La falta de mantenimiento y supervisión ha llevado a que los dispositivos instalados en 2021 ya no estén en su lugar original
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
Desde su despliegue en 2021, los botones de pánico en Tapachula, diseñados para mejorar la seguridad pública, han sido un enigma en cuanto a su funcionalidad. A pesar de la inversión significativa en estos dispositivos, la falta de información sobre su estado operativo y el escaso uso registrado plantean serias dudas sobre su efectividad real.
Muchos de estos botones ya no están donde se instalaron originalmente. La desaparición de botones en puntos estratégicos como el cruce de la Central y frente a la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) sugiere una falta de seguimiento y mantenimiento adecuado. Además, se han observado cambios en los postes que albergaban estos dispositivos, lo que podría indicar problemas en la gestión y la coherencia del sistema de seguridad.
El Centro de Coordinación, Control, Comando, Comunicación y Cómputo (C5) ha confirmado que no se tiene constancia de ninguna activación de los botones desde su instalación. Esta ausencia de datos funcionales revela un vacío en la supervisión y control de estos mecanismos, lo que subraya una posible brecha entre la implementación y la operatividad real de las herramientas de seguridad.
Con alrededor de 30 botones distribuidos por la ciudad, el Consejo Municipal de Seguridad Pública (COMSEP) desconoce sobre la ubicación precisa de estos dispositivos. Solo uno parece estar visible en el centro de la ciudad, mientras que el resto se encuentra en un estado de incertidumbre. La falta de seguimiento de los puntos de instalación impide que los ciudadanos puedan utilizar estos botones en una emergencia.
A lo largo de estos años, la carencia de campañas informativas sobre el uso y la localización de los botones de pánico ha sido notable. Sin una adecuada difusión, el sistema no solo se vuelve ineficaz, sino que también contribuye a una creciente desconfianza en las iniciativas de seguridad pública. La falta de comunicación efectiva sobre cómo y cuándo utilizar estos dispositivos pone en evidencia una desconexión entre las autoridades y las necesidades reales de Tapachula.