Teresa Gil
Guerras. El jardín de senderos que se bifurcan
Las grandes potencias libran sus guerras y las pequeñas también. Todo se trasmina y se
copia. Así estamos hoy en esa guerra cotidiana, en un jardín de tantos significados como
los que alcanza la imaginación de Jorge Luis Borges. Un jardín que tiene tantos senderos
en los que el tiempo como un secreto sagrado no se menciona, pero nos lleva, como en
aquel cuento del argentino, a lo más oscuro y terrible, la destrucción. Lo traemos a
colación porque eso estamos viviendo, pero no solo a nivel internacional, sino en el propio
país en donde las guerras toman varias dimensiones, como contaminar el agua, por
ejemplo o simplemente, en una coincidente mano que lacera la vida de candidatos a un
puesto, en esta contienda. Y todo lo que está en el centro es el poder, tanto mundial
como nacional.
LA TERRIBLE SENCILLEZ DEL CRIMEN SE IMPONE A LA SABIDURÍA
El jardín de senderos que se bifurcan, ha sido publicado miles de veces en diferentes tipos
de ediciones y es uno de los cuentos más famosos del escritor argentino. Sin embargo, el
título no presagia lo que esconde en la complejidad de un espía alemán que se refugia en
un campo donde vive un sinólogo, gran experto en la cultura china. Y curiosamente el
espía, es de origen chino. Lo extraordinario es el experto que recibe al espía en fuga, con
actitud hospitalaria y va desgranando filosóficamente la existencia de un jardín con tantos
senderos que sería difícil describir hasta donde conducen todos. El final, a diferencia de lo
expuesto por el sinólgo, se expresa de la manera más simple y sin que intervenga para
nada todo el bello discurso expuesto. El espía comete un crimen simple y llanamente,
porque conviene a los intereses de su país en guerra, Alemania. Y la horca inglesa, que
años después fue eliminada junto con la pena de muerte, en ese entonces, se anunció con
el final de quien por su vida, le sirvió criminalmente a su país.
LA PERPLEJIDAD POLÍTICA ABRUMARÍA A JORGE LUIS BORGES
En parte de su biografía, que aparecen algunas de sus ediciones, Borges menciona la
perplejidad metafísica como uno de los temas que maneja. Pero en ese cuento que
aparece en el libro que tengo (Nueva Antología Personal, Club Bruguera 1980), lo que deja
en la mente del lector es la perplejidad política, porque las guerras son eso, una batalla
política por el poder. Pero él añade que también incursiona como temas habituales, en
“los muertos que viven en mi, la germanística, el lenguaje, la patria, la paradójica suerte
de los poetas”. El escritor nacido en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899, cumplirá en ese
mes los 125 años. Y a lo mejor estaría contento con Milei, porque Borges no era ningún
izquierdista. O tal vez lo despreciaría no por su postura política, sino por su torpeza. El
caso es que este autor se ha trepado entre los grandes aunque nunca pudo conseguir el
Nobel. En determinado momento, allá por 1961, compartió con Becket el Premio
Internacional de Literatura y este lo rebasó con el Premio Nobel que ni siquiera pudo
ganar Joyce, en su momento contratante del genial Becket. Nunca se sabe a dónde
conducen los senderos que se bifurcan.