Noche de fuego: el riesgo de nacer mujer
Sheila X. Gutiérrez Zenteno
El 23 de septiembre se conmemora el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños. Este día tiene como objetivo concientizar a la sociedad en general, y a los gobiernos, sobre las consecuencias del tráfico y la explotación sexual de infancias y mujeres, quienes terminan formando parte de redes que incentivan su compraventa, ya sea para cubrir el tráfico de órganos, realizar trabajos forzados, y principalmente, ser destinadas a la explotación sexual.
La trata de personas y el abuso sexual comercial no son temas de reciente data. La activista británica Josephine Butler, lideró a mediados del siglo XIX una campaña para abolirlos en Europa. Su trabajo sentó las bases para la lucha contemporánea contra la esclavitud sexual y el secuestro con fines de explotación; fue en 1999 que la Conferencia Mundial de la Coalición contra el Tráfico de Personas en coordinación con la Conferencia de Mujeres, acordaron establecer el 23 de septiembre como el día para visibilizar la explotación y tráfico de infancias y mujeres.
Según el Inmujeres, las víctimas de estos delitos sufren la privación de su libertad, violencia, abuso sexual, embarazos no deseados, abortos inseguros y tratos crueles e inhumanos. Quienes mayor vulnerabilidad presentan son grupos de personas migrantes, refugiadas y quienes quedan atrapados entre el crimen organizado.
El pasado 20 de septiembre, el Comité sobre los Derechos de la niñez de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dio a conocer que en México todos los días desaparecen 14 infantes, uno cada dos horas. En nuestro país, actualmente hay 17 mil 788 niños, niñas y adolescentes desaparecidos; el 55 por ciento de quienes han desaparecido son niñas, y las mayores cifras corresponden a menores a partir de los 12 años, que llegan a ser el 74 por ciento. Estos datos incluyen desapariciones forzadas (perpetradas directamente por el Estado y sus funcionarios coludidos en ocasiones con el crimen organizado). El filme Noche de fuego aborda este tema.
NOCHE DE FUEGO: INFANCIAS TRASTOCADAS
Noche de Fuego (2021) es una película dirigida por Tatiana Huezo, directora salvadoreña radicada en México. Retrata los peligros que las niñas, niños y las mujeres viven en su vida cotidiana en las comunidades de Guerrero ante los embates del crimen organizado. Huezo, no solo narra la lucha de una pequeña comunidad enclavada en la sierra, la cual para subsistir ha aceptado pizcar la amapola que siembran para los grupos criminales de la zona; nos muestra también la manera en que tres niñas y uno de sus amigos, intentan vivir su infancia, y posterior adolescencia, rodeadas de miedo, incertidumbre, vida y muerte.
Como dispositivo mediático (expresión cultural que representa una realidad) Noche de fuego redefine a las comunidades rurales; las aleja de la imagen del cine costumbrista mexicano plagado de historias pintorescas y amorosas que se desarrollan en el campo, y muestra un entorno violento en el que niñas y mujeres buscan mecanismos de supervivencia: desde cavar fosas para esconderse de los criminales hasta borrar su identidad femenina…
En Noche de fuego vemos ese mundo donde los varones mantienen el cabello corto, usan bigote, calzan botas y dinamitan las montañas como parte de los trabajos mal pagados que llegan a una región olvidada tanto por el Estado y el Gobierno. Ellos lucen masculinos, duros y distantes, sin esperanza. Son las mujeres quienes prodigan el afecto y el cuidado, no es casual que el único agricultor de la comunidad (considerada una actividad femenina) sea asesinado por negarse a entregar a su hija para ser integrada a redes de trata o explotación sexual que lideran los grupos criminales de la zona.
No hay futuro en esa comunidad. La mayor parte de los hombres han migrado a Estados Unidos, dejando a sus familias solas; quienes viven en los pueblos, deben elegir trabajar para compañías que les explotan o ceder a las presiones del crimen organizado y sembrar amapola, la cual será utilizada por los narcotraficantes para producir heroína. Es imprescindible para estos grupos cultivarla en regiones remotas y de difícil acceso, así que toman por asalto comunidades con altos índices de marginación porque la protección del Estado difícilmente llega a estas alejadas y olvidadas zonas de México.
