La sustitución de áreas verdes por concreto, eleva probabilidades de desastres naturales
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
La urbanización en Tuxtla Gutiérrez ha traído consigo un cambio drástico en el clima local y la forma en que la ciudad enfrenta las lluvias. La transformación de calles empedradas en superficies de concreto ha incrementado las temperaturas y alterado el ciclo natural de las precipitaciones. Este cambio no solo ha intensificado la velocidad de los escurrimientos pluviales, sino que también ha convertido las calles en canales peligrosos durante la temporada de lluvias.
El impacto ambiental es innegable: Chiapas ha perdido la mitad de su superficie forestal en los últimos 50 años, y Tuxtla Gutiérrez es un claro ejemplo de esta devastación. La expansión urbana ha reemplazado bosques por concreto, lo que acelera la deforestación y deja a la ciudad vulnerable a incendios y desbordes. Las consecuencias son palpables, con un aumento en las áreas afectadas por incendios, como en el Cerro Mactumatzá, donde la pérdida forestal ha sido severa.
El problema radica en la falta de planificación urbana que priorice la sostenibilidad. La sombra de los árboles, capaz de reducir la temperatura en hasta 20 grados, ha sido sustituida por superficies que no solo aumentan el calor, sino que también agravan el problema de los escurrimientos. Sin árboles para amortiguar el impacto del agua, las lluvias ahora causan inundaciones y corrientes peligrosas que la infraestructura actual no puede manejar.
La situación se complica aún más con la expansión desordenada hacia áreas naturales protegidas. La presión sobre el Parque Nacional Cañón del Sumidero y otras zonas forestales es alarmante, con colonias irregulares que agravan la crisis ambiental. Esta expansión, combinada con la falta de un plan de manejo adecuado, ha convertido a los escurrimientos en una amenaza creciente para la población.
La clave para revertir esta tendencia está en la reforestación y en la implementación de una gestión hídrica más eficiente. La urbanización descontrolada ha demostrado ser insostenible, y sin una acción inmediata, los problemas de escurrimientos y cambio climático seguirán en aumento, poniendo en riesgo tanto a la población como a los ecosistemas que aún quedan.