Con 348 personas sin localizar en 2024, el territorio enfrenta una crisis sin precedentes, al evidenciar la creciente inseguridad
IVÁN LÓPEZ/PORTAVOZ
Chiapas ha acumulado en más de siete décadas, una cifra alarmante de desapariciones que posiciona al estado como líder en esta crisis humanitaria en el sureste mexicano. La cifra de mil 273 personas desaparecidas desde 1952 no solo representa una estadística fría, sino una realidad que golpea a miles de familias chiapanecas, lo que refleja el deterioro social y la fragilidad institucional en un estado asediado por la violencia.
Los últimos años han sido críticos. La expansión de grupos criminales y el incremento de la inseguridad han hecho que la desaparición de personas se convierta en un fenómeno extendido, no solo en grandes ciudades como Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, sino también en municipios más pequeños como Arriaga y Ocosingo. La distribución geográfica de los casos revela un patrón inquietante: la crisis no está concentrada en una sola región, sino que afecta a toda la entidad.
A pesar del número de personas sin localizar, la respuesta institucional ha sido insuficiente. La falta de recursos, la corrupción y la ineficacia de las autoridades han dejado a las familias en una lucha desigual. En este vacío de acción gubernamental, los colectivos de búsqueda han emergido como la única esperanza para muchos. Formados por familiares de personas desaparecidas, estos colectivos han logrado visibilizar el problema y presionar a las autoridades.
Además del dolor y la desesperación de las familias, las desapariciones han debilitado el tejido social, al fomentar un clima de miedo y desconfianza. En muchos municipios, la población vive en un estado de alerta constante, temiendo ser la próxima víctima.
La realidad es que la comarca se enfrenta a una crisis de derechos humanos que exige una intervención urgente y efectiva. Sin embargo, mientras las autoridades no actúen con la seriedad y el compromiso que la situación requiere, las familias seguirán en la incertidumbre y el dolor de no saber qué pasó con sus seres queridos. Chiapas no puede permitirse seguir siendo el territorio con más desapariciones en el sureste mexicano; es imperativo que pongan fin a esta problemática.