Violencia sexual. El enemigo en casa.
Sheila X. Gutiérrez Zenteno
No hay una forma amable de abordar las violaciones de las que Gisèle Pélicot fue objeto en su propio hogar en Francia y que fueron orquestadas por el hombre en quien confiaba: su esposo. Para Gisèle, hablar de violación no es suficiente; “el término correcto es barbarie”.
Gisèle fue violada sistemáticamente por casi 10 años.
Sus violadores eran hombres comunes, algunos casados, con familia, separados, solteros, con hijos; son periodistas locales, obreros, jubilados, bomberos, empleados, enfermeros, concejales. De los 81 hombres que violaron a Gisèle, 51 de ellos fueron detenidos; la policía contabilizó 92 violaciones y un total de cuatro mil archivos que dan cuenta del abuso contra ella, todo esto guardado en el computador de su esposo. ¿La edad de los hombres que participaron en esto? De los 21 a los 74 años. No es una cuestión generacional, es violencia, es abuso, es dominación, es violación.
¿Por qué un grupo de hombres decide violar sistemáticamente a una mujer inconsciente? Porque pueden hacerlo.
La policía francesa dio con el material que muestra los abusos contra Gisèle de forma circunstancial en septiembre de 2020, derivado de una denuncia en contra de Dominique Pélicot, su esposo, quien fue detenido al ser descubierto grabando con su celular bajo las faldas de las mujeres en un supermercado. Fue arrestado gracias a la denuncia de un guardia que vio a Dominique. Que la policía descubriese la violencia sexual contra Gisèle fue casual.
La violencia que vivió Gisèle Pélicot solo fue posible gracias a los hombres que, por decisión propia, decidieron participar violándola; el abuso que vivió Gisèle Pélicot solo fue posible por el silencio de quienes se negaron a participar, pero fueron omisos al no denunciar el hecho; el crimen que vivió Gisèle Pélicot solo fue posible debido a la falta de vigilancia de los médicos que atendían sus infecciones, sin lograr identificar un patrón o el origen de estas; las violaciones que vivió Gisèle Pélicot fueron posibles debido al anonimato y la protección que el Internet ofreció a los depredadores.
Gisèle fue violada por un hombre con VIH, y fue contagiada con al menos cuatro enfermedades de transmisión sexual, y nadie en su entorno pudo darse cuenta del abuso sistemático que vivía. Vivimos una cultura de la violación que justifica que las mujeres sean abusadas.
Dominique, el orquestador de los ataques sexuales, usó una red social para contactar a los hombres que ultrajaron a Gisèle y durante el proceso de juicio se ha descubierto que uno de los hombres juzgados, identificado como Rasmus, sedaba a su propia esposa, para violarla mientras Dominique grababa, o bien, Dominique la violaba mientras Rasmus filmaba. Sí, los esposos que violan a sus esposas, existen.
Gisèle Pélicot decidió hacer público el juicio en contra de Dominique Pélicot, con la esperanza de que su caso obligara a las autoridades encargadas de impartir justicia en Francia y a la sociedad, a comprender lo que la sumisión química representa para cientos de mujeres e infancias: violación.
SUMISIÓN QUÍMICA: TE DROGO PARA VIOLARTE
La sumisión química es más frecuente de lo que quisiéramos pensar; pueden ser víctimas grupos vulnerables como infancias, tercera edad y personas que cursan enfermedades que requieren de la atención de terceros, sin embargo, la generalidad arroja que quienes enfrentan mayormente violencia sexual a partir de la perdida de la conciencia derivado del uso de químicos, son mujeres.
La sumisión química consiste en la administración de sustancias químicas a una persona, sin su consentimiento, sin su conocimiento, con fines delictivos. Es complejo cuantificar el número de abusos o violencias sexuales que se dan a partir de la sumisión química porque, 1) es complejo para la víctima determinar qué sucedió y 2) cuando logra comprender lo que sucedió no tiene evidencia para comprobar que la drogaron para abusar de ella.
En España, el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses constató dos mil 054 agresiones sexuales en 2020 en las que hubo sumisión química de por medio; en México, solo se pueden hacer estimaciones, debido a que no existe una fuente oficial que brinde datos sobre este delito. Además, la suministración de los químicos puede generar una amnesia temporal, que lleva a la abusada a inferir que algo sucedió, que algo pasó en su cuerpo, solo no recuerda qué.
En Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo, se habló durante un tiempo acerca de un lugar (antro) en el que se tejieron decenas de historias de jóvenes que señalaban abiertamente actos de acoso y abuso sexual en los que la sumisión química formaba parte. Chicas que eran encontradas en los baños, desmayadas, semidesnudas que no recordaban nada y cuyas fotografías aparecían posteriormente en algún pack; jóvenes que después de beber una cerveza comenzaban a perder el control de su cuerpo o la conciencia. Las denuncias públicas que se leían en grupos en redes sociales señalaban abiertamente dicho club, en el que se abusaba de las mujeres luego de colocar en sus bebidas pastillas, hielos o bebidas adulteradas.
El lugar por fin fue cerrado, pero no como un acto de justicia para estas mujeres, las circunstancias fueron otras.
VIOLENCIA SEXUAL EN MÉXICO
La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia es el instrumento legal que en México busca prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres; entre los tipos de violencia que enlista se encuentra la violencia sexual, a la que se define como cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y, que por tanto, atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla y concebirla como objeto.
Cuando una mujer es víctima de la sumisión química, su violentador busca eliminar cualquier resquicio de voluntad en ella para ejercer violencia sexual y hacer con su cuerpo lo que le plazca: fotografiarla, introducirle objetos, violar su cuerpo como lo desee. No hay límites para el violador ante una víctima en completo estado de indefensión.
Los síntomas de la sumisión química son similares a esa sensación que produce el ingerir bebidas alcohólicas en exceso, sin haberlo hecho. La víctima pasa por un proceso o un estado de relajación o somnolencia, hay una pérdida de la memoria, se produce automatismo (ausencia de pensamiento consciente) y xerostomía (sequedad en la boca). Cualquier mujer que detecte estos síntomas, sin importar el lugar, debe buscar ayuda porque corre un gran riesgo.
En México, de las 32 entidades federativas, solamente Sonora cuenta con una ley publicada en el Boletín Oficial el 7 de julio de 2023, y que contempla la figura de la sumisión química como delito, incorporándose así por vez primera en una legislación estatal en México, que castiga con cuatro a 10 años de prisión o multa de 20 a 200 unidades de medida, sin perjuicio de las penas que correspondan a otros delitos que se cometieron sobre la víctima, a quien altere bebidas o alimentos con el fin de dañar a una persona.
Mexicanos Unidos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) dio a conocer el pasado 7 de marzo que en México, cada hora se denuncian tres casos de abuso sexual y/o violaciones, es decir, 90 casos al día. Durante un año, el equipo de periodistas de MCCI analizó las cifras de delitos sexuales registrados en todo el país y encontró que en una década se denunciaron cerca de 330 mil delitos sexuales en México (un promedio de 33 mil al año). El 91 por ciento de los casos denunciados quedan en total impunidad; los agresores sexuales nunca son detenidos, y si se logra la detención, son liberados o absueltos.
Las violaciones en las que hay sumisión química de por medio, no son denunciadas.
El día que las instituciones responsables de proteger a las infancias y a las mujeres en este país, tomen en serio el papel que juega la sumisión química en los abusos sexuales contra mujeres, las historias de terror sexual saldrán a la luz en cascada.
Quienes violan, saben que las mujeres callan por vergüenza.
Ese silencio, ese hablar quedito del abuso sexual, el culpar a la víctima desplazando la responsabilidad del violentador a quien fue abusada, es lo que les brinda a los violadores carta blanca para abusar de las mujeres.
Ellos saben que si una mujer señala públicamente a su agresor, la sociedad misma se encarga de silenciarlas.
Y las justificaciones serán muchas: “ella tuvo la culpa por salir tan tarde”; “ella tuvo la culpa por aceptar la bebida de un desconocido”, “si ya saben que ahí pasan cosas para qué van”, “es que ella también mira cómo iba vestida”… pero en el caso de Gisèle, que fue abusada por su esposo quien invitó a casi un centenar de hombres a su casa para abusar de ella ¿qué justificación usará la sociedad para culpar a la víctima?
El caso de Gisèle Pélicot es solo la punta del iceberg sobre la relación que guarda la violencia sexual y el uso de drogas y sustancias químicas para anular la voluntad de mujeres y niñas, y así, abusar de ellas no solo en Francia, sino en todo el orbe.
Que el mundo entero conozca a los violadores de Gisèle Pélicot.