Enriqueta Burelo
Hoy la realidad supera a la ficción, si le pensamos, si le echamos coco, como se dice vulgarmente, siempre la ha superado, pero cerrábamos los ojos, o solo nos llegaba parte de ella a través de las noticias, repasando las reseñas de libros y películas, me encuentro con tres casos, uno sucede en Bolivia y dos en nuestro país, acontecimientos reales que nos perturban y duelen profundamente, nos indignan, hay momentos de la historia humana que merecen no ser olvidados, porque de ellos depende que el sistema de justicia se transforme.
Uno de los casos, se ha traducido en un libro y una película, Ellas hablan, el texto de Miriam Toews, narra la historia real de las mujeres de una comunidad menonita que fueron violadas sistemáticamente hasta que decidieron decidir su propio destino.
Hombres al interior de su comunidad, varios de ellos familiares suyos, que se aprovechaban de la noche para drogar a sus víctimas y abusar de ellas, entre 2005 y 2009, no sucede en la Edad Media, sino en pleno siglo XXI, al denunciar la situación al Consejo de Ancianos, sus acusaciones fueron descartadas como eventos producidos por la salvaje imaginación femenina o provocados por actos demoniacos o paranormales, lo que nos trae a la mente las Brujas de Salem u otros textos similares, solo tras haber sido atrapados un grupo de hombres atacando a una joven, los ancianos de Manitoba se inclinaron por romper sus tradiciones y llamaron a la policía boliviana para que se hiciera cargo de la situación.
Los siete abusadores de Manitoba continúan en prisión y otros dos hombres fueron arrestados y sentenciados por su participación en los ataques. Las mujeres atacadas, por su parte, se mantienen en silencio. Una vez recuperada su tranquilidad, han regresado al hermetismo que caracteriza a su sociedad. Sin acceso a tecnología y contacto con el resto de la civilización, es posible que no sepan de las conversaciones que sus historias han motivado.
Saltándonos unos años en el tiempo, llegamos a México y nos encontramos con un testimonio que pareciera propio del cine de oro mexicano, donde Marga López o Libertad Lamarque, representando a una madre cuya hija ha sido asesinada y el asesino en libertad, pero Las tres muertes de Marisela Escobedo, no es una película del género ficción, es un documental mexicano, del director mexicano Carlos Pérez Osorio, estrenada en 2020 por la plataforma Netflix. Aborda el caso de Marisela Escobedo Ortiz, activista mexicana asesinada en 2010 mientras mantenía un plantón en protesta por la falta de justicia en el feminicidio de su hija Rubí ocurrido en el año 2008.
Marisela Escobedo tenía 52 años cuando fue asesinada a tiros en una acera frente al Palacio de Gobierno de la ciudad de Chihuahua, al norte de México. Había instalado un campamento en una de las ciudades más peligrosas de México, un lugar donde la gente no sale de sus casas por la noche, para protestar día y noche contra la corrupción y la impunidad en el caso del asesinato de su hija.
La historia comenzó en 2005, cuando Rubí Marisol Frayre Escobedo, hija de Marisela, de 13 años, se enamoró de Sergio Barraza Bocanegra, quien en ese momento tenía 21 años. A pesar de la oposición inicial de la familia, la pareja se fue a vivir juntos y tuvieron una hija. Todo parecía estar bien. Luego, en 2008, Rubí desapareció. Sergio insistió en que Rubí simplemente lo había dejado por otro hombre, pero la familia no creía que ella dejaría a su hija atrás. Presentaron un informe de persona desaparecida, que la policía solo hizo oficial seis semanas después. Mientras tanto, Sergio desapareció.
Dirigida por Marisela, la familia buscó a Rubí por toda su ciudad natal de Ciudad Juárez, en la frontera con El Paso, Texas, por temor a que pudiera haber caído presa de los traficantes de personas. Sin la ayuda de la policía, Marisela encontró a Sergio y cubrió su vecindario con carteles que ofrecían dinero por cualquier información sobre la desaparición de su hija. Finalmente, un testigo se presentó y dijo que había escuchado a Sergio pedir ayuda a la gente para ocultar el cuerpo de su novia. Fue arrestado y confesó bajo custodia, diciendo a la policía dónde estaba el cuerpo. Meses después de su muerte, los restos de Rubí finalmente fueron encontrados.
