Manuel Velázquez
Parte 5
De sobra se ha dicho que la cultura es motor del desarrollo, pero no se
vislumbra como un tema central en el discurso de las dos candidatas y el
candidato a las elecciones presidenciales. Al no presentarse parece que no
existe. Están enunciados algunos puntos en las plataformas electorales
oficiales que aquí hemos revisado. Repensar las políticas culturales es
fundamental para el sector cultural. Desafortunadamente, no se considera
parte vital en las discusiones de los proyectos de nación y es omitido en las
participaciones públicas de quienes se postulan para ocupar el cargo del
ejecutivo.
Las tres candidaturas buscan fortalecer las instituciones del Estado dedicadas
a promover y divulgar la creación artística. Aumentar el monto y número de
apoyos a la creación, pero nada nos dicen de cómo aumentarán esos montos y
cuál es el objetivo. Porque si la intención no es que la cultura visibilice a
millones de mexicanos, sus identidades y riquezas, invertir en los artistas y su
creación es solo un pequeño gesto.
“Lo que hace falta es hacer llegar la cultura a todos los mexicanos”, señalan.
Aquí se observa la noción hegemónica de lo cultural que tienen las propuestas
de las candidatas y el candidato, que no permite girar a una noción
intersubjetiva, en el sentido de que todos somos sujetos y de que no hay
objetos, ni en el contexto de lo político ni en lo cultural. Si la política cultural del
Estado es considerar a todos como sujetos, no se pensaría en “llevar cultura” a
los grupos más desfavorecidos, sino en conocer y construir con ellos desde lo
cultural y desde la diversidad.
El fallo de la democratización cultural es no motivar al ciudadano a ejercer su
derecho al disfrute y creación de bienes culturales. Por ello es importante que
las instituciones culturales no se enfoquen solo en la promoción, difusión y
subsidio de los artistas y sus productos, ni en llevar bienes o servicios
terminados a una comunidad, sino que reconozcan que toda comunidad posee
una cultura propia y tiene el derecho a ser partícipe de ella. Para esto, toda
comunidad debe involucrarse en los procesos socioculturales y tener
herramientas para ser autogestora.
Las tres candidaturas abogan por generar proyectos y espacios culturales, es
la retórica común; pero ¿cómo generar estos proyectos donde las comunidades
puedan participar? ¿qué papel debe jugar el Estado en el impulso de políticas
culturales incluyentes? ¿cómo generar opinión respecto a lo que pasa y
también respecto a lo que se quiere que pase? En sus propuestas se destaca
la noción de que los recintos propios de la cultura se reducen a museos,
teatros y bibliotecas, lo cual pasa por alto el hecho de que “la mayor parte de la
vida cultural se realiza, se conserva, se reproduce y se transforma fuera de
ellos”.
En las propuestas culturales, se observa una continuidad y hegemonía, pero
también se pueden observar numerosos matices. En la práctica, los proyectos
culturales se pueden construir en diversos niveles. Por un lado, dar luz a
situaciones de diversidad cultural y por otro, buscar formas de diálogo y de
consenso para las distintas posturas. El acceso al patrimonio cultural es la
mejor forma de fomentar la diversidad cultural. Cuanto más conocimiento de su
patrimonio cultural tiene una sociedad, más capaz es de asumir la diversidad.
Asimismo, las políticas culturales deben establecerse en un marco de
sustentabilidad, con respeto a la diversidad cultural y la naturaleza. Como
señala Ángel Mestres, “cualquier política cultural debe tener un refuerzo
identitario, debe reforzar los vínculos comunitarios, sea con la nación, la región,
la ciudad, el barrio o las calles”.
Es fundamental invertir dinero público en la cultura, debe haber más interés y
por tanto, más capital económico, pero más allá de esto, se necesita también
inversión privada y sobre todo que los proyectos sean sostenibles social,
económica, medioambiental y culturalmente.