Pese a contar con grandes reservas mundiales, es una de las más pobres en Sudamérica
PORTAVOZ/AGENCIAS
La ciudad de Uyuni, en Bolivia, es la puerta de entrada a la región que alberga el más grande desierto de sal del planeta, el Salar de Uyuni, con las mayores reservas de litio del mundo. La riqueza que podría generar su explotación sigue estando lejos de la población local, que vive con un alto índice de pobreza.
El departamento de Potosí, donde vive un millón de bolivianos, es uno de los más pobres de Bolivia. Aquí, cerca de la mitad de la población no tiene acceso al agua corriente y el 60 por ciento de los habitantes vive en la pobreza, según datos del Instituto Nacional de Estadística de Bolivia.
El acceso a la sanidad y al saneamiento también es limitado. En Bolivia, hay unos 34 mil habitantes por cada hospital. En la región de Potosí, la cifra asciende a 50 mil. También aquí, alrededor del 35 por ciento de la población carece de acceso a retretes en sus casas, mientras que en el resto del país la cifra desciende al siete por ciento.
“Dicen que la minería del litio es para el futuro. Por ahora, no nos ha convertido en una sociedad rica”, dice José Martínez, quien vende productos desde su garaje en la localidad de Colchani, de unos mil habitantes y situada a 20 kilómetros de Uyuni.
UN INTENTO DE INDUSTRIALIZACIÓN
A pesar de que el revuelo en torno al litio es reciente, la explotación de esta materia prima lleva años en el punto de mira del Gobierno boliviano. El Decreto 29 mil 496, promulgado en 2008, declaró prioridad nacional la industrialización del Salar de Uyuni. Dos años después, el Gobierno creó la empresa estatal YLB (Yacimientos de Litio Bolivianos) para explotar el litio de la región.
En 2018, una empresa conjunta entre Berlín y La Paz debía poner en marcha la producción de litio, lo que hacía albergar grandes esperanzas a Alemania como país productor de automóviles. Sin embargo, la agitación política interna en Bolivia sepultó el proyecto, que ahora tiene como socias a empresas de Rusia y China que prometen invertir 450 millones de dólares y mil 400 millones de dólares, respectivamente.
Según Elaine Santos, socióloga con una maestría en Energía por la Universidad Federal de ABC, en Brasil, y miembro del Grupo de Estudios de Geopolítica y Recursos Naturales, que se centra en la exploración de litio en América Latina, la asociación con Alemania pretendía utilizar el litio como modelo de desarrollo para Bolivia, fomentando toda la cadena productiva dentro del país, algo que aún no se ha logrado.
Además, para Santos, “en el caso boliviano, una cuestión central es que el litio se encuentra en comunidades tradicionales, que tienen un modo de vida y una forma específica de llevar la economía local. La otra cuestión es que la industria minera del litio tiene un trabajo muy técnico, en el que normalmente no participan las personas de estas comunidades, y que tampoco emplea a mucha gente”, afirma.
Para el economista Jaime Dunn De Avila, egresado de la Universidad Católica Boliviana, a pesar de que el presidente Luis Arce ha reafirmado su compromiso con el desarrollo de la industria del litio, se ha vuelto más difícil atraer inversiones extranjeras después de que el precio de la tonelada cayera de 80 mil dólares a unos 10 mil dólares.