En 2023, 163 personas decidieron terminar con sus vidas, lo que equivale a más de cuatro casos por semana
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
En la conmemoración del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, celebrado cada 10 de septiembre, la directora del Centro de Integración Juvenil, Carmen Fernández, destacó una realidad alarmante para el estado de Chiapas: el suicidio se ha convertido en la cuarta causa de muerte, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Fernández señaló que, en el estado, las primeras tres causas de muerte son los accidentes, la violencia y los tumores malignos, mientras que el suicidio ocupa el cuarto lugar. Ante esta situación, es esencial tomar en serio este problema, puesto que afecta a uno de los valores más fundamentales: la vida. “Hay que sumar esfuerzos a nivel institucional, laboral y familiar para que, como sociedad, tengamos una participación activa en la prevención”, enfatizó Fernández.
Según el censo de 2019, en Chiapas se registraron 49 mil 766 nacimientos y 28 mil 317 defunciones, de las cuales una parte significativa corresponde a suicidios. Esta situación pone de relieve la necesidad de un tratamiento integral e interinstitucional para abordar la problemática. Fernández agregó: “Lo que tenemos que hacer como familia es apoyar a nuestros hijos, estar al pendiente de ellos. Ante los factores de riesgo, hay que llevar a los pacientes a los profesionales de la salud mental para su atención inmediata”.
El llamado de Fernández se extiende a sensibilizar a la población sobre la gravedad del suicidio como un problema de salud mental. “Hay que pedir ayuda para tener los elementos necesarios para afrontarlo y salir adelante”, subrayó.
El suicidio se ha convertido en una crisis silenciosa que afecta a Chiapas con creciente intensidad. En 2023, un total de 163 personas decidieron terminar con sus vidas, lo que equivale a más de cuatro suicidios por semana. Estas cifras revelan la magnitud de una situación que sigue siendo insuficientemente abordada tanto por autoridades como por la sociedad.
La depresión, que a menudo subyace en muchos casos de suicidio, no es solo una sensación pasajera de tristeza o frustración; es un trastorno mental que requiere atención especializada y el apoyo constante de una red cercana. Un sistema de salud mental robusto y accesible podría marcar la diferencia en estos casos, ofreciendo ayuda efectiva y a tiempo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que alrededor de 800 mil personas se suicidan cada año en el mundo, una cifra que refleja la magnitud global de esta crisis. En Chiapas, la situación se agrava por la falta de recursos y programas adecuados para la prevención y tratamiento de la depresión, que a menudo tiene raíces complejas, incluyendo factores genéticos, sociales y biológicos.
El abuso de sustancias como el alcohol y las drogas no solo agrava la depresión, sino que también nubla el juicio en momentos críticos. A través de programas de rehabilitación y el apoyo de profesionales de la salud mental en centros de apoyo, algunos pacientes logran salir adelante. Sin embargo, no todos en el estado tienen acceso a este tipo de recursos, lo que deja a muchos en situaciones de vulnerabilidad extrema.
El impacto del suicidio en Chiapas no solo se refleja en las cifras, sino también en las historias personales de aquellos que han luchado contra la depresión y los pensamientos suicidas. Roberto, un hombre que años atrás intentó acabar con su vida, comparte su experiencia: “Estuve un buen rato dentro de la cárcel, fueron siete años, 10 meses de haber estado recluido en diferentes CERSS (Centros Estatales de Reinserción Social de Sentenciados), pero en esas instituciones también hay profesionales que, cuando estás viviendo esa situación, puedes acudir a ellos. Eso fue lo que me ayudó a salir, junto con diferentes programas que existen”.
El testimonio de Roberto subraya la importancia de contar con apoyo especializado y el papel crucial que juegan las redes de apoyo en la recuperación de quienes enfrentan la depresión y el riesgo de suicidio.
Ante esta situación alarmante, se hace necesario un esfuerzo coordinado para sensibilizar y educar a la población sobre la importancia de la salud mental, así como para mejorar los recursos disponibles para la prevención y tratamiento del suicidio. “Es fundamental reconocer que el suicidio no es solo un problema individual, sino un problema de salud pública que requiere una respuesta integral”, concluye Fernández.
El suicidio, como cuarta causa de muerte en Chiapas, exige atención inmediata y un compromiso colectivo para prevenir más pérdidas innecesarias de vidas, valorando la existencia humana y trabajando juntos para enfrentar esta crisis silenciosa.
El suicidio es un problema de salud pública que ha cobrado creciente relevancia en México y en todo el mundo, especialmente entre niños y adolescentes. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los suicidios en la población joven mexicana han mostrado un incremento alarmante del 100 por ciento en la última década, pasando de 52 casos en 2013 a 104 en 2023. En el año 2023, se registró el mayor número de suicidios en la última década en la población general, con un total de 228 notificaciones, de las cuales 187 correspondieron a hombres y 41 a mujeres.
