Dr. Gilberto de los Santos Cruz
En tiempos de cambios acelerados el futuro no es algo que está por llegar, el futuro es algo que
está aquí y que simplemente no vemos, porque nuestros modelos mentales, creencias, formas de
hacer y hábitos del pasado no nos permiten ver. De ahí la importancia de revisar a fondo los
principios y las creencias que soportan nuestro modelo educativo y estimular el debate sobre
nuevas formas de aprendizaje y enseñanza a través de las nuevas tecnologías sociales y contenidos
digitales abiertos. El futuro son los jóvenes, y ya están aquí. Las últimas generaciones han
desarrollado nuevas capacidades cognitivas y no aceptarán fácilmente los sistemas de aprendizaje
de épocas pasadas. Viven conectados; son interactivos y rápidos en el uso de las nuevas
tecnologías; se actualizan permanentemente. Su modelo de aprendizaje es el de la web social,
esto es, aprenden en colaboración, no esperan clases magistrales, sino conversaciones abiertas,
que les permitan desarrollar en comunidad las habilidades que necesitan para sobrevivir en un
mundo global. Son tiempos para construir sobre lo que está funcionando, y, a la vez, explorar
nuevas perspectivas que hagan posible una nueva realidad educativa en nuestras escuelas y
universidades. En otras palabras, nuestro trabajo como líderes no es el de tener todas las
respuestas, sino el de saber formularse las preguntas adecuadas que nos indiquen cuáles son los
desafíos estratégicos a los que se enfrentan la educación del futuro:
¿Cómo reinventar la educación para un mundo complejo, incierto y de cambios acelerados?, ¿Qué
conocimiento, habilidades, actitudes y valores tendrán los estudiantes de hoy para prosperar y dar
forma a su futuro? Las respuestas a estos desafíos ha de ser necesariamente colectiva y el
resultado de debates públicos y abiertos con todos los agentes involucrados. Educación 2030, es
un buen punto de partida, y tiene como objetivo encontrar colectivamente respuestas a los
conocimientos, habilidades, actitudes y valores necesarios para que los estudiantes de hoy puedan
prosperar en un mundo global y conectado, y cómo los modelos educativos del futuro pueden
desarrollarse de manera efectiva. La paradoja está en que mientras que el mundo basado en
nuevas tecnologías y nuevas formas de hacer digitales se está moviendo exponencialmente,
nuestras escuelas y modelos de Gobierno siguen adelante con el pensamiento lineal, queriendo
resolver los enormes desafíos educativos los que nos enfrentamos con herramientas del pasado.
La realidad es que nuestro modelo educativo no está necesitado de reformas, sino de una
transformación digital acelerada que aproveche al máximo las nuevas oportunidades de formación
abierta en una sociedad conectada.
Hasta ahora hemos aprendido a escalar la tecnología, ahora es el momento de escalar las
personas. Esta es la gran oportunidad y la educación es clave. El objetivo final de la educación es
equipar a todas las personas, independientemente del género, edad o circunstancias, con los
conocimientos, habilidades y valores necesarios para ser dueños de su futuro. No se trata pues de
enriquecernos con un curriculum brillante, se trata de enriquecer nuestras vidas para siempre,
independientemente del tiempo y lugar en que nos encontremos. Esa, y no otra, es la verdadera
misión de la educación: crear personas libres, capaces de escribir su futuro y participar
plenamente en la vida y el trabajo de su sociedad. Y es que el verdadero valor de las personas está
en nuestra capacidad de iniciativa, creatividad y pasión que podemos poner en nuestro trabajo
cuando encontramos valor en lo que hacemos. Por todo ello, la educación debe ser vista como un
derecho humano básico, como un valor en sí mismo, que da sentido y propósito a nuestras vidas.
Para cumplir sus objetivos, la educación debe ser tridimensional y preparar a los jóvenes para la
vida, el trabajo y la ciudadanía. Un mundo global y conectado requiere que los jóvenes puedan
pensar con imaginación, trabajar en cooperación y tener habilidades personales y sociales
altamente desarrolladas. Un mundo incierto y complejo, requiere de jóvenes emprendedores,
capaces de salirse de su “zona de confort” y construir su propio futuro, asumiendo riesgos
inteligentes y aprendiendo de los errores. Un mundo digital requiere de nuevas capacidades para
crear valor, conectar con la inteligencia colectiva en nuestras organizaciones, desarrollar nuevas
formas de trabajar, nuevos productos, nuevos modelos de negocio y nuevos modelos sociales. Una
sociedad sostenible requiere de ciudadanos educados en valores, participativos, y comprometidos
con la equidad y la igualdad social. La educación en valores es importante porque las
desigualdades sociales y la marginación no son cosas que están programadas genéticamente, son
el resultado de modelos económicos específicos, como el capitalismo o el liberalismo
desenfrenado. La educación en valores sociales nos enseña que es posible hacer las cosas de
manera diferente, que hay alternativas posibles, si se quiere y se actúa para hacerlas realidad. La
educación sigue siendo un instrumento privilegiado para la transformación social. Es un factor
determinante en la socialización de las generaciones más jóvenes y lleva a la asimilación de los
valores culturales que hacen posible alcanzar las expectativas de una sociedad más ética y
sostenible. A medida que se aceleran el progreso tecnológico y el cambio social, es impensable
que la educación inicial de una persona pudiera servirle a lo largo de toda su existencia. Aunque la
escuela siga siendo el medio esencial para transmitir los valores y el conocimiento en las etapas
tempranas de nuestras vidas, la escuela por sí sola no puede solucionar todos los problemas de
una sociedad. A las escuelas se les pide que preparen a nuestros hijos para trabajos que aún no se
han creado, para tecnologías que aún no se han inventado, para resolver problemas que aún no se
han anticipado. Necesariamente, ha de ser una responsabilidad compartida. La educación del
futuro es para toda la vida y no tiene fronteras. Todos somos parte del problema y de la solución,
de ahí la importancia que profesores, padres y alumnos pasemos a la acción y nos
comprometamos en hacer posible colectivamente los cambios necesarios para una educación,
inclusiva, abierta y universal.