Las “tres muertes” se refieren a tres eventos trágicos en la vida de Marisela: la primera “muerte” fue el asesinato de su hija, Rubí Marisol Frayre Escobedo, en 2008. La segunda “muerte” se refiere a la absolución del asesino de su hija, Sergio Barraza Bocanegra, en 2010, a pesar de que él confesó el crimen. Este evento fue devastador para Marisela, ya que sintió que la justicia le había fallado.
La tercera y última “muerte” fue el asesinato de Marisela misma en 2010, mientras protestaba por la liberación del asesino de su hija frente al palacio de Gobierno de Chihuahua.
La historia de Liliana Rivera Garza, tan real como la de Marisol Frayere Escobedo, sucede años antes que la de Marisol, cuando todavía el tema de la violencia de género, no había estallado en las narices de todos y todas, cuando no habíamos caído en cuenta que el patriarcado es un juez y que la culpa no era mía.
A Cristina Rivera Garza le tomó 30 años escribir la historia del asesinato sin resolver de su hermana. Cuando lo hizo, el libro surgió como parte de un llamado colectivo a la justicia en uno de los países más peligrosos del mundo, así nos catalogan, para las mujeres.
El 16 de julio de 1990, Liliana Rivera Garza fue encontrada muerta en su departamento en Azcapotzalco, una colonia de clase trabajadora de Ciudad de México. Tenía 20 años, era estudiante de Arquitectura con buen oído para la poesía y le gustaba escribir cartas en cuadernos de papel cuadriculado.
Cuando, meses después, se presentó una orden de aprehensión contra el exnovio de Liliana, el hombre había desaparecido. Se convirtió en una de los cientos de mujeres que cada año son asesinadas impunemente en México. A Rivera Garza solo le quedó el contorno de su hermana que se desvanecía lentamente, y varias cajas de cartas, anotaciones en un diario y los poemas escritos por la propia Liliana que, hasta enero de 2020, no se atrevió a leer.
El libro, titulado El invencible verano de Liliana, fue publicado en español por Random House el año pasado, y restaura la voz de Liliana entretejiendo fragmentos narrativos del minucioso archivo que dejó. La publicación sucede en un momento decisivo para los derechos de las mujeres en México. Un poderoso movimiento de protesta ha ido creciendo y volcándose en las calles, exigiendo repetidamente mayores protecciones y derechos, además de evidenciar los casos de violencia contra las mujeres.
Ese primer resultado decepcionó a Rivera Garza, y la empujó a un ciclo familiar de dolor y culpa: si tan solo hubiera comenzado su búsqueda antes, si su hermana no se hubiera mudado a Ciudad de México, si tan solo… Pero luego recordó el propósito de su libro y lo que al fin esperaba lograr documentar la historia de Liliana.
El invencible verano de Liliana no es solo la historia de un homicidio estúpido. Es una biografía familiar entrañable, y es un riguroso peritaje de la maraña de complicidades institucionales y hasta culturales que hacían y hacen posible la impune violencia contra las mujeres.
1990 como 2024, muchas mujeres consideran que la violencia doméstica, de pareja, es un juego del cual pueden salir victoriosas, una lucha de gigantes, Liliana como muchas mujeres, pensó que podía enfrentar sola al patriarcado y poder ganarle.
“Uno nunca está más inerme que cuando no tiene lenguaje. Quién en ese verano de 1990 iba a poder decir, con la frente en alto, con la fuerza que da la convicción de lo correcto y de lo cierto, y la culpa no era de ella, ni dónde estaba ni cómo vestía”, escribe Cristina en 2021, no para decir que hoy sería distinto, que hoy su hermana se hubiera salvado, sino para recordarnos que todas las Lilianas, Mariselas, Karlas, de hoy deben ser escuchadas y sin escatimar recursos, defendidas.