Manuel Velázquez
“Ahora que los ladros perran,
ahora que los cantos gallan,
ahora que albando la toca
las altas suenas campanan;
y que los rebuznos burran,
y que los gorjeos pájaran
y que los silbos serenan
y que los gruños marranan
y que la aurorada rosa
los extensos doros campa,
perlando líquidas viertas
cual yo lágrimo derramas
(…)”
José Manuel Marroquín
¿Qué hacen los ladros? ¿Y las altas suenas? ¿Qué quiere decir que “los gruños marranan”? Toda escritura, toda forma de hablar, incluso, toda manera de hacer arte y todo gesto humano es ideológico, contiene valores y formas de ver el mundo. No existe una forma “neutra” de actuar, ni objetividad científica por encima de las ideologías. La ideología “es el universo de valores o conjunto de ideas que reflejan nuestra concepción del mundo”, con ellas nos movemos, actuamos, creamos y analizamos lo que nos rodea. Son los lentes que tenemos para observar la realidad. Al momento de escribir reflejamos sentimientos, valores e ideologías. Las palabras dan distancia intelectual o cercanía emocional, son portavoz de una causa, admiten complicidad, garantizan una tesis o verdad, son un cuerpo que se manifiesta.
El lenguaje, además de nombrar la realidad, la interpreta y la crea mediante conceptos y palabras. Las palabras pueden ser navajas de obsidiana o puentes para unirnos. Pueden ser refugio, acariciar y dar consuelo o lastimar y agredir. Mira bien lo que sale de tu boca y lo que escribes porque lo que eres está en la punta de tu lengua, en tus palabras y en tus letras.
Es correcto escribir “ellas, ellos, elles, ell@s, ellxs” si lo que se desea es manifestar una posición ideológica en relación con la diversidad. Quien se molesta quizá debería pensar si lo que busca es una corrección ortográfica o precisamente lo que le molesta es su posición ideológica frente al otro. Uno solo tiene palabras para nombrar lo que conoce. Cuando uno no conoce algo y lo descubre por primera vez, hay que inventar nuevas palabras, nuevas expresiones. El lenguaje no es letra muerta, estática, es un cuerpo-mente que se desliza a través de la palabra.
Si bien existen normas que acogemos para entendernos y no dispersarnos, no son estáticas, y esas mismas normas también son ideológicas. Por eso es válido cuestionarlas y corregirlas cuando nuevas ideologías proponen otras normas. Las leyes mismas son ideológicas, aunque necesarias para vivir en sociedad, siempre se pueden modificar y corregir ya sea porque ya no nos representan como sociedad o por ser injustas; legales, pero no legítimas, como aquella que prohibía el voto femenino hace 70 años, por ejemplo, era legal, pero no justa. Los jueces mismos interpretan las leyes desde su ideología.
La perspectiva de género en la escritura no es un asunto exclusivamente lingüístico, sino que afecta de lleno al ámbito discursivo. Escribir “nosotros, nosotras, nosotres, nosotrxs, nosotr@s” pone en evidencia la ideología de quien escribe. Desde luego, la discusión del lenguaje inclusivo y de género, en el ámbito de las revistas académicas, culturales o científicas, no es un tema resuelto. Como en todo, se presentan diferentes perspectivas que van desde las más conservadoras hasta aquellas que consideran el cambio o la variación lingüística como un proceso necesario.
Usar un lenguaje inclusivo y no discriminatorio es un desafío para las instituciones generalmente rígidas y estáticas, también para las personas que suelen tener ideologías rígidas e intolerantes. No hay que olvidar que el lenguaje también tiene un componente ético, por tanto, político, ideológico y moral. Reflexionar es una buena manera de combatir prejuicios. La conciencia ética debe ser manejada por quien escribe y tomar cuidado de los intereses y valores a los cuales sirve. Lo importante es construir realidades más justas y enriquecedoras con el lenguaje.