Roberto Chanona
Gracias a Robert Grave y su Diosa Blanca, me enteré que en la epopeya del Gilgamesh, el hombre que no quería morir, está escrito el famoso diluvio que conocemos por la Biblia. Esta epopeya escrita en tablillas de arena cocida, es el segundo libro más antiguo sobre la Tierra. Gilgamesh, rey del Uruk, es divinizado tras su muerte en la ciudad de Babilonia en el año 2650 a. C. y entra en la leyenda escrita en el 2330-2000 a. C. Se trata del primer imperio Semita (Sargón el Grande) y luego la tercera dinastía de Ur.
Por su parte Grave nos advierte que esta epopeya no es tan vieja como parece y nos dice: “Gilgamesh fue un invasor Hicso (Cassita) de Babilonia en el siglo XVIII a. C. al que se le transfirió la leyenda de un héroe más antiguo, un Tammuz de la clase conocida relacionada ya con el Zodíaco”.
Nuestra epopeya ilustra sobre todo la parte oriental donde nuestro héroe vaga por diferentes regiones como los Montes Gemelos defendidos por los hombres escorpión, el Jardín Encantado de piedras preciosas, la playa donde vive la tabernera Saduri, el barquero Utanapishti; este lo llevará al último refugio, separado de todos y de todo, en el extremo del mundo y protegido por el terrible paso del Agua Mortal.
Y cuando se habla del paso del Agua Mortal, se trata del mismo diluvio. Dice así:
“Los dioses/ estaban espantados a causa del diluvio. / Dándose a la fuga, / trepaban hasta lo más alto del cielo/ donde, como perros, permanecían apelotados/ y acurrucados en el suelo. / La Diosa gritaba/ como una parturienta-/ Beliti(li), la de hermosa voz, / se lamentaba (diciendo):/ (Ojalá) nunca hubiera existido/ ese día/ cuando en la asamblea de los dioses, / hablé (a favor de) la condena! / ¿Cómo pude, / en esta asamblea, / decidir (semejante) carnicería/ para aniquilar poblaciones? / (En tal caso) yo habría enviado/ a mi gente al mundo/ solo para llenar el mar / como si de peces se tratase/ y los dioses de clase alta(?)/ se lamentaban con ella. / Todos los dioses/ permanecían postrados, llorando/ de desesperación / labios ardientes / y angustiados (?) Durante seis días/ y siete noches, / vendavales, lluvias, / huracanes y diluvios / estuvieron golpeando la Tierra. Al séptimo día / tempestad, diluvio y hecatombe cesaron… Reinaba el silencio…/ Abrí un tragaluz/ y el aire puro me golpeó el rostro, / caí de rodillas, inmóvil, / y lloré” …
Después de siete días de lluvia nuestro héroe fue retenido en un pedazo de tierra que emergía del monte Nigir que es el actual monte Pir Omar Gudrum, de casi tres mil metros cerca de la ciudad de Kirkuk, Irak; más tarde, emergió la segunda elevación que fue el Cáucaso, en Armenia. Así sucede en la versión bíblica del Diluvio. Pero regresando al texto original, cuando llegó el séptimo día:
“Cogí una paloma/ y la solté. /…y luego vino. / (Luego) cogí una golondrina/…Y luego vino. / (Luego) cogí un cuervo./ El cuervo se fue,/ pero al ver que las aguas se habían retirado/ picoteó, graznó (?), chapoteó/ y ya no regresó”.
Una de las preguntas que salta a la vista es: ¿cómo pasó este sorprendente relato a la Biblia? Y encontramos que el patriarca Abraham nació en las orillas del río Éufrates de la ciudad de la Ur, Mesopotamia, aproximadamente en la era patriarcal junto al Éxodo. Él y toda su descendencia habían vivido en esa región hasta que Jehová había dicho Abraham: “vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. (Génesis 12:1,2,3,). Por lo tanto, esta generación forzosamente tuvo que tener conocimiento de este texto tan importante para esa región. Y tan tuvo influencia que otros textos del Gilgamesh como la pelea con el león, y con el toro celeste, se repiten nada menos en otro héroe como Sansón.
