La falta de intervención oportuna por parte de autoridades ha llevado a pobladores a
tomar medidas extremas
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
En Chicomuselo, Chiapas, la violencia se ha convertido en una constante para los
habitantes, quienes se encuentran atrapados en medio de una guerra territorial entre
grupos armados que buscan controlar la región. A solo una semana de las elecciones
extraordinarias que definirán al nuevo presidente municipal, el miedo y la incertidumbre
han eclipsado el proceso electoral.
Desde el jueves 15 de agosto, el municipio de Chicomuselo ha sido escenario de
enfrentamientos armados en diferentes zonas. Testigos y pobladores reportan
detonaciones de armas de fuego y explosiones en los ejidos Zacualpa, Regadillo, y en la
entrada del pueblo. Aunque las autoridades no han revelado cifras oficiales sobre las
víctimas o daños ocasionados por estos choques, el pánico se ha extendido entre la
población, que ha solicitado desesperadamente la intervención de las autoridades
estatales y federales.
En un mensaje enviado a diversos medios de comunicación, los pobladores de
Chicomuselo expresaron su angustia y el temor que viven diariamente. “Es un llamado de
auxilio, los pobladores de Chicomuselo solicitamos la intervención de las autoridades
federales y estatales; hace una hora se empezaron a escuchar explosiones de bombas y
detonaciones de arma de fuego en los ejidos Zacualpa, Regadillo y en la entrada del
pueblo”, señala el comunicado.
Ante la amenaza constante, muchos habitantes han optado por abandonar sus hogares,
especialmente aquellos con viviendas de techos de lámina, que no ofrecen protección
contra las balas perdidas. “Preferimos dejar todo atrás antes de que una bala nos quite la
vida”, comenta un residente, mientras empaqueta sus pocas pertenencias antes de buscar
refugio en una comunidad vecina.
El sábado 17 de agosto, los habitantes del ejido Regadillo, hartos de la inacción y las
promesas incumplidas de las autoridades, interceptaron a un convoy de la Guardia
Nacional (GN) y la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) que intentaba ingresar a la
comunidad. Este acto fue una manifestación clara de la desesperación de la población y de
su exigencia por una respuesta efectiva frente a la violencia que azota la región.
“¡Son pueblo! ¡Pónganse de nuestra parte!”, gritaba un poblador, según se escucha en un
video que rápidamente se viralizó en redes sociales. La tensión en el aire era palpable
mientras los residentes, muchos de ellos desplazados por la violencia, exigían a las fuerzas
de seguridad que tomaran partido y protegieran a las familias afectadas.
“Nosotros venimos luchando porque nuestras familias ya fueron desplazadas. Nuestros
niños, cuando subieron, tiraron gas. Muchas embarazadas perdieron sus niños. Allá hubo
pérdida de niños por causa del gas. Por eso nosotros nos estamos levantando como
pueblo”, declaró uno de los habitantes, visiblemente afectado por la situación.
Este incidente refleja la desesperación de una comunidad que se siente abandonada por
el Estado, mientras grupos criminales continúan imponiendo su ley con total impunidad.
La falta de intervención oportuna por parte de las autoridades ha llevado a los pobladores
a tomar medidas extremas, como la interceptación de las fuerzas de seguridad, en un
intento por salvaguardar sus vidas y las de sus seres queridos.
El conflicto en Chicomuselo no es nuevo, y los recientes enfrentamientos no son un caso
aislado. A finales de julio, cerca de 400 habitantes de la comunidad de Nuevo Reforma se
vieron obligados a abandonar sus hogares luego de que un dron arrojara una bomba en el
centro del poblado. Este ataque, que ocurrió en plena luz del día, sembró el terror entre
los residentes, quienes de inmediato tomaron la decisión de huir.
Las familias desplazadas se dirigieron a un embarcadero de la presa La Angostura, en
busca de un lugar seguro en municipios aledaños. La incertidumbre sobre el futuro,
sumada al trauma de haber perdido sus hogares, ha dejado a estas personas en una
situación de vulnerabilidad extrema.
“Nos fuimos con lo puesto, no había tiempo para pensar en qué llevar o qué dejar. Solo
queríamos sobrevivir”, narra una mujer que huyó con sus hijos tras el ataque. La ausencia
de un plan de contingencia por parte de las autoridades locales y la falta de refugios
temporales ha agudizado el sufrimiento de estas familias, que ahora deambulan sin rumbo
fijo en busca de protección.
