Roberto Chanona
Desde hace años vengo observando el trabajo de Sandra Díaz y puedo decir, que estoy asombrado
de la evolución artística que ha tenido esta grabadora originaria de Mazatlán, Sinaloa. Por vueltas
del destino, llega a Chiapas en 2002 egresada de la Universidad Autónoma Chapingo y meses
después, inicia la licenciatura en Artes Visuales para culminar con un posgrado en Apreciación de
las Artes en la UNICACH.
Sería largo hablar de las más de cien exposiciones que ha realizado en estos años de trabajo. Así
que solo me centraré en algunos reconocimientos: acreedora de la beca del PECDA 2011 en la
categoría Creadores con Trayectoria, con el proyecto Cuestión de género y especie; ganadora del
premio a proyectos de investigación y desarrollo artístico UNICACH 2008; acreedora a la medalla
al mérito académico de la generación 2004-2008; mención honorífica en la 1ª. Subasta
Internacional de Arte, fundación Julia Díaz, Museo Forma. Su obra ha sido seleccionada para
formar parte del acervo cultural del Instituto Politécnico Nacional en la Ciudad de México; también
forma parte de la colección del museo-galería Tuanku Fauziah en Malasia; del Florean Museum en
Rumania; de la colección del National Museum of Mexican Art en Chicago. Así como del acervo de
la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
Lo que en realidad me interesa es hablar de su obra, marcada por larvas e insectos, los cuales son
una constante a lo largo de su vida como grabadora. Quizá esta influencia venga de sus primeras
lecturas como La Metamorfosis de Kafka, o de su formación como ingeniera agrónoma donde
estudió a los insectos y su función en la naturaleza y su relación con la naturaleza humana; o tal
vez porque ha vivido entre nosotros por más de veinte años y los chiapanecos cotidianamente
convivimos con ellos. En un ensayo titulado El Ser Chiapaneco, escribí que nosotros estamos
marcados por una naturaleza exuberante porque en nuestros jardines crecen selvas. Y que en
nuestro pasado tuvimos religiones socráticas donde el jaguar, la culebra, la danta, eran animales
sagrados que con los años se fueron reflejando en las obras de nuestros artistas plásticos, poetas,
músicos, etc.
La obra de Sandra Díaz no escapa a esta corriente. Solo que aquí encontraremos peces,
escarabajos, cochinillas, mariquitas, luciérnagas, ronrones y en los últimos años, la constante han
sido las mariposas. Presagio es una xilografía a cinco placas que contiene 43 grabados donde las
mariposas y su relación con la tragedia humana, Ayotzinapa, son el tema central.
Las mariposas, como sabemos, son el símbolo de la transformación constante gracias a su proceso
de metamorfosis. También son símbolo de perseverancia y de resiliencia, porque recorren un largo
camino hasta llegar al lugar donde nacieron para reproducirse y morir. En lo espiritual, son
consideradas por la cristiandad como símbolo de la resurrección; en la cultura china, son el
símbolo de la inmortalidad; en la cultura precolombina, eran los mensajeros de los dioses y
representaban a los espíritus de nuestros antepasados. En la cultura azteca, la llamaban
Quelzalpapalotl o mariposa sagrada, asociada con la diosa de la belleza, del amor y las flores.
Conociendo a nuestra grabadora y su trabajo, ella no pudo escoger mejor símbolo que la mariposa
para ver reflejada su obra. Esta evolución, esta metamorfosis que ha experimentado a lo largo de
los años, son el espejo perfecto entre su vida y su obra. Además, la delicadeza de estos
lepidópteros, la podemos encontrar en los trazos de punta seca tan finos que tiene nuestra artista.
También el hecho de que las mariposas puedan percibir la luz ultravioleta, abre una puerta
sensorial para experimentar colores tan bellos como el de este grabado que presentó titulado:
Introspicere (del latín introspección).
Otra peculiaridad en Sandra Díaz, es la realización de diferentes placas que utiliza en cada grabado
para dar texturas, transparencias, contrastes o matices. A veces utiliza hasta cinco placas
diferentes; se dice fácil, pero lograr el registro de la primera con la última, requiere de una
paciencia infinita y maestría en el oficio. El dominio de la punta seca, es otra característica en ella y
alcanza grados de sutileza raras veces vistos. La colografía es otra técnica que utiliza, a veces
llamadas técnicas aditivas o grabado matérico; esta técnica la desarrolló en 1952 Glen Alps, más
no la inventó porque existen ejemplos desde el siglo XIX.
Buscando textos que hablaran de su obra, encontré estas líneas de Santiago Espinoza de los
Monteros que nos dice: “Sandra Díaz ha escogido el camino de la gráfica para recrear situaciones
fantásticas alejadas de una descripción evidente. Mediante la superposición cromática
desarrollada en la complicada técnica de la punta seca y la colografía, desentraña los complejos
entramados de la naturaleza, escogiendo para ello aves, plantas y también seres humanos, a los
que integra en la misma red orgánica”.
Sonia de la Rosa, por su parte, también comenta: “Sandra retrata nuestra angustia en esos ojos de
mujer niña, me estremece la enorme falena, la cenefa de flores me devuelve la respiración; fuerza
y drama, libertad y belleza. La obra de Sandra es de claroscuros, cierra y abre caminos, aplasta y
surge la esperanza”.
Por mi parte, quisiera agregar que nuestra artista es una mujer comprometida con su género, con
la naturaleza y con todos aquellos temas que con su obra gráfica pueda hacer notar, denunciar y
transformar. Manifiesta su rechazo a muchos males sociales de manera lúdica o sutil, para que el
espectador de acuerdo con su conciencia los exorcice o simplemente tome conciencia de ellos.
Termino diciendo que la obra de Sandra Díaz en un futuro cercano será una referencia obligada
para aquellos artistas que deseen escalar las cumbres del grabado. Su obra es una metamorfosis
constante y como la falena, que fascinada por el fuego, deja quemar sus alas, ella renace una y
otra vez, en esta época de violencia y desarraigo, con un mensaje de luz y color.