La prevención del suicidio se enfrenta a múltiples obstáculos, uno de los más significativos es la burocracia, que dificulta el acceso a servicios de salud mental adecuados. En los últimos cinco años, la tasa de suicidio entre niños y jóvenes aumentó en un 20 por ciento, con una tendencia ascendente preocupante. En el grupo de edad de 15 a 19 años, la tasa de suicidio pasó de 6.9 por cada 100 mil habitantes en 2016 a 7.7 en 2022, y el incremento continuó el año siguiente. Para los niños de 10 a 14 años, esta tasa subió de dos a 2.1 por cada 100 mil habitantes en el mismo período.
Entre las posibles causas del incremento de suicidios en niños y adolescentes se mencionan problemas familiares, problemas de salud mental, trastornos mentales no tratados, presión social y académica, expectativas irreales, violencia y trauma, factores económicos, pobreza, exclusión y estigmatización. Este conjunto de factores evidencia la complejidad del fenómeno, que exige una intervención integral para abordarlo de manera eficaz.
En la región Pacífico Sur de México, integrada por los estados de Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Chiapas, la tasa general de suicidios entre niños y adolescentes es de 7.1 por ciento. Sin embargo, esta cifra podría ser mayor, dado que muchos casos no se registran como suicidios, lo que indica un subregistro que podría modificar drásticamente la tasa y las dimensiones del problema.
En Chiapas, el suicidio es la cuarta causa de muerte, precedida por los accidentes, la violencia y los tumores malignos. En la región Soconusco de Chiapas, la depresión es una de las primeras causas de suicidio entre jóvenes. En 2021, se contabilizaron 27 casos de suicidio en esta región, pero en 2022 esa cifra ascendió a más de 33 decesos. Además, se ha observado que cada vez más personas jóvenes optan por el suicidio, incluidas aquellas de entre 10 y 14 años.
Los municipios de Tuxtla Gutiérrez, Tapachula, San Cristóbal de Las Casas y Comitán presentan la mayor incidencia de suicidios en el estado. Este aumento se ve agravado por la falta de registros adecuados, lo que dificulta aún más la implementación de medidas efectivas de prevención y atención.
En Guerrero, la tasa de suicidio es la más baja de México, con un indicador de 1.4 por cada 100 mil habitantes. Sin embargo, las autoridades reconocen que esta cifra no refleja la realidad del problema debido a fallas en la prevención y atención a la salud mental, y porque muchos casos no se registran como suicidios. Los municipios de Iguala, Acapulco y Chilpancingo son los que presentan mayor número de suicidios, influidos por factores como el abuso sexual, la violencia de género, la pobreza y la falta de acceso a servicios de salud.
En Michoacán, en 2023, la salud mental deteriorada llevó al suicidio de 19 menores de entre siete y 17 años. De acuerdo con cifras oficiales de la Fiscalía General del Estado, en el período de 2000 a 2022, la entidad ocupó el lugar 15 a nivel nacional en muertes de menores de 10 a 17 años por suicidio, con un total de 26 casos. Este dato contrasta con los 19 casos registrados solo en 2023, lo que resalta un incremento alarmante.
Oaxaca, otro estado de la región pacífico sur, ha registrado 403 fallecimientos por suicidio en los últimos dos años. Se estima que por cada caso de suicidio, hay al menos 20 intentos previos, lo que indica un incremento del 53 por ciento en la tasa estatal de este problema de salud pública. La magnitud de esta situación demanda una intervención urgente y coordinada de las autoridades para prevenir futuros decesos.
El fenómeno del suicidio infantil y juvenil en México es complejo y está influido por múltiples factores interrelacionados. Abordar este problema requiere un enfoque integral que promueva la prevención, el acceso a servicios de salud mental y el apoyo familiar y comunitario. La intervención temprana y la creación de redes de apoyo efectivas son esenciales para reducir el riesgo y mejorar el bienestar de los jóvenes.
Es fundamental que la población tenga presente la “Línea de la Vida” (800 911 2000), un mecanismo importante para brindar apoyo emocional a quienes lo requieran, así como acercarse al tratamiento profesional en Centros de Integración Juvenil o incluso a través de redes sociales.
Según Chiñas Vaquerizo, experto en salud mental, muchas veces la prevención consiste en orientar a las personas que están atravesando una situación de crisis, como la pérdida de un trabajo o un familiar. A través de un acompañamiento adecuado, se pueden enfocar en soluciones para enfrentar su situación. En este sentido, los Centros de Integración Juvenil juegan un papel crucial, contando con personal calificado para brindar apoyo emocional y canalizar a los pacientes hacia una atención más especializada y profesional.
La prevención del suicidio en México debe ser una prioridad. La burocracia no puede ser una barrera para el acceso a servicios de salud mental, especialmente para los jóvenes que enfrentan diversos factores de riesgo. Es imperativo que las autoridades, la sociedad y las familias trabajen juntos para crear un entorno de apoyo, comprensión y empatía, que permita a los jóvenes encontrar alternativas y esperanza en los momentos más oscuros.