José Luis Castillejos
El Tapón del Darién es uno de los tramos más peligrosos en la ruta migratoria desde Sudamérica hasta Norteamérica. Esta selva densa y vasta, entre Colombia y Panamá, se caracteriza por terrenos montañosos, ríos caudalosos, animales salvajes y la ausencia total de infraestructura. Para miles de migrantes, esta es la única opción para seguir su viaje hacia el norte.
Además de enfrentar los peligros naturales, los migrantes que atraviesan el Darién están expuestos a la violencia de grupos armados, robos y extorsiones. Sin embargo, la necesidad de escapar de situaciones críticas en sus países de origen los obliga a arriesgarse. Muchos provienen de Venezuela, Haití, Cuba, e incluso de África y Asia, con la esperanza de encontrar una vida mejor en los Estados Unidos.
Las historias de quienes logran sobrevivir al Darién son estremecedoras. Migrantes narran cómo han visto morir a compañeros de viaje debido a la deshidratación, agotamiento físico o ataques de animales. Quienes logran salir de la selva muchas veces lo hacen con lo mínimo, perdiendo pertenencias, y en muchos casos, a seres queridos.
Una vez en Panamá, los migrantes son llevados a estaciones de migración donde reciben atención básica, aunque muchas veces insuficiente. Quienes deciden continuar hacia el norte deben cruzar varias fronteras centroamericanas, enfrentando riesgos de robos y tráfico humano. Cada frontera representa un nuevo obstáculo legal y físico.
El cruce de Centroamérica es una prueba de resistencia. Muchos migrantes pagan a traficantes para cruzar fronteras irregulares, lo que los expone a extorsiones y abusos. El riesgo de ser deportados es constante en países como Costa Rica, Nicaragua, Honduras y El Salvador, cuyos controles fronterizos son estrictos.
Guatemala es una de las principales paradas en su travesía, pues colinda con México, país que representa un desafío mayor. En el municipio de Suchiate, los migrantes enfrentan el cruce del río que divide Guatemala y México. Este cruce se realiza en balsas improvisadas, operadas por locales que ven en esto un medio de sustento.
Tapachula, en el estado mexicano de Chiapas, es la primera parada obligada para quienes buscan regularizar su situación migratoria. Sin embargo, el proceso es largo y burocrático, lo que deja a miles de migrantes varados en la ciudad durante semanas o meses. Los albergues y organizaciones locales, aunque solidarios, no logran cubrir las necesidades de todos.
La travesía por México es peligrosa y está controlada en gran parte por grupos delictivos que lucran con el tráfico humano. El tren conocido como “La Bestia” sigue siendo una opción para quienes no pueden pagar a los traficantes, a pesar de los riesgos mortales asociados con su uso.
El sueño de llegar a Estados Unidos es lo que sigue motivando a los migrantes, aunque el precio que pagan durante su travesía es alto. Las políticas migratorias tanto en México como en Estados Unidos han dificultado su paso, pero no han logrado detenerlos. Cada paso que dan es un avance hacia la posibilidad de una vida mejor.
Las soluciones a esta crisis migratoria no pasan solo por medidas de control fronterizo, sino por la creación de oportunidades en los países de origen y tránsito. Solo así se reducirá la necesidad de migrar y evitar que más personas enfrenten la peligrosa travesía por el Darién y el resto de Centroamérica.