Dr. Gilberto de los Santos Cruz
El Estado Mexicano, controlado por los gobiernos sucesivos del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), convertido en un partido hegemónico desde 1929, hizo uso del terrorismo como una de las formas de represión a los grupos disidentes y opositores y de consolidación de su propio poder. Entre las principales estrategias de delitos como masacres, asesinatos, torturas, desapariciones forzadas, sin debido proceso, persecución y espionaje, etc.
Líderes obreros de izquierda opositores al PRI que encabezaron movimientos como Valentín Campa y Demetrio Vallejo, fueron encarcelados injustamente y sus simpatizantes asesinados y perseguidos en 1946 y 1958, respectivamente. El 2 de septiembre de 1958 el Gobierno disuelve violentamente el movimiento magisterial y encarcela injustamente a Othón Salazar. En 1959 ya con Adolfo López Mateos en el poder, el Estado reprime autoritariamente el movimiento democratizador de Demetrio Vallejo, a quien encarcela; en 1962, el líder campesino morelense Rubén Jaramillo y su familia fueron asesinados sumariamente por soldados del Ejército Mexicano.
Previo a ordenar el exterminio del movimiento de 1968 en el centro del país, Díaz Ordaz ordenó la represión del movimiento médico de 1965, así como de huelgas y paros estudiantiles en Michoacán y Nuevo León en 1966, en Tamaulipas, Sonora y Chihuahua el siguiente año y en Tabasco, también en el 68.
Tras el movimiento de 1968 y su desenlace fatal el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, el movimiento social de oposición a los gobiernos del PRI —integrado por estudiantes, obreros, sindicatos y otros colectivos sociales de izquierda es debilitado pero no extinto. Desde sus primeros días de Gobierno, el presidente Luis Echeverría Álvarez anunció reformas de apertura democrática en el país. Inmediatamente permitió el regreso de algunos líderes del movimiento estudiantil de 1968 exiliados en Chile y la excarcelación de muchos otros presos desde hacía dos años (en abril de 1971, la prensa habló de próximas reformas educativas y pronto resurgieron en el ámbito político personajes como José Revueltas y Heberto Castillo, encarcelados dos años y medio atrás). El Gobierno estatal, en desacuerdo, redujo drásticamente el presupuesto, lo que disgustó a los universitarios, y obligó al Consejo Universitario a aprobar un nuevo proyecto de ley que prácticamente suprimía la autonomía de la institución. Los universitarios comenzaron una huelga y se pidió solidaridad a las demás universidades del país. La Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional inmediatamente respondieron y los estudiantes convocaron a una manifestación masiva en apoyo a Nuevo León el día 10 de junio.
El 30 de mayo, el gobernador de Nuevo León, Eduardo A. Elizondo Lozano, renunció como parte del programa de conciliación de la SEP, y el 5 de junio entró en vigor una nueva ley orgánica que resolvía el conflicto. El Comité Coordinador de Comités de Lucha (CoCo) estaba dividido; había quienes pensaban que la marcha era inútil y solo provocaría al Gobierno, sin embargo, la mayoría la apoyó arguyendo que había muchos problemas más sin resolver. Era, además, una oportunidad para que el Gobierno mostrara que no sería represor como el anterior (Gustavo Díaz Ordaz). En los días previos a la manifestación, muchos agentes policiacos comenzaron a patrullar los alrededores.
La marcha comenzaría en el Casco de Santo Tomás y recorrería la avenida Manuel Carpio y la avenida de los Maestros, saldría a la calzada México-Tacuba y se dirigiría finalmente al Zócalo capitalino. Las calles que desembocan en la avenida de los Maestros estaban bloqueadas por granaderos y agentes policiacos, los cuales impidieron el paso de los estudiantes. Asimismo, también había tanques antimotines a lo largo de la avenida Melchor Ocampo, junto con transportes del Ejército, que se ubicaban cerca del Colegio Militar y transportes de granaderos en un enorme contingente policíaco en el cruce del Circuito Interior Melchor Ocampo y Avenida Ribera de San Cosme.
