Dr. Gilberto de los Santos Cruz
Necesitamos para las nuevas generaciones encontrar las Claves para educar en positivo. Educar y
criar, cuántas dudas. La paternidad es un gran océano de dudas y aunque es cierto que el instinto
juega un papel muy importante, no siempre es fácil estar seguros o seguras de si lo estamos
haciendo bien.
Partiendo de la base de que todos y todas queremos lo mejor para nuestros hijos e hijas, siempre
vamos a actuar como creemos que debemos, pero eso no quita para que queramos mejorar,
cambiar actitudes que quizá no están funcionando como debieran y al final, crecer junto a
nuestros hijos e hijas.
Escuchar prestando atención consciente
La escucha activa debe ser una de las bases, pero ya no solo en la relación con nuestros hijos e
hijas, también en general, en cualquier relación social que mantengamos. Si bien es cierto que es
especialmente importante con los peques, pues es imprescindible averiguar cuáles son sus
inquietudes, deseos o miedos para poder acompañarles en su desarrollo. También sus ideas, para
sentirse valorados, sus gustos y sobre todo, sus necesidades. Escuchar es, sin duda, la base de una
comunicación sana.
Aprender a empatizar para poder educar en positivo
Ponerse en lugar de la otra persona es un sentimiento necesario, que nos ayuda a entender a los
demás. Podemos sentir el dolor de un amigo o amiga cuando acaba de romper con su pareja, ha
perdido a un ser querido o se queda sin trabajo. Y no solo empatizamos en los momentos tristes,
también somos capaces de sentir como nuestras las alegrías y triunfos de las personas a las que
queremos e incluso, de desconocidos y desconocidas.
Empatizar con nuestros hijos e hijas es fundamental. Muchas veces quizá hayamos escuchado
expresiones como “llora para chantajearte”, “este niño/a es un exagerado/a” o “no llores que no
ha sido para tanto”, olvidando que lo que para nosotros y nosotras puede parecer nimio, para
nuestros peques es un sentimiento que puede incluso, llegar a abrumarles. No quitar importancia
a sus sentimientos les ayudará a crecer seguros, con sentimientos sanos y con confianza en sí
mismos y en sí mismas. Además, de esta forma también les ayudamos a desarrollar a ellos y ellas
la capacidad de la empatía ¡con la que los seres humanos no venimos de serie!
Expresar y transmitir en positivo
¿Sabías que los niños y las niñas oyen una media de 400 noes al día? Así dichos todos a la vez,
parece desmesurado, ¿verdad? Ojo, que esto no quiere decir que debamos educar sin límites, lo
cual sería contraproducente, significa que Podemos cambiar los no es por porqués.
Ayuda a tus hijos/as a interiorizar las normas y rutinas necesarias, y a establecer límites sin gritos
ni castigos.
Un ejemplo nos hará verlo más claro: en lugar de decir “no te subas ahí, que te vas a caer”,
podemos sustituirlo simplemente por permanecer cerca para prestarles ayuda en caso de que la
necesiten. En vez de “no toques eso”, podemos sustituirlo por “esto es peligroso porque puede
hacerte daño, mejor lo guardamos”. Y en sustitución de “no grites”, podemos emplear un “si
hablas más bajo te oigo mejor”.
Parecen cambios insignificantes pero lo cierto es que el lenguaje es tan importante, que un mismo
mensaje puede cambiar sustancialmente nuestra reacción según el tono o las palabras que
utilicemos. ¡Seguro que alguna vez os ha ocurrido! Si buscamos una reacción positiva,
transmitamos en positivo.
Comunicarnos de forma asertiva con nuestros hijos
La comunicación es la base de cualquier relación, ninguno de nosotros ni nosotras somos adivinos,
por lo que, si queremos algo de alguien, debemos decírselo y no esperar a que la otra persona
consiga saber qué esperamos de él o de ella por obra de la adivinación. Con los niños y las niñas
ocurre exactamente lo mismo.
Será mucho más fácil para nuestros hijos actuar de una u otra forma si saben lo que esperamos de
ellos y ellas. Comunicarnos con nuestros hijos enriquecerá nuestra relación y nos ayudará a
entender mejor a nuestros niños.
