Sarelly Martínez Mendoza
Hay una generación de cantantes cristianos, que aun cuando no se asume como parte de los artistas del espectáculo, factura cantidades importantes de dinero, cuenta con seguidores y despliega recursos mercadológicos dignos de estudiar.
En principio, los cantantes cristianos se asumen como “salmistas”, “adoradores” o directores de alabanza. No gustan llamarse “cantantes”, mucho menos “artistas”, pero en sus conciertos y distribución de sus materiales discográficos realizan igual recorrido que los cantantes seculares. Siguen los mismos rituales: se publicitan en radio, televisión e Internet.
Jesús Adrián Romero establece que la diferencia fundamental entre un músico secular y un “adorador” es que la vida del primero “gira alrededor de su talento, habilidad e instrumento”, por el contrario, la del segundo, “alrededor de Dios. La música es solamente un medio que te lleva a expresarle tu amor mejor a Dios”, según citan Edén y Teixeira.
Aun así, la música de adoración se ha convertido en una industria que, si bien exalta a Dios y a Jesucristo, también muestra a los “adoradores”, quienes, además se vinculan con un estilo musical.
Marcos Witt, Marco Barrientos, Danilo Montero y Jesús Adrián Romero, por ejemplo, prefieren el estilo de alabanza; Marcos Vidal, Lilly Goodman, Abel Zabala y Marcela Gándara, la balada; Tercer Cielo y Memo Salazar, el pop; Álex Campos, el pop y el rock; Redimi2, el hip hop; Funky y Vico C, el reggaetón, y Unción Tropical, Solo Cristo Salva y Bobby Cruz, la cumbia.
Las casas productoras se asumen a sí mismas como ministerios musicales, para dejar en claro que lo suyo no es solo producir y distribuir en puntos de venta a los “adoradores”, sino llevar un bien espiritual a los fieles.
En México, la productora de música cristiana más importante es el Grupo Canzión, propiedad de Marcos Witt, la cual representa a 46 “salmistas”. Otras casas productoras son Vástago, de Jesús Adrián Romero; Aliento Producciones, de Marco Barrientos, y Sígueme Internacional, de Danilo Montero.
Los “adoradores” han sido comparados con los artistas seculares. Por ejemplo, Álex Campos con Juanes, y de Marcos Witt se ha dicho que es el Luis Miguel de los cristianos. Los artistas que han tenido éxito en la música secular comercial no repiten ese éxito en la música religiosa. Son conocidos, pero no viven de los conciertos de adoración. No congregan a tantos fieles. Las cantantes más conocidas que han emigrado de la música comercial a la de adoración son Yuri, María del Sol y Lupita D’Alessio.
Para contar con un mayor auditorio, los cantantes de adoración prefieren generalizar su credo llamándose evangélicos o cristianos antes que pentecosteses, presbiterianos o asambleístas.
De esa manera expanden su presencia hacia otras denominaciones evangélicas. Un caso raro lo representa Jesús Adrián Romero, quien desde su pequeña iglesia Amistad y Vida, en Aguaprieta, Sonora, expandió su voz hasta ser escuchadas por los católicos. Hoy es uno de los cantantes preferidos por esta denominación y uno de los de mayor presencia en la música de adoración.
Los “adoradores”, aunque no lo externen, tienen fans los cuales se hacen notar en los conciertos al corear, no el nombre de Cristo o de Dios, sino el del “salmista”.