Manuel Velázquez
Vivimos un período en el que la “verdad” entro en crisis y que se le dio el
nombre de “posverdad”. Calificativo que anuncia que algo fue superado, que
estamos en otro momento. Se han perdido los paradigmas que nos daban
referencia. La impresión general es pesimista. Es evidente que atravesamos
una crisis. No solo económica o social, sino una crisis civilizatoria. Según Noam
Chomsky, “La desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un
punto donde la gente ya no cree en los hechos. Si no confías en nadie, por qué
tienes que confiar en los hechos. Si nadie hace nada por mí, por qué he de
creer en nadie”.
¿Pero, no es solo uno de los lados de la moneda? ¿Vivimos en la distopía?
Algunos suponen que sí y tienden a trazar un cuadro desolador. Estamos sin
techo y entre ruinas, según esta perspectiva, “nuestro tiempo es un desierto
que crece”. En el límite de todos los desmantelamientos, se habla de la muerte
de la “verdad”, la improbabilidad de una razón. Se vive la banalización de la
cultura y una educación en incesante degradación, donde se vislumbran
señales de nihilismo y barbarie.
Eduardo Prado Coelho, pensador portugués contemporáneo, cuestiona el
significado de “posverdad”, normalmente unido a “la crisis de los paradigmas”,
piensa que, “en esa pérdida de los astros que todo desastre conlleva, en esta
distopía “una cosa se mueve” y puede concedernos un poco de alegría y
deslumbramiento “es la sonrisa enigmática de un cambio”.
Cuando se habla de “posverdad”, lo que se lamenta es que hoy no existen
verdad que salve, ni ideas que den fundamento. En otras palabras: ninguna
idea asegura la salvación, ninguna idea es detentora de una verdad que salve,
ninguna idea exime de ser nosotros mismos y crear nuestro modelo y un
itinerario de salvación. Ninguna idea es suficientemente fuerte para
fundamentar una práctica artística, para funcionar como proceso riguroso de la
praxis. Sin astros que guíen, sin una ciencia de la navegación que sea precisa,
avanzamos en un mar de sorpresas e incertidumbres.
¿Será que las certezas que se tenían y que se revelaron falsas, son mejores
que la incertidumbre con la cual se navega actualmente? ¿Pérdida o
liberación? O quizá ambas. Pérdida porque se depositó mucha esperanza en lo
que se perdió. Liberación porque, libre de las amarras de un proyecto
predeterminado por verdades rígidas, estamos abiertos a nuevas aventuras.
La posverdad es un concepto importante para entender el mundo actual. Pero
quizá sea necesario pensar también en lo que podemos llamar “autoverdad”.
Algo que se puede entender como la valorización de una verdad personal y
autoproclamada, una verdad del individuo, una verdad determinada por la
posibilidad para “decirlo todo”.