Sin documentos que respalden su propiedad, los afectados por el huracán Stan viven en un vacío jurídico
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
Han pasado casi dos décadas desde que el huracán Stan golpeó la Costa de Chiapas, pero para cientos de familias en Tapachula, el problema aún no termina. Lo que comenzó como un desastre natural en 2005 ha evolucionado en una lucha por la seguridad legal de sus viviendas. A pesar de las promesas iniciales del Gobierno, la falta de títulos de propiedad mantiene a estas familias en un estado de vulnerabilidad constante, amenazadas por posibles desalojos.
El impacto del huracán no solo arrasó con casas y pertenencias, sino que creó una crisis de confianza en las autoridades. Las familias que lo perdieron todo recibieron viviendas como parte de un plan de reconstrucción, pero nunca se les entregaron los documentos legales que garantizaran su propiedad. A 19 años del desastre, la incertidumbre sobre su situación ha dejado a estas comunidades en un vacío legal.
Las promesas de regularización han dejado un mal sabor entre los damnificados. La presidenta de Pueblos Indígenas,María del Rocío del Puerto Chang, ha sido clara al denunciar que miles de familias en distintas comunidades de Tapachula enfrentan la amenaza de desalojo. El problema no es solo la falta de documentos, sino la indiferencia con la que las autoridades han tratado un tema que, para muchos, significa su única oportunidad de estabilidad y seguridad.
Este viernes, en el aniversario del huracán, los afectados no solo recordaron la tragedia, sino que volvieron a exigir justicia. Con cada año que pasa, su situación se agrava y la indiferencia institucional se convierte en el obstáculo más grande. No se trata solo de un problema de tierras, sino de un fracaso en la promesa de reconstrucción y apoyo a los más vulnerables.
El caso de Tapachula no es una simple secuela de un desastre natural, es un ejemplo de cómo la burocracia puede perpetuar una crisis. Las familias afectadas no buscan caridad, exigen lo que les fue prometido: la seguridad de un hogar que puedan llamar suyo, en una tierra que vive todavía con las afectaciones del desastre natural.