Pese a operativos de autoridades, el reclutamiento forzado por parte de células criminales va al
alza
CARLOS RUIZ/PORTAVOZ
El reclutamiento de pandillas como la MS-13 y Barrio 18 por grupos del crimen organizado está
creciendo en Chiapas, un estado que se ha convertido en un punto clave para las actividades
ilícitas como el tráfico de personas. Estas pandillas, que han operado durante años en la región,
ahora actúan como brazos locales de redes criminales más grandes. Este cambio no solo refuerza
su poder en la región, sino que también intensifica la violencia que enfrentan las comunidades.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades para contener la violencia, la situación sigue siendo
crítica. La corrupción y la falta de recursos dificultan el desmantelamiento de estas organizaciones
delictivas. Aunque se han realizado arrestos, la presencia de pandillas se mantiene fuerte, en
especial en áreas rurales donde el Gobierno tiene menos control.
La ubicación de Chiapas como principal entrada para migrantes de Centroamérica ha sido
aprovechada por los grupos armados, que reclutan pandilleros por su conocimiento del territorio y
su disposición a la violencia. Esta dinámica crea un ciclo de extorsión y miedo, donde los más
afectados son quienes buscan una vida mejor.
Además, el reclutamiento forzado es una realidad alarmante. Muchos jóvenes se ven obligados a
unirse a estas pandillas bajo amenazas de violencia, comprometiendo su futuro y el de sus
familias. La falta de oportunidades económicas y de seguridad en la región deja a estos jóvenes
atrapados en un entorno donde la violencia parece ser la única salida.
Para abordar esta problemática, es fundamental que las autoridades implementen estrategias
efectivas que vayan más allá de la represión. Es necesario promover oportunidades educativas y
laborales que ofrezcan a los jóvenes alternativas educacionale. Solo mediante un enfoque integral
se podrá romper el ciclo de violencia y garantizar un futuro más seguro para las comunidades
chiapanecas.