Dr. Gilberto de los Santos Cruz
La “calidad educativa” se ha convertido en un lugar recurrente de debate y propuesta para quienes, desde diferentes horizontes, estado y sociedad civil, organismos internacionales de educación, organizaciones de base… están involucrados, directa o indirectamente, en la problemática educativa. Lo que resalta en estos debates es la pluralidad de enfoques, y por tanto, de sentidos que se da a la calidad educativa. Se trata, en efecto, de una categoría íntimamente ligada a las visiones y a los proyectos políticos presentes o en incubación en nuestras sociedades. Tal vez los dos polos en que se concretan estas visiones están en “la educación como excelencia” versus la “educación como derecho”. En la primera, la calidad educativa aparece estrechamente ligada a los resultados de la enseñanza, donde lo importante resulta ser el grado de cumplimiento de las metas educativas, el rendimiento escolar, expresado en indicadores verificables. El ser “competente” en determinada área o especialización es considerado un factor esencial para la inserción exitosa en la sociedad y el acceso al mercado laboral. Para lograr esos resultados “de calidad” es importante contratar educadores y docentes “competentes”, y realizar inversiones sustanciales en la infraestructura, áreas deportivas, Junto a estos elementos externos, los aspectos organizativos: planificación, administración, informes académicos, promociones… Una gestión eficiente y eficaz (buenos resultados) proporciona a la institución educativa una “marca” de calidad”, base para su imagen y promoción social. • Se pierde poco a poco la perspectiva de la gratuidad de la educación, y se amplía la brecha entre educación privada y la educación pública. • La educación de primera, de segunda, de tercera, dependiendo del bolsillo de quienes acceden a ella. La elitización de la educación. Calidad; • la educación simplemente como un medio para una mejor inserción en la sociedad y el mercado. • La imposición de visiones ideológicas y culturales, que no respetan la pluralidad ideológica y la diversidad de culturas, la educación como derecho pone mayor énfasis en la democratización de la educación, la educación como bien social público, la pertinencia de los aprendizajes, los contextos de donde provienen y en los que se desenvuelven los sujetos educativos, el modelo de sociedad al que apunta la educación… Es decir, el educando llamado a realizarse como ser humano junto y en solidaridad con los demás seres humanos. En este contexto de debate sobre la “calidad educativa”, se da paralelamente otro debate no menos importante, que es acerca del horizonte que se traza la humanidad, es decir, sobre el sentido global de nuestro ser en el mundo en un contexto de globalización y de crisis planetaria. La crisis económica y financiera, es al mismo tiempo una crisis de sobrevivencia de la especie humana y de la vida en el planeta Tierra. La inseguridad alimentaria, la sobreexplotación de las fuentes energéticas no renovables, el incremento de la carrera armamentística y los conflictos bélicos, el cambio climático, todo ello con graves consecuencias sobre todo en los países más pobres, donde ha crecido de forma alarmante la brecha entre ricos y pobres, la violencia y la inseguridad ciudadana, y se ha incrementado el desempleo, la pobreza y el hambre, obligando a millones de familias a buscar lugares más seguros, pero muy riesgosos también, a través de la migración masiva. Se trata, en otras palabras, de una crisis de civilización y de paradigma de modelo de desarrollo y de mundo que queremos. Nuestro gran desafío será “la construcción de un mundo en el que valga la pena vivir”. Y aquí nos encontramos con el “buen vivir”, el “vivir bien”, la “vida plena”.
De acuerdo al educador popular y activista Benito Fernández sobre qué significa una educación popular “para el buen vivir”. “Y aquí nos encontramos con el ‘buen vivir’, el ‘vivir bien’, la ‘vida plena’, como alternativas inspiradas en la experiencia de los pueblos indígenas de nuestra América, y que se han vuelto discurso en numerosos documentos y Constituciones de los países. Son 10 características que debe tener una educación popular para el buen vivir:
1. Es portadora de un claro mensaje contestatario del actual sistema mundial hegemónico, depredador del medio ambiente, consumista y explotador de la fuerza de trabajo, a favor del incremento del capital y contra la vida.
2. Anuncia la opción por la vida, en todas sus manifestaciones: la vida humana, sin discriminación y exclusión, y la vida de la naturaleza. Opción por la “vida plena”, “recuperar el sentido de la vida”.
3. Destaca el hecho de que vivir en diversidad es reconocer la historia y la cosmovisión mía y del otro. Reconocer nuestras historias desde el respeto mutuo, luchar por los mismos derechos y por la vida, desde la diversidad en igualdad de condiciones. Afirmar, por tanto, la dignidad inherente de todos los seres humanos y su potencial intelectual, artístico, ético y espiritual.
4. Defiende que todo lo que interviene en el desarrollo de la vida: agua, bosques, aire, la vida animal, alimentos, medicinas, las lenguas, las expresiones culturales y artísticas, los saberes populares, las religiones, la educación, la salud…deben ser considerados bienes comunes, no sujetos a transacciones mercantiles.
5. Afirma y desarrolla los valores esenciales al cuidado de la vida: la reciprocidad, la solidaridad, la igualdad, la libertad, el respeto mutuo en la diversidad, la complementariedad, entendida como apoyarse mutuamente para desarrollar e impulsar sueños conjuntos; la convivencia pacífica con todos los seres humanos y con los seres de la naturaleza porque todos somos hijos e hijas de la madre Tierra y somos corresponsables por el mismo destino común; la compasión por todos los que sufren en la sociedad y la naturaleza; el espíritu de cooperación, de hermandad universal y de amor incondicional.
6. Denuncia la actual matriz civilizatoria de corte capitalista, mercantilista, consumista y racista, basada en la expoliación de los recursos naturales y la explotación de la fuerza de trabajo con objetivos de optimizar beneficios para unos pocos países, grupos de poder y personas a costa de las mayorías y de la naturaleza.
7. Propone la consolidación de los derechos reconocidos y adquiridos a nivel internacional y de los países, buscando ampliarlos y exigirlos, a través de la movilización y la participación directa en los escenarios políticos de toma de decisiones.
8. Asume que el aprendizaje es vida, y que la vida es aprender. La educación para el buen vivir establece que los procesos de vida y procesos de aprendizaje son, en el fondo, la misma cosa. “Se aprende durante toda la vida y mediante todas las formas de vivir. Procesos cognitivos y procesos vitales se encuentran… Conocer es un proceso biológico. Cada ser, principalmente el ser vivo, para existir y para vivir tiene que flexibilizarse, adaptarse, reestructurarse, interactuar, crear… tiene que convertirse en un ser que aprende. En caso contrario muere. Así ocurre también con el ser humano”.
9. En el marco del buen vivir, la calidad de la educación no puede ser elitista, de acuerdo a los muchos o pocos recursos que tenga la gente, su capacidad adquisitiva, sino afirmada como un derecho universal en función de las necesidades educativas de las personas. Políticas públicas inclusivas llevadas a la práctica será un indicador importante del buen vivir.
10. Ante la perspectiva de la educación para el buen vivir, la principal tarea del educador es engendrar y suscitar sujetos autónomos, valorando sus capacidades intelectuales, espirituales, creativas y de compromiso hacia los verdaderos cambios.