Pero volviendo a nuestro tema en cuestión, encontramos similitudes entre los dos textos: La inundación ocurre en la llanura Mesopotámica. El personaje principal es advertido para que construya una embarcación para escapar de la inundación. Las embarcaciones fueron selladas con alquitrán. Las embarcaciones se detuvieron finalmente en una montaña. Las aves fueron soltadas para determinar si las aguas se retiraron. El personaje principal sacrificó una ofrenda.
Las diferencias esenciales entre los dos relatos son: en el texto Babilónico dice que el diluvio tardoó seis días con siete noches, mientras que en la Biblia duró 40 días con sus noches. El segundo y el más importante, es que en el Gilgamesh fue la Diosa quien envió el agua, en tanto que, en la Biblia, fue Dios. Y esto se debe a que en la época Babilónica era precisamente Ishtar, quien gobernaba. Ella era Venus, la estrella de la mañana, y precisamente a la entrada de Babilonia estaba la puerta de Ishtar, para que el viajero se diera cuenta que entraba a sus dominios. Esta puerta se encuentra en el Museo del Pérgamo de Berlín. Años más tarde esta diosa evolucionó en cada región del mundo. Se asocia con otras como Inanna en Sumeria, Anahit en la antigua Armenia, Coatlicue en México, Astarté en Canaán y Fenicia. Estas representan el arquetipo de la Diosa Madre, que fue la primera deidad sobre la Tierra.
El relato de Apuleyo que data del siglo dos después de Cristo, es muy claro referente a la primera deidad sobre la tierra. Sucede cuando Lucio, el personaje convertido en asno, en su miseria invoca a la Diosa y ella aparece cerca del primer sueño de la noche con una Luna resplandeciente y dice:
“Heme aquí que vengo conmovida por tus ruegos, ¡oh Lucio! Sepas que soy madre y natura de todas las cosas, señora de todos los elementos, principio y generación de los siglos, la mayor de los dioses y reina de todos los difuntos, primera y única sola de todos los dioses y diosas del cielo. He aquí que los troyanos me llaman Pesinuntica, madre de los dioses. Y los atenienses me llaman Minerva y los de Chipre, Venus. Los arqueros de Creta, Diana. Los sicilianos Proserpina. Los eleusinos, la diosa Ceres. Otros me llaman Juno, otros Bellona, otros Hecates. Los egipcios, poderosos y sabios, me llaman Isis…”.
Este cambio de Diosa a Dios, corresponde a la conversión de los hebreos al monoteísmo y, sobre todo, al patriarcado. Al parecer, este cambio obedeció a los celos que tuvieron los hombres por el hijo. Porque siempre se sabía quién era la madre, pero no el padre. Heródoto nos cuenta en sus historias que los babilónicos tenían una ley para las mujeres antes de casarse. Según veremos, es muy posible que las mujeres cuando se casaban ya iban embarazadas. De ahí que no se supiera con certeza quién era el padre:
“Hay obligación de que toda mujer del país, sentada junto al templo de Afrodita, una vez en la vida tenga relaciones con un varón extranjero… Se sientan muchas mujeres en el recinto de Afrodita, llevando en torno en sus cabezas una corona de cintas; una vez que una mujer se sienta, no se retira a su casa antes de que alguno de los extranjeros, habiendo depositado dinero en sus rodillas, se haya unido a ella dentro del santuario; y hay obligación de que el que deposita diga esto: sobre ti invoco a la diosa Mylita. Y Mylita llaman los asirios a Afrodita”.
Para terminar, me gustaría comentar que en 1997 William Ryan y Walter Pitman de la Universidad de Columbia, publicaron una teoría acerca del diluvio basada en la entrada de agua masiva a través del Bósforo en el año 5600 a. C. Los nuevos hallazgos arqueológicos demuestran que precisamente en el 5600 a. C. se habrían registrado enormes crecientes en los mares del mundo y, como consecuencia, podría haber ingresado agua salada de los mares Mediterráneo y Egeo en el Mar Negro, que para entonces era un lago cerrado de agua dulce. Cuando finalmente ocurrió, fue tan catastrófico que dejó una cicatriz tan profunda que fue contada en el Gilgamesh y luego pasó a la Biblia.