Sandra de los Santos Chandomi
Hace unos meses, Sarelly me invitó a presentar este libro en la Feria del Libro de Tuxtla, en el patio del ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez. Allí nos pusieron marimba y aguas frescas, y aquí no estoy viendo claro… (no es cierto), la verdad es que estoy muy contenta de presentar este libro en la universidad, que es nuestra casa. Además, es el lugar donde conocí a Sarelly, quien ha sido mi maestro en toda la extensión de la palabra.
En esa ocasión les decía que no iba a hablar propiamente del libro y, una vez más, les hago la misma advertencia. Hoy vengo a hablar de la lectura, la escritura, la amistad y el agradecimiento. Así que les contaré algunas infidencias sobre el autor de este libro: “Un lector agradecido” —me encantó el nombre del libro—.
Hace unos años caminábamos con Sarelly por la Avenida Central, y no recuerdo de qué autor platicábamos en concreto, pero él me dijo que escribía, en gran medida, por su vida llena de desgracia y tragedia. Me negué a darle la razón, y él continuó enumerando un sinfín de escritores cuya obra está hecha desde la tragedia. En ese momento, quería darle una lista de autores y autoras cuya vida hubiera sido más tranquila, pero no se me venía a la mente ninguno. Parecía que todos habían tenido un episodio violento, algo trágico, que todos llegaron a la edad adulta un poco rotos.
Paul Auster decía: “Alguien se convierte en artista, particularmente en escritor, porque no está del todo integrado. Algo está mal entre nosotros, sufrimos por algo; es como si el mundo no fuera suficiente. Entonces sientes que tienes que crear cosas e incorporarlas al mundo. Una persona saludable estaría contenta con tomar la vida como viene y disfrutar la belleza de estar vivo. No se tiene que preocupar por crear nada. Otros, como yo, estamos atormentados, tenemos una enfermedad, y la única manera de soportarla es haciendo arte”. ¡Caray! Qué fuerte.
Es cierto que muchos artistas y escritores han encontrado su voz más auténtica en medio del dolor y la tragedia. Estas experiencias pueden ofrecer una profundidad emocional que enriquece la obra, permitiendo que otros se identifiquen y conecten con ella a un nivel más personal, pero no son las únicas emociones que pueden motivarnos. Sarelly, permíteme contradecirte en público y decirte que sí hay grandes obras y autores que escriben desde otro lugar, que expresan otras emociones y nos las comparten. Esos nombres que no me llegaron ese día ahora los tengo muy claros; por ejemplo, tú, con este bello libro que escribes desde el agradecimiento. ¡Qué bonito sentimiento para compartir!
Hay quienes encuentran inspiración en la alegría, en la belleza cotidiana o en experiencias más ligeras, y Sarelly es de ese grupo. La creatividad no se limita a la tristeza; puede surgir de la curiosidad, la observación del mundo o la lectura de un libro. Me decía otra querida maestra, Elsa María Díaz Ordaz, que todos los seres humanos estamos atravesados por una gama de emociones que incluyen tanto la tragedia y la desgracia como la buena fortuna y la felicidad. Cada quien decide qué poner al frente, y tú, en este libro, pones al frente la gratitud, la admiración y también la amistad.
En “Un lector agradecido”, Sarelly reúne una serie de escritos que ha elaborado durante una década, en los que reflexiona sobre su experiencia al leer obras de autores chiapanecos o relacionadas con Chiapas. Estos textos se habían compartido antes en el portal de noticias Chiapas Paralelo, y me parece maravilloso que ahora estén reunidos, permitiendo leerlos de un solo tirón. Sin embargo, me resulta aún más interesante pensar que su primera difusión ocurrió en un espacio donde las personas los encontraban casi por casualidad. En el periodismo necesitamos remansos de esperanza y paz, espacios donde tanto quienes escribimos como los lectores tengan un lugar tranquilo, un espacio para descansar del ajetreo diario, algo que leer que trascienda el tiempo. Y estos textos son ese espacio.
Con Sarelly conversamos a menudo sobre libros, a veces en los lugares más inapropiados. En una ocasión, en una fiesta, en vez de bailar en el centro de la pista, nos quedamos muy entretenidos platicando sobre libros; después, se unió a la conversación Queta Burelo. Ahí andábamos los tres emocionados hablando de obras de autores vivos y muertos. La lectura es un asunto placentero, algo que se puede hacer en colectivo o de manera muy personal. Habría que resignificarla, quitarle algunos estereotipos que se le han impuesto, y dejarnos llevar por el simple gusto de disfrutarla.
La lectura no solo sucede cuando leemos; también ocurre cuando hablamos de ese libro, cuando reflexionamos sobre él. Recomendamos los libros que nos gustan porque queremos compartir esa experiencia con nuestros seres queridos. Eso es lo que hace Sarelly en este libro: nos comparte su experiencia lectora, su propio placer, nos ofrece sus reflexiones y nos permite entrar en sus pensamientos. Pero esto no lo hace como suelen hacerlo esos críticos de arte o gastronomía (¿quién se atreve a criticar la comida?) desde un púlpito, creyendo tener una mirada privilegiada o un paladar exquisito. Sarelly lo hace desde la perspectiva de un lector, un lector con un ojo entrenado, sí, pero sobre todo alguien que ha reconocido que, ante todo, la lectura debe ser placer, un placer para compartir.
La primera vez que presenté este libro, estaba leyendo a Dahlia de la Cerda y compartí un post de la escritora que decía: “Está chido postear de la parte ‘buena’ (no uso esa palabra) de la creación literaria: los viajes, las salas llenas, las publicaciones aquí y allá, las traducciones… Pero la creación artística, cuando lo haces como oficio, como un trabajo, también es un llorar, un no dormir, no comer bien, esforzarse duro, llorar. Trabajar por horas y horas. Disciplina. Trabajar, trabajar y trabajar. Llorar de cansancio. Aferrarse”.
Les decía en esa ocasión que, cuando leí este post, no pude dejar de pensar en el trabajo que también significa para los autores y autoras de quienes habla Sarelly en este libro. Esta vez, el libro que tengo muy reciente es “Dinero y Escritura” de Olivia Teroba, y una vez más me hizo recordar a los autores de los que habla Sarelly en “Un lector agradecido”. Dice Olivia Teroba: “La escritura nos pide un tiempo que el capitalismo no nos deja libre, así que se lo quitamos a nuestro bienestar. Dejamos de salir a la calle, de respirar aire fresco. Comemos mal, dormimos tarde. No dormimos. Ponemos el cuerpo en la escritura”.
Las personas que escribimos de manera cotidiana, que es nuestro “jale”, lo que de alguna forma lleva las tortillas a nuestra mesa, agradecemos cuando nos leen, comparten nuestro trabajo y hablan de él. Sarelly está muy consciente de esto; es un lector agradecido, pero también un buen amigo, un amigo que lee a sus amigos y amigas, que comparte su trabajo y que conoce su esfuerzo. No sé quién le debe dar las gracias a quién; creo que eso es lo bonito de la lectura: deja a personas agradecidas, y el agradecimiento es uno de los sentimientos más generosos que podemos tener y que mejor inspiran. Muchas gracias.