En la sierra, los adultos han cedido al terror de los grupos delictivos; en el pueblo, el nombre de Juana, una niña secuestrada, apenas se susurra y la sombra del crimen organizado colapsa de a poco la vida de Ana, Paula, María y Margarito.
BORRARSE COMO MUJERES PARA SOBREVIVIR
Noche de fuego es una historia que se divide en dos momentos: la infancia y la adolescencia de Ana, Paula y María. Luego de la desaparición de Juana, hay tres elementos que comienzan a jugar un papel fundamental en su vida mientras viven el proceso infancia/adolescencia: el cabello, los senos y la menstruación, que, desde la mirada masculina dominante, son extensiones de la sexualidad de las mujeres, por lo que la comunidad los ha re-significado para hacer frente a los grupos del crimen organizado.
Ana, la protagonista de la historia, se siente orgullosa de su cabello. Es un elemento que identifica su feminidad y lo que la diferencia de los niños del pueblo, incluido Margarito, el niño que le gusta. En el filme, la directora nos muestra que en la comunidad, el cabello largo es usado por mujeres y niñas como parte de sus costumbres. La única mujer con el cabello corto en el pueblo es la que paga derecho de piso para poder mantener su negocio.
Las madres de Ana y Paula deciden cortar las largas cabelleras de sus hijas. Necesitan hacerle creer a los criminales que son varones. Solo así vivirán tranquilas lo que resta de su infancia. Su feminidad les es arrebatada por supervivencia, lo que conciben como su ser mujer ─ su cabello ─ ya no existe más. María tiene labio leporino, así que no llamará la atención de los criminales.
Mientras las niñas están expuestas a ser abusadas sexualmente o secuestradas para ser ingresadas a redes de trata, Margarito (hermano de María), vive su vida con total normalidad.
Para las niñas, lucir como varones se volvió un mecanismo de protección. Borrar lo femenino es el medio para sobrevivir a la violenta dominación masculina. A pesar de esto, en su casa, a escondidas de sus madres, colorean sus labios con betabel, dadoque tienen prohibido usar maquillaje.
Tres o cuatro años después, cuando sus cuerpos cambian por la adolescencia la preocupación aparece de nuevo. Sus madres entienden que es importante que pierdan su potencia erótica en el espacio público; el cabello corto y vestirlas como niños ya no es suficiente, es importante ocultar sus senos. Borrarlas es subsistir al crimen organizado que niega, excluye, violenta, abusa y asesina mujeres.
“La desigualdad es erotizada” dice Francesca Gargallo cuando habla de las violencias que observa desde el feminismo latinoamericano y Noche de fuego lo muestra de una manera muy cruda; los secuestros por parte de los grupos de narcotráfico obedecen a una violencia fálica que se reproduce desde la pedagogía de la crueldad. Para los criminales su objetivo son las adolescentes que empiezan a menstruar; así, lo que en otros lugares acerca a las adolescentes a una fiesta de 15 años, en la Sierra de Guerrero es una sentencia.
La violencia fálica se reproduce sin cesar. Además, como lo explica Rita Segato en su pedagogía de la crueldad, los criminales también usan los cuerpos de las mujeres para dejar mensajes a quien no obedezca. Se escribe en el cuerpo de las mujeres.
Tatiana Huezo nos acerca a ese sistema de dominación sexual en el que las mujeres están supeditadas a los hombres. El filme nos muestra a mujeres de bajos recursos cuyos esposos migran y se tornan figuras ausentes. Son mujeres y niñas rurales que a nadie importan. Representan el fracaso del Estado protegiendo a la población vulnerable.
Para Ana, Paula y María, cortar su cabello, fingir ser niños al usar ropa masculina, ocultar sus senos y negar su menstruación, no les fue suficiente para estar a salvo.
Parafraseando a Francesca Gargallo, hoy las mujeres y las niñas enfrentan en México al crimen organizado como un símil del período de conquista, en el que la dominación de estos grupos, han creado condiciones para apropiarse sexualmente de ellas; mujeres y niñas resisten y sobreviven, mientras sobrellevan los mandatos de género impuestos por su sexo. Por su parte, los niños no tienen opciones, si no migran de la comunidad, terminarán sirviendo a los grupos criminales como sicarios, tal como sucede con Margarito.
En Noche de fuego (y en nuestra realidad) en ocasiones, borrar la condición biológica/genérica, el ser mujer, no es suficiente para sobrevivir.