Víctor Corcoba Herrero
FORTALECER NUESTRA PERSPECTIVA UNIVERSAL
“Contemplemos, que la vida por sí misma, es una tarea conjunta de la que
nadie puede desmembrarse”.
En nuestra hoja de ruta debe estar presente, también nuestra propia
contribución, a restablecer un clima de concordia. Hemos venido a la tierra con
el empeño de conciliar y reconciliar vínculos, de hacer y rehacerse como
familia, de generar hogar y de instituir la paz como avance para poder caminar
fusionados. Este quehacer natural, desde luego, tiene que fortalecer otro
espíritu, muy contrario al actual, si en verdad queremos asegurar nuestro futuro
común. Para empezar, la disuasión ha de ser algo prioritario en todas las
agendas del mundo; y así, podremos poner fin a la multitud de conflictos
armados. Sin duda, nos merecemos contar terceras historias y activar lozanas
biografías menos dolorosas y más recargadas de verdad. Esto nos exige tomar
conciencia, cada cual consigo mismo, para abrirse a la escucha de los demás,
que es como realmente se alcanza la cognición, poblándonos de ideas y
repoblándonos de sueños.
Puede que las heridas sean profundas, pero no las podemos continuar
agrandando. Tenemos que entrar en sintonía unos con otros, propiciar distintos
ambientes más armónicos, abrazando sonrisas para secar lágrimas, sabiendo
que no hay paz sin desarme y que no hay desarme sin reconciliación. La mejor
justicia es la enmienda y el perdón. Lo que no guarda sentido es la
acumulación excesiva de armas convencionales, amparadas por un tráfico
ilícito, o el uso de instrumentos explosivos en zonas pobladas, poniendo en
grave peligro a la población civil. A este descontrol hay que sumarle las
tecnologías armamentísticas emergentes e inesperadas, o los aparatos de
destrucción masiva como los dispositivos nucleares, que continúan siendo la
gran amenaza para la humanidad. Ante este panorama de crueldades
reinantes o que se avecinan, apremia como obligación, reanudar entre las
partes implicadas cualquier tipo de negociación diplomática que nos lleve al
entendimiento global.
Comprendámonos, porque todos nos necesitamos entre sí, para perpetuar el
viaje existencial de lo sistémico. La ciudadanía ya advierte que la situación
mundial es muy seria. Tal vez sea ahora, el instante preciso y precioso, para
poner fin a esta locura destructiva. Por ello, fortalecer nuestra perspectiva
universal, conlleva aminorar tensiones y riesgos. Precisamos dejar de sembrar
odio en los debates; y, en su lugar, propagar la cultura del abrazo sincero y de
la solidaridad manifiesta. Esto nos demanda ser más corazón que coraza, para
poder desarmarnos de lenguajes sin alma. Puedo asegurar, además, que la
libertad de aliento y el regreso a lo auténtico en los abecedarios, contribuirán a
enriquecernos con diferentes sentimientos menos dominantes y más
generosos. La apuesta, luego, por separadas expresiones que fomenten
acercamiento, las considero vitales para ganar subsistencia. Contemplemos,
que la vida por sí misma, es una tarea conjunta de la que nadie puede
desmembrarse.
Es público y notorio que los desafíos actuales trascienden las fronteras, los
propios muros que nos vamos creando entre nosotros y que tenemos que
derrumbarlos, como lo demuestran las diversas crisis que padecemos:
alimentaria, ambiental, económica, docente y sanitaria. Por consiguiente, si en
verdad queremos garantizar un porvenir más seguro para todos, soltemos
egoísmos y desmontemos escudos. Pasemos página, centrémonos en el bien
colectivo, poniendo fin a la discordia, para iniciarnos en otros andares más
copartícipes, que nos fraternicen. Si ya sabemos que el acuerdo es superior al
desacuerdo, siendo posible desplegar unión y comunión en las variedades,
despojémonos de don dinero, con una autocrítica reflexión en mente, capaz de
discernimiento. Lo sustancial radica, por tanto, en no desfallecer contribuyendo
a la causa de la paz. Al fin y al cabo, siempre nace un esperanzador horizonte
cuando dos seres humanos deciden juntar latidos.
Naturalmente, una alianza hacia el sosiego destrona de los espacios cualquier
ofensiva hostil. También las medidas de desarme y control de armamentos
sabemos que ayudan a certificar la seguridad internacional y humana en esta
tirante época; y, en consecuencia, deben formar parte integrante de un sistema
de seguridad colectiva creíble y eficaz. Claro que el hermanamiento es posible,
solo hay que defender la vida y educar para el amor de amar amor. Es el mejor
modo y la principal manera de concienciar para el aplacamiento y la no
proliferación de artefactos. Junto a estas premisas, a los niños hay que dejarlos
ser niños y a los jóvenes hay que ilusionarlos con la experiencia sapiencial y
espiritual de los mayores; sin obviar, que también los maduros necesitamos del
apoyo, el afecto, la creatividad y de su dinamismo, para la búsqueda de
proyectos compartidos. Esta ha de ser la mayor aspiración humana, porque no
desear hacer nada ya es como morir en vida. Nos conviene recordarlo, pues.