Manuel Velázquez
Toda escritura, toda forma de hablar, incluso, toda manera de hacer arte y todo gesto humano es
ideológico, contiene valores y formas de ver el mundo. No existe una forma “neutra” de actuar, ni
objetividad científica por encima de las ideologías. La ideología “es el universo de valores o
conjunto de ideas que reflejan nuestra concepción del mundo”, con ellas nos movemos, actuamos,
creamos y analizamos lo que nos rodea. Son los lentes que tenemos para observar la realidad. Al
momento de escribir reflejamos sentimientos, valores e ideologías. Las palabras dan distancia
intelectual o cercanía emocional, son portavoz de una causa, admiten complicidad, garantizan una
tesis o verdad, son un cuerpo que se manifiesta. El lenguaje además de nombrar la realidad, la
interpreta y la crea mediante conceptos y palabras. Las palabras pueden ser navajas de obsidiana
o puentes para unirnos. Pueden ser refugio, acariciar y dar consuelo o lastimar y agredir.
Si bien existen normas que acogemos para entendernos y no dispersarnos, no son estáticas, y esas
mismas normas también son ideológicas. Por eso es válido cuestionarlas y corregirlas cuando
nuevas ideologías proponen otras normas. Las leyes mismas son ideológicas, aunque necesarias
para vivir en sociedad, siempre se pueden modificar y corregir ya sea porque ya no nos
representan como sociedad o por ser injustas; legales, pero no legítimas, como aquella que
prohibía el voto femenino, por ejemplo, era legal pero no justa. Los jueces mismos interpretan las
leyes desde su ideología.
Desde este planteamiento es importante la discusión sobre el lenguaje inclusivo y la escritura con
perspectiva de género en los contenidos culturales. Se trata de una forma de escritura que ha
ganado terreno en la comunidad artística, a partir de los movimientos feministas y
anticolonialistas. La perspectiva de género en la escritura no es un asunto exclusivamente
lingüístico, sino que afecta de lleno al ámbito discursivo.
Escribir “nosotros, nosotras, nosotres, nosotrxs, nosotr@s” pone en evidencia la ideología de
quien escribe. Desde luego la discusión del lenguaje inclusivo y de género, en el ámbito de las
revistas académicas, culturales o científicas, no es un tema resuelto. Como en todo, se presentan
diferentes perspectivas que van desde las más conservadoras hasta aquellas que consideran el
cambio o la variación lingüística como un proceso necesario. La posición editorial, en el caso de las
revistas académicas, culturales o científicas puede variar entre dar indicaciones a los autores o
dejar que escriban libremente, para que cada uno asuma su posición sin presiones. Lo importante
es construir realidades más justas y enriquecedoras con el lenguaje.
Usar un lenguaje inclusivo y no discriminatorio es un desafío para las instituciones generalmente
rígidas y estáticas, también para las personas que suelen tener ideologías rígidas e intolerantes. No
hay que olvidar que el lenguaje también tiene un componente ético, por tanto, político, ideológico
y moral. Reflexionar es una buena manera de combatir prejuicios. La conciencia ética, debe ser
manejada por quien escribe y tomar cuidado de los intereses y valores a los cuales sirve.
Escribir es un hecho potencialmente ideológico, por eso se debe poner en perspectiva su
capacidad para transformar la realidad, para proyectar valores que confrontan, cuestionan o
analizan situaciones. Es importante ser consciente del uso de la palabra escrita, impone un papel
de autoridad, por tal motivo se exige prudencia, matices. “Escribir es ejercer una voluntad de
poder”. Lo que equivale a decir que el lenguaje es una naturaleza, un cuerpo, que se desliza
enteramente a través de la palabra.