acoger y tratarlo. La discriminación y el estigma seguramente nos dejen
hundidos, aunque el objetivo no debe quedarse únicamente en aliviar el sufrimiento.
De igual forma, hemos de iniciar la transformación vivencial de nuestros latidos, la
concepción de los instintos y de las estructuras sociales, hacia un nuevo modelo de
desarrollo que cuente con cualquier ser humano a la hora de preparar un porvenir
mejor para todos. No olvidemos jamás que, el padecimiento cerebral es el opresor
más temible y terrible. Desde luego que sí, su influencia ha sido grande en el devenir
de nuestra distintiva historia, que ha de vencer el encerramiento individualista, viviendo
para los demás.
Muchas de estas inseguridades se curan con vasos comunicantes. Hoy el espíritu
terrorífico que nos inunda es el sarampión de la humanidad. Por eso, no hay mejor
avance que pasar de la supervivencia a la dicha, a ese bienestar que todos deseamos
conquistar y que comienza en el propio hogar de cada uno. Por cierto, una educación
que no sea sensible a cualquier malestar o dolencia, marchita el corazón; y hace que
los jóvenes estén insensibilizados respecto al sufrimiento, cuando debe hacernos
crecer los vínculos familiares. En consecuencia, reafirmar y promover la plena
realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de las
personas con hiperactividad, ansiedad, autismo, trastorno bipolar o de conducta, en
igualdad de condiciones con los demás, aparte de ser algo justo para hacer realidad el
sueño de una sociedad inclusiva, nos insta a comprendernos en la diversidad y a
extender el abrazo, que es lo que en realidad nos lleva a una vida plena y gratificante.
Por desgracia, el contexto social no siempre acepta a los enfermos mentales con sus
limitaciones, lo que dificulta hallar los recursos.
Desprendernos de los intereses egoístas es esencial para entrar en la sanación de un
orbe cada día más dolorido, con talantes necios y comportamientos inhumanos.
Mutuamente, tenemos que aprender a reprendernos, sobre todo para incentivar los
propios talentos y potenciales que poseemos, lo que requiere un ejercicio persistente y
una mirada comprensiva. En este sentido, la situación humanitaria en el mundo es
devastadora, la intensidad y el alcance de las hostilidades, nos están dejando sin
palabras. Todos estos padecimientos, que nos sembramos muchas veces unos hacia
otros, además nos dañan como linaje pensante, nuestro propio árbol existencial. Nos
conviene, pues, a todos hacer examen de conciencia; al menos para adiestrar la
voluntad e instruirnos en nuevas líneas de acción, como puede ser invertir mucho más
en la salud mental de niños y adolescentes, lo que implica mejorar no solo el rumbo
sanitario, sino también la prosperidad humanística. Precisamente, el papel de
la comunidad asistencial, debe ser prioritario en un mundo globalizado, pero no
fraternizado, en parte por esta crisis de humanidad.
En efecto, integrando y ampliando las intervenciones, tanto efectivas como afectivas,
en los sectores de la salud, la educación y la protección social, incluyendo los
programas de acción que promueven la atención donante y tierna de las ramas
hogareñas, es como se promueve un mejor entendimiento de la salud mental.
Naturalmente, es muy importante hacer partícipe el contexto vital en el que se mueve
el paciente, para que no le falte el calor de su propia estirpe. Al fin y al cabo, todo se
traduce en saber acercarse entre sí, en preocuparse y en ocuparse por ellos. Por
supuesto, si en verdad queremos que prevalezca la cultura de la comunidad
dignificada, sobre la concepción del descarte esclavizado, tenemos la obligación de
romper el silencio que rodea a cualquiera de las perturbaciones craneales. La apuesta,
por consiguiente, del equilibrio psíquico, el juicio recto, el valor moral, la audacia como
valía o la resistencia para sacar el mayor bien de los contratiempos, son cuestiones
que tenemos pendientes de resolver y que debemos prestar superior apoyo, al menos
para continuar en el camino fecundo de la atención solidaria. ¡Ojalá!