Con fervor religioso y con la esperanza de un futuro mejor, más de 500 personas participaron en el acto
ARGENIS ESQUIPULAS/PORTAVOZ
Un grito de paz resonó en las calles de Chalchihuitán, en la región Altos de Chiapas, cuando más de 500 feligreses católicos, pertenecientes a la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, tomaron las calles para manifestarse contra la violencia que azota a sus comunidades. Los habitantes de este municipio, mayoritariamente tsotsiles, caminaron unidos para exigir seguridad, justicia y el fin del maltrato y las violaciones que han golpeado a las mujeres y niños de la región.
La marcha, organizada por el Pueblo Creyente de Chalchihuitán, no solo fue un acto de fe, sino una súplica al Gobierno para que preste atención a los pueblos olvidados de Los Altos de Chiapas. En medio de oraciones y cánticos, los manifestantes recorrieron las principales calles de la cabecera municipal hasta llegar al centro del pueblo, donde realizaron una oración colectiva pidiendo por el cese de la violencia, el maltrato infantil, la violación de mujeres y niñas, así como la urgente necesidad de cerrar los bares y cantinas que, según los pobladores, son focos de delincuencia y violencia.
Chalchihuitán, ubicado en Los Altos de Chiapas, es uno de los municipios que más ha sufrido los embates de la violencia en los últimos años. Esta comunidad, donde la mayoría de la población es de origen indígena tsotsil, enfrenta una serie de problemas que van desde la inseguridad hasta el desplazamiento forzado. Las familias de Chalchihuitán han tenido que huir en repetidas ocasiones debido a la violencia generada por conflictos agrarios, delincuencia organizada y la proliferación del alcoholismo y la drogadicción en la zona.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), Chalchihuitán tiene una población de poco más de 17 mil habitantes, la mayoría de los cuales se dedican a la agricultura de subsistencia. Sin embargo, en los últimos años, el aumento de bares y cantinas en la cabecera municipal ha incrementado los problemas de violencia, provocando una ruptura del tejido social. Los pobladores señalan que estos establecimientos no solo fomentan el consumo de alcohol y drogas, sino que también son el epicentro de agresiones sexuales y maltrato a mujeres y menores de edad.
Durante la marcha, los habitantes expresaron su preocupación por la proliferación de estos lugares, que han convertido a la cabecera municipal en un foco de delincuencia. “Nosotros no queremos más violencia. Pedimos a las autoridades que cierren los bares y cantinas, porque solo traen problemas. Nuestros hijos están en peligro”, señaló Juan Pérez, uno de los organizadores de la marcha.
Los manifestantes dirigieron un mensaje claro a las autoridades, solicitando la intervención directa de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y del gobernador electo de Chiapas, Eduardo Ramírez Aguilar. Pidieron que no olviden a los municipios de Los Altos, Sierra y Norte del estado, donde las familias viven atemorizadas por la violencia y en muchos casos se ven obligadas a dejar sus hogares para salvar sus vidas.
“Estamos cansados de vivir con miedo. Nuestros hijos, nuestras esposas, nuestros hermanos no pueden salir de noche porque temen ser atacados o violentados. Queremos que las autoridades hagan algo, que no nos abandonen”, dijo Rosa López, una de las mujeres que participó en la marcha, mientras sostenía un cartel que decía: “Paz para Chalchihuitán”.
La región de Los Altos de Chiapas ha sido históricamente una de las más marginadas del país. A pesar de que el conflicto agrario ha disminuido en los últimos años, la violencia generada por la delincuencia organizada, el narcotráfico y las disputas locales ha tomado su lugar, dejando a las comunidades indígenas vulnerables y desprotegidas. En este contexto, las mujeres y los niños son los más afectados. Los casos de violaciones y maltrato han ido en aumento, y las autoridades locales han sido incapaces de frenar este flagelo.
Uno de los problemas más graves que enfrenta Chalchihuitán es el desplazamiento forzado de familias enteras debido a la violencia. Desde 2017, cuando se registró un conflicto agrario con el municipio vecino de Chenalhó, cientos de familias han sido obligadas a huir de sus hogares. Aunque el conflicto agrario parece haber sido parcialmente resuelto, las secuelas de la violencia persisten en la región.
Los desplazados viven en condiciones precarias, sin acceso adecuado a servicios básicos como agua potable, electricidad o atención médica. A pesar de los esfuerzos de organizaciones no gubernamentales y la Iglesia Católica por ofrecer ayuda humanitaria, las soluciones a largo plazo han sido insuficientes. La violencia sigue siendo un factor de desestabilización, y las familias desplazadas temen regresar a sus hogares por miedo a nuevos ataques.
“Nosotros vivimos con miedo todos los días. No sabemos si vamos a poder regresar a nuestras tierras o si la violencia volverá a alcanzarnos. Queremos que las autoridades nos escuchen y nos ayuden a encontrar una solución”, expresó María Hernández, quien fue desplazada de su comunidad en 2017 y aún no ha podido regresar.
La marcha por la paz en Chalchihuitán fue organizada por la diócesis de San Cristóbal de Las Casas, una de las instituciones más activas en la defensa de los derechos de los pueblos indígenas en Chiapas. Desde hace décadas, la Iglesia ha jugado un papel clave en la mediación de conflictos y en la promoción de la paz en la región. En esta ocasión, el sacerdote a cargo de la parroquia de Chalchihuitán hizo un llamado a la unión y la comunión para reconstruir el tejido social de las comunidades.
“Es momento de que todos nos unamos para sanar las heridas de nuestro pueblo. No podemos seguir permitiendo que la violencia y el odio destruyan nuestras familias. Debemos trabajar juntos por la paz y el bienestar de todos”, dijo el sacerdote durante la misa que se celebró al finalizar la marcha.
La peregrinación partió del parque central de Chalchihuitán, recorriendo las calles principales de la cabecera municipal, y concluyó con una misa en el centro del pueblo. Durante el recorrido, los manifestantes portaban pancartas y carteles con mensajes de paz y justicia. “No más violencia”, “Cierre de cantinas ya”, “Protejan a nuestras niñas”, eran algunos de los lemas que se podían leer.
A pesar de los múltiples desafíos que enfrenta Chalchihuitán, sus habitantes siguen manteniendo la esperanza de que un cambio es posible. La marcha por la paz no solo fue una manifestación de fe, sino una muestra de la resiliencia de un pueblo que se niega a ser derrotado por la violencia.
Con fervor religioso y con la esperanza de un futuro mejor, las más de 500 personas que participaron en la marcha hicieron un llamado a las autoridades para que no ignoren las necesidades de los pueblos indígenas. “Queremos vivir en paz. Queremos que nuestros hijos crezcan en un lugar seguro”, fue el mensaje que resonó en las calles de Chalchihuitán este lunes.
La marcha concluyó con una oración en la plaza central del municipio, donde los participantes pidieron a Dios por la paz y la tranquilidad de sus comunidades. Con la esperanza de que sus voces sean escuchadas, los habitantes de Chalchihuitán confían en que esta manifestación marcará el inicio de un cambio en la región.