Un grupo de choque entrenado por la Dirección Federal de Seguridad y la CIA, conocido como “Los Halcones”, que llegó en camiones y en camionetas grises y transportes de granaderos, atacaron brutalmente a los estudiantes desde las calles aledañas a la avenida de los Maestros después de que los granaderos abrieron sus filas. Los paramilitares venían armados con varas de bambú, palos de kendo y porras, por lo que en un principio fueron fácilmente repelidos por los estudiantes. En un contraataque, Los Halcones agredieron a los manifestantes una vez más, esta vez no solo con sus garrotes, sino con armas de fuego de alto calibre.
El tiroteo se prolongó por varios minutos, durante los cuales algunos transportes daban apoyo logístico al grupo paramilitar, dotándolo con armas y transportes improvisados, como automóviles privados, camionetas, patrullas policíacas e incluso una ambulancia de la Cruz Verde. Los heridos fueron llevados al Hospital Rubén Leñero, pero fue inútil, pues Los Halcones llegaron al nosocomio y allí dieron remate a los jóvenes aún en el quirófano, además de intimidar a los internos y al personal médico. El número de muertos fue cercano a 120, entre ellos un muchacho de catorce años: Jorge Callejas Contreras.
Esa misma noche, elementos del Ejército resguardaron el Palacio Nacional y el entonces presidente, Luis Echeverría, anunció una investigación sobre la matanza y afirmó que castigarían a los culpables. Alfonso Martínez Domínguez, regente de la ciudad, y Julio Sánchez Vargas, procurador general, negaron que hubiera Halcones, y los jefes policíacos culparon a los estudiantes de haber creado grupos extremistas dentro de su propio movimiento, quienes finalmente habrían atacado a sus compañeros. He aquí un poema al jueves de corpus.
Hoy es jueves para el cuerpo,
como 71 de nosotros,
hoy es jueves como muerte,
para el pecho y los periódicos.
Las 5:05 de la tarde,
la marcha era para fundir lo que jamás termina,
para que la vida no cayera derribada,
la poesía está en la calle.
Con una limpidez extraña de seguir, de continuar,
de ser para siempre más grande que sus pasos,
la columna, del brazo, de espalda a pecho, de canto a palabra.
4:00 p.m. Más de 10 mil estudiantes, obreros, pueblo…
Santo Tomás, Instituto Técnico, avenida de los Maestros y San Cosme,
al cruzar por Sor Juana, los Granaderos con armamento de alto poder,
nos detuvieron por primera vez.
Mexicanos al grito de guerra,
el acero a prestad el bridón,
y retiemble su centros la Tierra,
al sonoro rugir del cañón.
Salta la palabra a la calle, y se hace manifestación,
‘esa v no se ve’, aquí teniente’,
‘que entren en acción Los Halcones’,
‘ahí vienen’, protéjanlos, corre conmigo’, no te separes’.
Yo no sé yo que quería, íbamos contra la agonía,
llevando nuestro miedo entre las manos,
permanecimos boca abajo, pegados contra el suelo en sismo,
¡las ametralladoras!, ¡los Fusiles!,
las metralletas saltaban la barda agua reciente,
ay la muerte ocupando la calle a bocacalle,
ay los cuerpos y los disparos,
resonando casi dos horas o tres años,
y otra vez los mismos días, como gérmenes humanos,
y la mandíbula del dolor y de la rabia
¿¡qué hacer carajo!?, cuando se ve la pierna,
colgada como un trapo rojo, y el cuello y los brazos,
y las bocas batidas y atenazadas.
Las aperturas democráticas,
un diálogo verdadero con el Gobierno,
se puede gobernar para la burguesía y para el pueblo,
cerca de mí, los cadáveres se defienden inútilmente,
habrán de despedazarlos,
queriendo arrojar en la autopsia su luz,
sus puños cerrados. A prueba de tanto mexicano de mierda,
esos cadáveres son ejército que refuerza,
que señala lo que aumenta el hombre,
lo que hace a nivel de sangre, probar ser hombre.
Más de 125 muertos llevados al Campo Militar No. 1,
un día esos cadáveres agredirán desde el bacón de Palacio.
POR NUESTROS COMPAÑEROS CAÍDOS:
NO, UN MINUTO DE SILENCIO, TODA UNA VIDA DE LUCHA!!!