La creciente ola de violencia en Chicomuselo se produce en un contexto delicado, a tan
solo una semana de las elecciones extraordinarias que se llevarán a cabo en tres
municipios de Chiapas: Chicomuselo, Pantelhó, y Capitán Luis Ángel Vidal. Estas elecciones
se han vuelto necesarias debido a la cancelación de las elecciones regulares en junio, tras
una serie de irregularidades y conflictos violentos.
Con 243 candidaturas en disputa por alcaldías, sindicaturas y regidurías, las elecciones
representan una oportunidad para restablecer el orden en municipios que han sido
severamente afectados por la violencia y la inestabilidad política. Sin embargo, el
panorama actual de Chicomuselo pone en duda la posibilidad de llevar a cabo un proceso
electoral pacífico y legítimo.
Las campañas electorales, programadas del 13 al 21 de agosto, han sido ensombrecidas
por la violencia, y muchos candidatos han expresado su temor por su seguridad. Algunos
partidos han optado por suspender sus actividades de campaña en las zonas más
peligrosas, ante la falta de garantías de seguridad.
La jornada de votaciones, prevista para el domingo 25 de agosto, se vislumbra como un
desafío logístico y de seguridad. La pregunta que ronda en la mente de los habitantes de
Chicomuselo es si realmente podrán ejercer su derecho al voto en medio de la violencia o
si, una vez más, la violencia se impondrá sobre la democracia.
En este contexto, el llamado de los pobladores de Chicomuselo a las autoridades estatales
y federales no es simplemente una petición, sino un grito desesperado por la
supervivencia. La falta de una respuesta efectiva ante la escalada de violencia podría tener
consecuencias desastrosas, no solo para las elecciones, sino para la estabilidad de la
región.
El conflicto en Chicomuselo no puede ser ignorado. Las vidas de cientos de personas están
en juego, y la comunidad internacional debe prestar atención a lo que sucede en este
rincón de Chiapas. La intervención inmediata y decidida de las autoridades es crucial para
evitar una tragedia mayor y para garantizar que el proceso electoral se lleve a cabo de
manera justa y segura.
La situación en Chicomuselo es un reflejo de la compleja realidad que enfrenta Chiapas en
general, donde la violencia, la impunidad y la falta de respuestas efectivas por parte del
Estado han llevado a las comunidades al borde del colapso. Las elecciones extraordinarias
representan una oportunidad para el cambio, pero también un riesgo latente en un
escenario tan volátil.
Mientras el reloj avanza hacia el 25 de agosto, los habitantes de Chicomuselo continúan
viviendo con el miedo constante de que la violencia se intensifique. Su llamado de auxilio
resuena en cada rincón de la comunidad, y el tiempo se agota para que las autoridades
respondan antes de que sea demasiado tarde. La historia de Chicomuselo no puede ser
escrita con sangre; debe ser escrita con esperanza y con un compromiso real de cambio.
Por otra parte, en el municipio de Pantelhó, Chiapas, continúa escalando con la presencia
del autodenominado Ejército Civil vinculado al crimen organizado, conocido como “Los
Herreras”. Este grupo ha estado atemorizando y atacando a las familias y personas que se
niegan a alinearse con ellos, generando un ambiente de terror en la región.
El pasado domingo 18 de agosto, alrededor de las 10:15 de la noche, sicarios
pertenecientes a Los Herreras detonaron una bomba y dispararon con armas de alto
calibre contra la vivienda del catequista Antonio y su esposa Marcela, quienes son
reconocidos por su servicio en la comunidad religiosa de la cabecera municipal de
Pantelhó. Esta agresión no fue un evento aislado; la pareja había recibido amenazas
previas debido a su negativa a cooperar con el grupo criminal.
Aunque los disparos y la explosión causaron daños materiales, afortunadamente, Antonio
y Marcela lograron esconderse y salir ilesos. Alrededor de 40 minutos después del ataque,
elementos del Ejército Mexicano llegaron al lugar para brindarles protección. Por
recomendación de las autoridades militares, la familia abandonó su hogar y, por el
momento, se encuentra refugiada bajo la protección de las fuerzas armadas, a la espera
de ser trasladados a un lugar seguro.
Esta situación refleja la constante violencia que se vive en Pantelhó, donde los disparos
son comunes en distintas horas del día y en diversos puntos del municipio. La gravedad de
estos actos de violencia pone en cuestión la viabilidad de las elecciones extraordinarias
anunciadas por las autoridades.
A pesar de los asesinatos, desplazamientos forzados y amenazas constantes, el Gobierno y
las autoridades en distintos órdenes parecen enfocados en realizar los comicios, sin
considerar las condiciones de seguridad que afectan a los habitantes de Pantelhó. La
situación genera preocupación entre los pobladores, quienes ven con escepticismo la
realización de las elecciones en un ambiente tan hostil y peligroso.