Manuel Velázquez
En los últimos años, la formulación de proyectos es una preocupación constante, uno debe formular proyectos para conseguir una beca, financiamiento para una exposición, una obra de teatro, adquirir un equipo musical o para la obtención de un título académico. Es importante aprender a planear, diseñar, discutir y evaluar nuestras propuestas artísticas. La formulación de proyectos culturales avanza gradualmente para convertirse en una forma profesional de trabajo diario.
Todo proyecto principia con un diagnóstico. Una forma inteligente de afrontar la formulación de proyectos es iniciar por un cuidadoso análisis autocrítico, conocer cuáles son nuestros valores, nuestras fortalezas y debilidades y cuáles son las oportunidades y amenazas del entorno. Hay que recordar que la profesionalización del trabajo cultural es gratificante, compleja, apasionante y requiere de esfuerzo. La presentación adecuada de proyectos se logra, como muchas cosas en la vida, con trabajo, disciplina y preparación permanentes.
La formulación de un proyecto es una oportunidad para reflexionar sobre nuestra disciplina artística, nuestros intereses, nuestro producto cultural y lo que queremos para el futuro. Nos permite analizar y evaluar nuestro trabajo, identificar las características que lo hacen particular, reconocer sus diversos espacios de circulación y distribución, analizar los nichos de mercado (existentes y por desarrollar) e identificar los públicos cautivos y los públicos a generar. En algunas personas esta experiencia se convierte en un reto útil para el fortalecimiento de su vocación artística, le impulsa a superarse.
Precisa observar aquí, que se invierte mucho esfuerzo en la presentación de un proyecto y que estos son sometidos a evaluación por un jurado; la mayoría son desechados por no ser viables, es decir: difíciles de financiar, excedidos en las metas, por no poder cumplirse en los tiempos estipulados y con el presupuesto asignado o simplemente por estar mal formulados. Muchos de los proyectos que participan en una convocatoria son anulados por no coincidir con las bases de esta, faltos de documentos solicitados o no apegarse a las reglas de operación.
Es importante conocer la convocatoria, presentar todos los documentos solicitados, tomar nota, subrayar, entender de qué se trata, cuál es el objetivo que se persigue con la convocatoria y hacer una lista de todos los documentos, anexos y comprobantes que debes integrar al proyecto, además de conocer el perfil de la institución convocante y saber si es afín a nuestra propuesta, de esta manera podremos estar seguros de que el trabajo invertido valdrá la pena.
La noticia de que el proyecto no fue seleccionado resulta difícil de aceptar para muchos creadores, el ego del artista muchas veces es muy grande, no siempre se puede reconocer que hubo otros proyectos mejores y que la selección de los proyectos depende de un jurado, que, aun siendo expertos, definen su selección a partir de criterios propios. El mundo del arte no es sencillo, es complejo y laberíntico. La selección de un proyecto se hace de manera profesional, pero puede ser relativa e impredecible.
Responder positiva o negativamente ante la noticia de que el proyecto fue rechazado por el jurado depende de la madurez, la inteligencia emocional y la personalidad de cada uno. Una buena actitud es la autocrítica (“hágase autocrítica”, recomendaba la crítica de arte Raquel Tibol). Uno debe tomar en cuenta que si la propuesta es rechazada hay que revisar las debilidades del proyecto, analizar cuáles fueron las fallas de la propuesta y tratar de mejorar sus posibilidades. Si la revisión del proyecto resulta adversa, hay que saber que siempre existe la opción de proponer un nuevo proyecto, en próxima convocatoria. Hay que tener en cuenta que el futuro de un creador no puede, ni debe, sujetarse a un programa de estímulos y que la convicción artística debe estar más allá de cualquier beca. El trabajo cultural es una función vital.