Poblaciones indígenas y rurales enfrentan un grave problema con este padecimiento
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
En Chiapas, el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) sigue siendo una amenaza significativa, en especial entre las comunidades indígenas y en áreas rurales, donde el conocimiento y el acceso a tratamiento siguen siendo limitados. A pesar de los avances médicos y el tratamiento antirretroviral accesible para más del 80 por ciento de los casos en México, la realidad en la entidad refleja un panorama distinto. Con más de 18 mil personas infectadas en el estado, la brecha en la atención y la prevención es alarmante.
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reportó que 82 por ciento de las personas con VIH en México son varones. Sin embargo, en la comarca, la situación es diferente. Las comunidades indígenas, que enfrentan desafíos adicionales como la discriminación y la falta de infraestructura sanitaria, sufren un subregistro significativo, lo que contribuye a un desconocimiento generalizado sobre la enfermedad y sus métodos de prevención.
Las chiapanecas, que constituyen el 18 por ciento de los pacientes con VIH, enfrentan barreras similares. Aunque se les ofrece el mismo nivel de atención que a los hombres, el acceso a servicios adecuados en las áreas rurales y en las comunidades indígenas es sumamente limitado. El retraso en la detección y el tratamiento es una realidad dura, que afecta la calidad de vida y las expectativas de quienes viven con el virus.
Organizaciones locales como Joy Joy destacaron el estancamiento en la prevención del VIH, atribuyendo el problema a la falta de información y a la desconfianza hacia los servicios médicos. En comunidades donde la educación sobre el VIH es escasa, el desconocimiento sobre el contagio y la falta de recursos contribuyen a la propagación del virus.
Para abordar esta crisis, es crucial fortalecer los programas de educación y prevención en Chiapas. Las autoridades de salud deben priorizar la implementación de estrategias específicas para las comunidades indígenas y rurales. Sin una intervención decidida, la brecha en la atención continuará ampliándose, lo que deja a muchos en una lucha solitaria contra esta enfermedad.