José Luis Castillejos
La situación en Chiapas es cada vez más crítica y refleja la complejidad de factores que dificultan restablecer el orden y reducir la violencia.
La frontera con Guatemala ha convertido a Chiapas en un punto estratégico para los cárteles, intensificando la disputa entre el Cártel de Sinaloa y el CJNG, que buscan controlar rutas de tráfico de drogas, armas y migrantes, agravando la violencia en la región.
Habitantes de municipios como Frontera Comalapa y Chicomuselo viven bajo una amenaza constante, lo que ha provocado desplazamientos masivos.
Las autoridades locales, a menudo, son superadas o cooptadas por los cárteles, generando una sensación de abandono entre la población. Pese a la presencia de la Guardia Nacional y el Ejército, la paz sigue siendo esquiva, puesto que las operaciones militares son vistas con desconfianza.
La falta de una estrategia integral por parte del Gobierno federal, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, ha llevado a que los cárteles operen con relativa impunidad.
Aunque se han desplegado fuerzas de seguridad, los resultados han sido limitados, y la influencia de los cárteles sigue siendo notable en la política local. La corrupción y las denuncias de colusión alimentan la desconfianza en la capacidad gubernamental para resolver esta crisis.
El impacto social de esta situación es alarmante. Los desplazamientos, extorsiones y desapariciones se han vuelto comunes en Chiapas, exacerbando la crisis humanitaria.
Las comunidades viven en un clima de miedo e incertidumbre, mientras los esfuerzos de las autoridades son insuficientes para controlar la violencia.
El aumento de secuestros y asesinatos en Chiapas agrava aún más la situación. En 2024, los secuestros han alcanzado cifras preocupantes, superando los registros de años anteriores. Los secuestradores operan con impunidad, sembrando miedo en las zonas rurales y desestabilizando a la población. Asimismo, la región fronteriza ha sido escenario de múltiples ejecuciones relacionadas con el narcotráfico, lo que envía un mensaje de poder de los cárteles.
El flujo migratorio también ha complicado la situación de seguridad. Miles de migrantes, en su mayoría centroamericanos, cruzan Chiapas en su camino hacia el norte, enfrentándose a condiciones extremadamente peligrosas. Estos migrantes a menudo se convierten en víctimas de secuestros y extorsiones por parte de grupos criminales. Las mujeres, en particular, están expuestas a abusos sexuales durante su trayecto, y muchos casos quedan sin denunciar por temor a represalias.
Las desapariciones han aumentado de forma alarmante, con personas secuestradas y desaparecidas sin dejar rastro. Organizaciones locales reportan un incremento en los “levantones”, reflejando un intento deliberado de silenciar a críticos y mantener el control a través del terror. Activistas y defensores de derechos humanos están entre los desaparecidos, lo que sugiere que el crimen organizado busca acallar voces incómodas.
Frente a esta situación, surge la pregunta: ¿quién se beneficia de este clima de terror? Los cárteles han encontrado en Chiapas una ruta ideal para sus actividades ilícitas, manteniendo a la población y a las autoridades en constante incertidumbre. Sin embargo, algunos analistas apuntan a que, sectores políticos también podrían estar utilizando la inseguridad como herramienta para desestabilizar gobiernos locales y obtener ventajas.
Chiapas merece mucho más que ser un campo de batalla entre el crimen organizado y los intereses políticos. Es necesario una respuesta firme y coordinada por parte de las autoridades para identificar y desmantelar las redes criminales y devolver la paz y seguridad al estado.