Maestros de la CNTE atracan gasolineras, autoridades omisas
Julio Barrera
El día de hoy y ante el plantón del magisterio afiliado a la CNTE en la Sección 7, un gremio de trabajadores que, cual si fuera un péndulo, unas veces aplaude como foca al Gobierno y otras sale a las calles a manifestarse en su contra de manera por demás violenta e ilegal, hemos sido testigos de cómo de la noche a la mañana, la capital del estado de Chiapas y sede de los poderes públicos, se ha convertido en verdadero caos.
Un caos donde sobresale la ausencia de la autoridad pública y la escalada del proceder violento de los mentores, quienes ahora tomaron bajo su control gasolineras, poniendo en jaque actividades esenciales como las relacionadas con salud, comercio, economía y el necesario orden y la paz pública que requiere el mayor asentamiento humano de la entidad. Ya no se diga la educación donde los responsables de formar a los chiapanecos del hoy y del mañana incumplen con ese derecho de todos los mexicanos, consagrado en nuestra Constitución Política.
Se parece la Sección 7, dicho con todo respeto, a esas personas tóxicas que a diario se caricaturizan en las redes sociales en razón de su proceder histérico y violento. Saben muy bien los mentores por qué lo hacen. Se avecina la jornada electoral nacional del domingo 2 de junio y ese es el motivo de su pretendida extorsión al Gobierno.
Hoy comenzaron a regalar la gasolina de los concesionarios que han confiado en el imperio de la ley para invertir en Chiapas. Así, se desataron grandes filas de los aprovechados que nunca faltan y se sirvieron los propios maestros con la cuchara grande. Un flagrante delito que hasta el momento no ha merecido la menor atención de parte de los tres niveles de Gobierno, los cuales están en el ocaso de su gestión y se han desentendido, soslayando además el riesgo inherente de un posible siniestro dado que no están capacitados los maestros para operar una estación de servicio.
De esa manera, pacientes en traslado y toda serie de emergencias en la atención de la salud y la protección civil quedaron al garete, así también tuvo su impacto el enorme caos vial que se desató, exacerbado por la toma de edificios públicos como la Torre Chiapas, donde se concentran varias dependencias del Gobierno estatal.
Dos cuestiones deben de analizarse en este caso. Primero, la inanición de las autoridades de Gobierno y, segundo, la complacencia de la población que más temprano que tarde se volcó en las gasolineras para llenar sus tanques sin costo alguno. Los primeros fallan en su obligación de proteger el orden y la paz pública y los segundos se vuelven cómplices al ser parte del producto robado a los gasolineros.
No es la primera vez que sucede y todo parece indicar que así seguirá aconteciendo, porque los gobiernos temen ser tildados de “represores”, cuando se trata de aplicar la ley sin excepciones. ¿O a poco hay mexicanos que puedan estar por encima de la ley?
Una vez más, queda al desnudo la fragilidad de los gobiernos y la doble cara de la población, la cual saca raja en la primera oportunidad que tiene para beneficiarse. No se vale, porque para hallar soluciones verdaderas a las reiteradas y cíclicas andanadas del magisterio llamado “democrático”, tanto maestros como sociedad y gobiernos, deben de actuar con responsabilidad. La complacencia negligente de la autoridad, las complicidades de la sociedad y la desvergüenza y el descaro de los trabajadores de la educación, tienen un límite, pero ¿hay voluntad política de todas las partes para hallar una solución de fondo? Esa es la pregunta que todos debemos responder.