Sentimientos y cariño, dos pilares para educar en positivo Los sentimientos deben expresarse sin
miedo y así debemos explicárselo a nuestros peques. La disciplina positiva apuesta por no utilizar
nunca frases como “venga, no llores que no ha sido nada”, porque para los niños y las niñas es
fundamental que sus sentimientos sean tomados en cuenta y valorados.
Lo ideal es acompañarles de forma empática, haciéndoles saber que si nos necesitan estamos ahí
para escucharles y acompañar con cariño sus pequeñas o grandes frustraciones, miedos,
tristezas…
Dejarles decidir entre un abanico de opciones válidas
Dar pequeñas parcelas de decisiones a nuestros peques les hará crecer con autonomía y
autoestima. Obviamente, esto debe tener unos límites. No vamos a dejar que nuestro hijo o hija
vaya a la calle en tirantes en pleno invierno, pero sí podemos dejar que elija si prefiere jersey o
sudadera, botas o deportivas. Hay numerosos aspectos del día a día que podemos dejar que ellos y
ellas elijan y esto, como decíamos, es un pilar fundamental para su desarrollo.
Sí es cierto que en este ejemplo anterior que hay familias que permiten que sus peques salgan en
invierno desabrigados y confían en que la sensación de frío les llevará a pedir ropa de abrigo en
cuanto pasen unos minutos, depende un poco del nivel de estrés que les genere a los adultos la
situación.
Límites sí, pero con respeto. Hay un pensamiento erróneo pero muy extendido que dice que
educar en positivo significa criar hijos/as sin límites y esto es algo totalmente falso. Pero como en
todo, hay formas y formas de hacer las cosas. Carlos González, prestigioso pediatra comenta:
Muchos padres creen que los niños pequeños están en desafío constante pero no, ¡los niños están
deseando obedecer! Lo que pasa es que los padres pretenden cosas absurdas como la obediencia
y la memoria absolutas. Si los niños se acordasen de las cosas a la primera, ¡ser maestro de cole
estaría chupado! Si dices a tu hijo que apague la tele para cenar es normal que se frustre. ¿Qué
esperas? ¿Qué te conteste “oh mamá, muchas gracias por recordarme de la importancia de la
nutrición?”
Dentro de la educación podríamos distinguir entre cuatro formas de enfocar los límites: la
permisividad, el autoritarismo, la ambivalencia y la sana autoridad o enfoque democrático. La
disciplina positiva apuesta por esta última, donde el niño o la niña reconoce que existe una figura
de liderazgo que trabaja codo a codo con ellos y ellas y que les acompaña en su camino con
empatía y cariño.
Alentar en lugar de alabar. Entre alentar y alabar hay una diferencia que puede parecer sutil pero
realmente, es decisiva. Cuando alentamos, estamos poniendo en valor el esfuerzo, el tiempo
dedicado y lo aprendido y no únicamente, el éxito final. Si nos centramos precisamente en alentar
estaremos fortaleciendo la autoestima y premiando el esfuerzo, independientemente del
resultado final. Además, la alabanza pone el foco de atención en la aprobación externa, mientras
que el aliento está íntimamente relacionado con la confianza en la capacidad de nuestros hijos e
hijas para desenvolverse en la vida.
En la vida adulta no todo lo que emprendemos tiene un resultado positivo o tal y como esperamos
y ante eso, podemos decidir seguir intentándolo y aprender de los errores para mejorar, o
frustrarnos y dejar que nuestras equivocaciones nos hundan. Pues bien, educar en uno u otro
sentido empieza desde pequeñitos, dar esa herramienta a nuestros hijos es algo que tendrá
trayectoria en toda su vida.
Aprender junto a ellos. Y por último, pero no menos importante, aprendamos que no somos
perfectas ni perfectos. La crianza es un aprendizaje constante, no debemos pensar que somos
malas madres o padres por no haber hecho las cosas de una u otra forma, solo el hecho de estar
leyendo estas líneas ya denota que quieres hacer las cosas mejor, así que no te fustigues; eres el
mejor padre o madre para tus niños, pero siempre se puede mejorar, y en ese camino tenemos a
nuestros peques, que son, a la vez, alumnos y maestros.